Por Leonardo Venta
El nombre de Sor Juana Inés de la Cruz coexiste fusionado a su triple identidad: criolla, mujer y figura literaria descollante del Barroco latinoamericano. Dicha filiación, en ciertos casos, no es muy difícil advertirla, pero en otros se oculta sagazmente de la mirada del lector; lo que ha provocado amplios, profundos y, a veces, apasionados debates e investigaciones. Por otro lado, los estudiosos difieren, creando desconcierto, en ciertos datos de su biografía, imprecisos y, ocasionalmente, contradictorios*1.
Este ensayo ambiciona identificar y explicar algunos de esos rasgos, así como ahondar en el perfil de la conciencia personal que repercute sobre dichas identidades, tomando como referencia muestras de la producción de la escritora más insigne de Hispanoamérica del siglo XVII, la poeta más aclamada, tanto en el Nuevo Mundo como en la España de la segunda mitad de dicha centuria.
Juana Ramírez de Asbaje era la hija segunda del vasco Pedro Manuel de Asbaje y la criolla Isabel Ramírez de Santillana: estirpe que trasciende en su hibridismo*2. Se ha dicho que sus progenitores eran concubinos, pero no es un hecho comprobado*3. Lo que sí parece determinante en su existencia es la separación de sus padres*4. Es probable que Pedro de Asbaje hubiese dejado en España una esposa legítima, y esto impidiera el matrimonio con Isabel. La bastardía de su cuna pudo haber resultado un estigma en la vida de Sor Juana*5. Su existencia se desarrollaría, del mismo modo, en medio de la dicotomía discrepante tan característica de la literatura conceptista barroca: pasión terrenal y obligaciones religiosas, lenguaje ampuloso y contenido íntimo, realeza y reclusión, ansias de saber y oscuridad acechante.
Su obra más discutida, junto al colosal Primero Sueño, es la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz*6. La muy estudiada epístola surge como secuela de una polémica surgida a raíz de su trabajo Crisis de un Sermón o Carta atenagórica, réplica al Sermón del Mandato, del Padre y predicador jesuita Antonio de Vieyra*7. La Carta atenagórica tiene su origen, como bien expresa Sor Juana, “en las bachillerías de una conversación"*8(811).
Ésta redelinea los dos temas principales discutidos por el Padre Vieyra en su polémico discurso religioso: "La crisis sobre el sermón del Mandato" y "La mayor fineza del Divino Amor". Este último punto había sido ya tocado por Sor Juana en su loa para el auto intitulado “El mártir del sacramento San Hermenegildo”*9, en la que dialogan tres estudiantes, identificados numéricamente, acerca de cuál era la fineza mayor. El estudiante número 1 afirma en la escena segunda: “Yo digo que la fineza / (después de hacerse Hombre el Verbo) / mayor, fue la de morir” (MP 101) —el estudiante 2 le replica: “Yo, aunque grande la confieso, / digo que fue más quedarse / por él en el Sacramento” (101). A ellos se une un tercero, probablemente la voz poética, que intenta moderar los dos pareceres.
Vieyra había afirmado en su famoso sermón que la mayor fineza de Cristo hacia los hombres no fue morir por ellos, como afirmaban los Padres de la Iglesia, sino el ausentarse de ellos, ya que requería un sacrificio mayor separarse de aquellos a quienes tanto amaba. El religioso portugués apoya su opinión con algunos ejemplos, entre los que cabe destacar el que Cristo no se quejara en su muerte, pero sí en el Huerto de Getsemaní*10 al notar que sus discípulos no habían podido velar junto a Él*11. Añade que el Redentor cristiano instauró el misterio de la Eucaristía para remediar la ausencia de su muerte. Sor Juana en su Carta refuta con exquisito cuidado retórico lo afirmado por el clérigo jesuita.
No entraremos en detalles en cómo Sor Juana desafía en la Carta Atenagórica lo expresado por Vyera . Simplemente afirmamos que sobrepasa al sacerdote jesuita en brillantez discursiva, levantando un desafío frontal a la patriarcal jerarquía eclesiástica desde su posición de mujer, monja y literata. El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz publicó el texto con un prólogo, bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, en el que, a pesar de reconocer la agudeza de la religiosa, digna de la diosa Atenea, le aconseja dejar sus escritos profanos y dedicarse más a la devoción cristiana, indicación, para algunos estudiosos, de una probable persecución que le obligó a abandonar las letras.
