“Retrato de José Martí”, óleo sobre lienzo a tamaño real, obra de Raúl García Huerta y sus alumnos, donado al Centro Histórico Cultural Cubano de Tampa, el 19 de mayo de 1991 |
Por Leonardo Venta
No hay nada que complazca más a la virtud que pronunciar,
con imperiosa insistencia, el nombre de José Martí. Cada año, alrededor de esta
fecha, lo proclama asido al anhelo de "admirar y hacer admirar" su humilde
grandeza. Este 28 de enero de 2017 –en el 164 aniversario de su natalicio– no
será la excepción.
Todo
lo que se diga sobre Martí corre el riesgo de convertirse en expresión
repetida, pues por más de un siglo un holgado inventario de publicaciones y merecidos
elogios acicalan su memoria. Si bien, para aquellos que saben atesorar el recto modo de proceder y la genialidad en su esencia más universal, el sentir martiano se renueva de día en
día.
En
marzo de 1870, con sólo 17 años de edad, fue condenado a seis años de trabajos
forzados por haber escrito una carta reprobando la conducta anticubana de un
compañero de estudios. Este hecho definió su vía crucis hasta la muerte en Dos
Ríos, a la edad de 42 años.
“Cuando
muere lo hace en una batalla para despedirse con misterio y hoy que le
celebramos la aparición, rindiéndole las gracias, seguimos tocándolo y
reconociéndolo despacio para justificar el surgimiento de su germen, como si lo
igualáramos a la semilla que necesita de su tierra”, afirma el otro José cubano:
Lezama Lima.
Sacrificó
su bienestar y el de su familia, así como la continuidad y atención de su carrera
literaria por amor a la libertad. No obstante, su prosa diáfana, aguda, y su
verso elfo –asidos a la justicia, a la verdad y al amor– trazaron la brecha del
movimiento modernista en la América española.
No
fue un escritor de torre de marfil sino un sagrario de abnegación. La estética de su
obra no responde a una voluntad de estilo planeada, tal como lo confiesa en el
prólogo a su Ismaelillo, dedicado a su hijo José Francisco: “Tal como aquí te
pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido.
Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte”.
Sus
dotes de oratoria –como certifica su coterráneo Manuel de la Cruz: “… según los
que le oían habitualmente, pocos oradores han dado a su palabra el tono, el
calor y la fuerza que imprimía a sus discursos”– hinchieron el patriótico espacio
del Liceo Cubano en su primera visita a Tampa, el 26 de noviembre de 1891, al
pronunciar el discurso “Con todos y para el bien de todos”.
Allí
propone “la fórmula del amor triunfante, alrededor de la estrella de la bandera
nueva”, y enardece el ánimo de sus compatriotas hasta el arrebato cuando proclama:
“¡Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra [cubano], ni
qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella,
que si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y
es trono o cumbre de monte la naturaleza!”.
En
el mismo Liceo, pronuncia al siguiente día otro ferviente discurso, "Los
Pinos Nuevos”, en una velada en memoria de los ocho estudiantes de medicina
fusilados en La Habana colonial, el 27 de noviembre de 1871. “Lo que anhelamos
es decir aquí con qué amor entrañable, un amor como purificado y angélico,
queremos a aquellas criaturas que el decoro levantó de un rayo hasta la
sublimidad, y cayeron, por la ley del sacrificio”, afirma en su panegírico.
Clareó
y cortejó, aun tratándose de los siempre apremiantes artículos periodísticos, la sensible elegancia del
lenguaje en su espiración más pura. Desde sus primeros bostezos hasta la carta inconclusa a Manuel Mercado, que precediera su desaparición física, toda su obra es un derroche de lirismo, humilde
franca probidad y primoroso desbordamiento de talento.
Evocar
a Martí es palpar el costado más sublime de las entrañas humanas, la entereza y
la excelencia; saciar –trémulo hasta las lágrimas– "el hambre y sed de
justicia" presentes en el espíritu del sermón de las bienaventuranzas, paradigma
de una existencia consagrada al mejoramiento humano, al extremo de inmolarse
por esa causa.
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