Existen muchos rasgos que perfilan a la mujer escritora en Sor Juana, entre éstos, su ferviente anhelo de conocimientos y encarecida necesidad de autonomía en la expresión. Es poeta por regalo divino, e intelectual por ejercicio, gracia y determinación inquebrantable. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz *12, documento autobiográfico de imprescindible lectura para entender el carácter y la identidad de la insigne escritora, así como el contexto en que ella se desenvolvía, sobreabundan muestras de dicho afán de saber.
Desde muy temprana edad, sintió gran inclinación por los estudios: “Acuérdome que en estos tiempos, siendo mi golosina la que es ordinaria en aquella edad, me abstenía de comer queso, porque oí decir que hacía rudos, y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer, siendo éste tan poderoso en los niños” (35). Por otra parte, su poema más ambicioso, Primero Sueño, se centraliza en la misma temática. Octavio Paz dice al respecto: “La Respuesta es el complemento de Primero Sueño: es un relato en prosa cuyo tema es el mismo del poema –la búsqueda del conocimiento– pero que se despliega no en el espacio de una noche sino de una vida (481).
Con la sabiduría, como arma, y el arrojo, como escudo, la monja jerónima desafía al medio hostil patriarcal que la oprimía. En la Respuesta denuncia con exquisita cautela, desde sus primeras líneas, el lugar inferior asignado a la mujer en la sociedad del Virreinato de la Nueva España: “[…] y sabe que le he pedido [a Dios] que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aun hay quien diga que daña”(33-4). Nótese que ruega a Dios, y no al hombre, que apague la luz de su entendimiento. De esa forma, propone que si el conocimiento "sobra en" o "daña a" (la mujer), es el juicio de "algunos" y no necesariamente el de Dios.
La anterior cita sugiere la difícil y tramoyesca partida que se ve precisada a jugar la mujer con las cartas que le ofrece “el más fuerte”. Sor Juana aparenta lo que no siente, parece como si “aceptara”*13 el status quo, mediante la sutil enunciación de un sí, que en realidad vela un no; es el ¡No! transgresor que siempre matizó su valerosa conducta, intuido en el deslizamiento de una esperanza subversiva de emancipación. La jerónima rompe normas establecidas, pero blandiendo elegantemente las mismas cartas que emplea el enemigo, las que pronto aprendió a utilizar con genialidad. Josefina Ludmer en el capítulo “Treta del débil” del libro El sartén por el mango aborda esta problemática. Ludmer reconoce que existen diferencias y conflictos entre lo que la mujer, como ente individual, cree y acepta como su derecho, con lo que “la institución y la palabra del otro” juzga que éste debe ser (47).
Es evidente la disposición temprana que tenía Juana Ramírez de Asbaje, antes de ser religiosa, de confrontar este contexto adverso. A la tierna edad en que se depende de los progenitores para tomar decisiones, le ruega a su madre que la vista de varón para ir a estudiar a México, porque se ha enterado de que en su universidad se aprenden ciencias: “(...) oí decir que había Universidad y escuelas en que se estudiaban las ciencias, en Méjico; y apenas lo oí cuando empecé a matar a mi madre con instantes e importunos ruegos sobre que, mudándome el traje, me enviase a Méjico”(35). Es incuestionable que fue amargo para ella descubrir, a una edad tan tierna, la valoración tan baja que existía de la mujer, excluida totalmente del panorama universitario.
Por otra parte, ciertos estudiosos especulan que la separación del padre*14 y la muerte del abuelo de Sor Juana a temprana edad, en un espacio de tiempo relativamente breve, afectó adversamente su manera de percibir lo femenino, lo que ha sido interpretado como un sentimiento de mutilación de los personajes masculinos más relevantes en su vida. De igual manera, el nacimiento de su medio hermano varón, Diego el mozo*15, origina que fuese trasladada a México a casa de unos parientes paternos.
Es posible que la llegada de su padrastro vino a intensificar su conflicto genérico, al ver en la figura masculina un elemento usurpador*16. No he de discutir esa posibilidad en este ensayo, debido a escasez de espacio y tiempo, pero sobre todo, por la notable imprecisión de los datos biográficos que poseemos para realizar un análisis objetivo del tema. Sólo he querido constatar que existe esta idea y que resulta tentadora para la investigación literaria.
La monja jerónima fue una escritora precoz. A los ocho año compone un primer largo poema de 360 versos, “Loa al Santísimo Sacramento”, escrito en náhuatl y español. Le era tan normal componer versos que luchaba para no comunicarse en esta forma, e incluso juzgó con inocencia en algún tiempo que su facilidad en versificar era destreza de todos. Aprende el latín con sólo veinte clases que le da el bachiller Martín de Olivas. Parece como si el saber llega hasta ella, la colma, y necesita entonces abrir anchuroso cauce mediante el río de la expresión literaria para darle salida a tanta agitada corriente. Pero, desafortunadamente, no le tocó vivir en una época que favoreciera dicha vocación. La mujer de entonces tenía sólo dos opciones: la vida matrimonial o el claustro.
Encontramos en la Repuesta otra muestra de cómo Sor Juana valoraba y conducía su naturaleza femenina, rompiendo esquemas establecidos por una sociedad diseñada por y para hombres. Tradicionalmente, el cabello largo ha sido reverenciado como distintivo de feminidad; inclusive, el mismo apóstol San Pablo recomienda a las mujeres de la iglesia de Corinto dejarse crecer el cabello: “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (La Santa Biblia, 1 Cor.11 14- 5).
Se dice que el cabello es el más preciado marco del rostro. Los biógrafos de Sor Juana afirman en más de un texto lo hermoso de su apariencia. No obstante, ella entendía el cabello largo como un atavío innecesario, si no iba acompañado de la sabiduría. Para la monja jerónima, la feminidad resultaba sumisión e inhabilidad, en contraposición con la sabiduría, rango atribuido ancestralmente al género masculino. Es así como prefiere prescindir de la holgura de su cabello por obtener un cetro más preciado para ella: el conocimiento. Así lo manifiesta con toda claridad en la Respuesta*17: “(...) que no me parecía razón, que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”(36). El anterior ejemplo demuestra cómo los afeites tradicionalmente loados en la mujer, no eran parte de la vanidad femenina de Sor Juana. Estaba consciente de que esta codificación de objeto hermoso, el cabello largo, apetecible a la codiciosa mirada varonil, si no venía acompañada de sabiduría, no era digna de su persona.
No podía aceptar este estereotipo de la feminidad. Simone de Beauvoir aborda el tema en El segundo sexo, al definir las expectativas idealizadas del hombre sobre la mujer: “The ideal of feminine beauty is variable, but certain demands remain constant; for one thing, since woman is defined to be possessed, her body must present the inert and passive quality of an object” (146). Sor Juana renuncia a ser dicho objeto pasivo. No debe confundirse con lesbios rasgos de carácter esa irreverencia de la monja ante la mentalidad patriarcal que la oprimía.
Sin embargo, se habla de una masculinidad en Sor Juana que se refleja a través de su posición social e histórica. Así afirma Octavio Paz: "Los valores de su mundo eran valores masculinos. Niña quiso disfrazarse de hombre para apoderarse de ellos; mujer, extremó la división platónica entre el alma y el cuerpo para afirmar que la primera es neutral. El estado religioso fue la neutralización de su sexualidad corporal y la liberación y transmutación de su libido. En su jerarquía de valores el conocimiento estaba antes que el sexo porque sólo por el conocimiento podía neutralizar o trascender su sexo. Cualesquiera que hayan sido las causas psicológicas de su actitud, toda su vida estuvo dominada por la voluntad de penetrar en el mundo del saber: un mundo masculino” (159).
De igual manera, la escritora mexicana ve en el matrimonio una especie de alianza desventajosa que entorpecía su oportunidad de estudiar. Así afirma en la Respuesta: “(...) de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio” (36), pero escoge la vida religiosa como la única otra opción para salvar su alma, y también, como afirman algunos críticos, el lugar más idóneo para materializar sus ansias de conocimiento: “la soñada ‘independencia’ era para una mujer posibilidad más hacedera dentro de la vida conventual que fuera de ella" (García Marruz 15).
La quietud y el recogimiento del claustro era, paradójicamente, el mejor marco para sor Juana. En su calidad de soltera, le hubiese perseguido invariablemente el estigma de mujer estéril, vulnerable a la caída moral, así como la pobreza, con sus secuelas devastadoras. Entiéndase que desde la perspectiva patriarcal, que aún hoy perdura, la mujer estaba reservada a atender el hogar, servir al esposo –destinado a pensar por ella y mantenerla– así como a criar los hijos.
Indudablemente, la posibilidad del matrimonio constituía la peor opción: la de convertirse en un servil utensilio en manos de un amo: el marido. Así define Simone de Beauvoir el rol de la mujer en el matrimonio: “Deprived of her magic weapons by the marriage rites and subordinated economically and socially to her husband, the ‘good wife’ is man’s most precious treasure. She belongs to him so profoundly that she partakes of the same essence as he; she has his name, his gods, and he is responsible for her” (163). Para la total aversión que tenía Sor Juana a ser considerada objeto, el convento era la mejor elección entre tan pocas opciones provechosas.
Sor Juana, por otra parte, hace alarde como escritora de un excelente dominio de los principios fundamentales de la composición y enunciación del discurso. Así lo demuestra en la Respuesta, cuando parafrasea la escritura de San Pablo*18, que trata sobre lo esotérico e inenarrable de ciertas abstracciones del conocimiento: "(…) aquellas cosas que no se pueden decir, es menester siquiera decir que no se pueden decir, para que se entienda que el callar no es no haber qué decir, sino caber en las voces lo mucho que hay que decir" (30). Indudablemente, el silencio al que estaba obligada la mujer, para la monja jerónima, no significaba la cavidad hueca del no conocimiento.
Entre los personajes mitológicos preferidos por Sor Juana se encuentra Harpócrates*19, al que San Agustín llama dios grande del Silencio. La voz lírica hace buen uso de su significado alegórico en Primero Sueño, para insinuar una connotación más profunda que la distintiva de sugerir el silencio que acompaña al acto de dormir: “(...) con indicante dedo, / Harpócrates, la noche silencioso; a cuyo, aunque duro, / si bien imperïoso / precepto, todos fueron obedientes” (v. 75-79). Méndez Plancarte indica en su prosificación del poema: "de igual modo que la noche –como un silencioso Harpócrates, la deidad egipcia y griega que sellaba con un dedo sus labios– intimaba el silencio a los vivientes (...)”(604). Se podría especular más al respecto, arguyendo que el personaje mitológico podría significar una celada efigie de todos los harpócrates que quisieron silenciar la voz enérgica de la monja jerónima.
Asimismo, denuncia en su célebre Respuesta, con la discreta reserva que caracteriza al discurso religioso, la envidia que despierta su genio: “algunas veces me pongo a considerar que el que se señala –o le señala Dios – es recibido como enemigo común, porque parece a algunos que usurpa los aplausos que ellos merecen o que hace estanque de las admiraciones a que aspiraban, y así le persiguen“(45).
Afirma Georgina Sabat de Rivers, en el prólogo a su libro En busca de Sor Juana, que su condición de mujer y escritora barroca le hacía sumamente atractiva al gusto estilístico de su tiempo, acreditado por un especial interés en la búsqueda de lo novedoso y lo extraño: “ (...) época que valoraba lo poco usual y peculiar, como lo vemos en lo que dijo fray Juan Silvestre (en los preliminares del tomo II de Sevilla, 1692): Una mulier fecit confusionem, fue admiración de hombres y mujeres letrados de su tiempo"(9).
Sor Juana en la Respuesta defiende el derecho de la mujer a estudiar, incluso más, alude a su necesidad de ser reconocida como ente intelectual a la par del hombre. La obra de la “Décima Musa” ostenta rasgos del barroco y el criollismo, expresados a través de su gran interés por la ciencia y el conocimiento, así como por la atención a temas locales que revelan la realidad de su origen americano, expuestos con sumo cuidado, como testimonio de los límites de la voz del colonizado, cuyo horizonte estaba ensombrecido por el discurso oficial y el Santo Oficio. Para ella el dominar la escritura y el saber significaban emular con el poder hegemónico, encarnado en el pensamiento masculino ilustrado de la época y en el dominio de la Corona española en suelo americano.
Es esa necesidad de envolverse en el medio cortesano lo que marca ,en parte, su estilo, pero no implica que ella se considerara a sí misma como parte de esa 'otredad' que soslaya su condición de criolla y mujer. Estaba obligada a probarse y comprobar su capacidad de esgrimir con audacia las convenciones establecidas por el grupo hegemónico. Al decir de Sabat Rivers, Sor Juana “estaba consciente de que no era la cuestión biológica lo que constituía un impedimento para las mujeres, sino de que era una cuestión político-social: eran los hombres los que detentaban la riqueza y el poder, y de ahí se derivaba la marginación de la mujer; esta impuesta limitación era pues, el efecto del hecho de ser mujer y no la causa” (31).
Para la monja poeta, la hegemonía masculina no era respaldada por el poder Divino, sino al contrario, veía en la Justicia Celestial un balance armónico, ejemplificado por la repartición equitativa de dones a ambos sexos. Para demostrarlo, entre otras cosas, se vale de una extensa lista de mujeres prominentes que enuncia en la Respuesta: “Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigail; otras de persuasión, como Ester; otras de piedad, como Rahab; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes” (56).
La literata religiosa, a través de su obra, identifica a la sabiduría con la grandeza femenina, exaltándola. Las deidades mitológicas femeninas ejercitan en su lírica, de una manera u otra, un papel protagónico. Es probable que ella combinara intencionalmente un extenso y complejo sistema simbólico y mitológico con las complicadas estructuras sintácticas y retóricas que caracterizan al barroco, para establecer un mensaje que burlara el cerco de la censura que le imponía la sociedad inquisitorial y patriarcal que le tocó vivir.
En su Neptuno alegórico, por ejemplo, le rinde tributo a Minerva, sobreponiéndola al dios griego de los mares, quien cae rendido ante su sabiduría: “La paz pues, preferida / fue de alto coro*20, y la deidad vencida / del húmedo elemento / hizo triunfo del mismo vencimiento: / pues siendo prole a quien él mismo honora / la hermosísima sabia vencedora*21,/ solamente podía / a su propia ceder sabiduría” (v. 239-46). El noble tratamiento recibido por Minerva de parte del hablante lírico, infiere la idea de que el poder, un atributo tradicionalmente masculino, simbolizado por Neptuno, puede muy bien formar parte de la indumentaria femenina. Según Louis Harss, esta característica convierte a Minerva-Atenea en la figura preferida por Sor Juana (79).
Asimismo, los personajes mitológicos en su ambicioso Primero Sueño, desempeñan un rol cardinal a la hora de penetrar el oscuro significado del extenso poema, pues sugieren argumentos que se identifican plenamente con el mundo que rodeaba a la monja jerónima. Revelan temas como el de la trasgresión, la osadía, la transformación y el castigo, e insinúan, asimismo, el lado injusto de las cosas, lo implacable de los códigos y ordenanzas de la sociedad, del orden divino y de la existencia misma.
Aretusa se infiltra en el mundo subterráneo y revela los secretos de Plutón para emerger a la luz victoriosa. Proserpina come del fruto prohibido y es aislada de su madre Ceres en el reino oscuro del Hades. Ícaro muere por acercarse demasiado al sol; Faetón, por osar conducir el carro de Helios. Acteón es transformado en ciervo y devorado por sus propios perros, por sólo haber contemplado la desnudez vedada de la diosa Diana. Las hijas de Minias son transformadas en murciélagos por desobedecer las ordenanzas del dios Baco. La pasión incestuosa que experimenta Nictimene por su padre le trae como consecuencia su transformación en lechuza; e incluso, en esa condición continua realizando sus actividades transgresivas y temerarias al beber del aceite prohibido de las lámparas del templo sagrado. El beber del aceite del árbol de Minerva simboliza el tipo de conocimiento al que aspiraba Sor Juana y el cual le era vedado.
La Respuesta está saturada de razones que invitan a reflexionar sobre el derecho de igualdad de la mujer. Sor Juana reconoce que ha sido atacada principalmente por su condición femenina. Afirma Octavio Paz: “No sólo contesta al obispo sino a sus adversarios y censores. Se da cuenta de que la atacan sobre todo por ser mujer y de ahí que su defensa se transforme inmediatamente en una defensa de su sexo. Ésta es la parte más viva y actual de su alegato” (538). Se vale, entre otras cosas, de un dilatado inventario de mujeres célebres por su sabiduría para relacionarlas con su derecho a estudiar. Los nombres de Sibilas, Pola Argentina, la hija de Tiresias, Cenobia, Arete, Nicostrata, Aspasia, Hipasia, Leoncia, Jucia, Corina, Cornelia, Catarina, Gertrudis, así como el de su propia madre espiritual, Paula, conforman una lista que se extiende en un prolongadísimo etcétera, que haría tan gravosa su enumeración como la lectura del cuarto libro de la Biblia, Los números, por las extensísimas enumeraciones del censo que en este se realiza.
Pero Sor Juana menciona cada uno de los nombres de sus insignes congénitas con gracia reverente, acompañándolas de epítetos que asaltan el interés del lector. Los elogios de la “Fénix de México” hacia aquellas mujeres excelsas, cuyas historias, quizá, le animaron en su campal batalla por la autonomía del saber, son proporcionadamente fastuosos: “ (...) y en fin a toda la gran turba de las que merecieron nombres, ya de griegas, ya de musas, ya de pitonisas; pues todas no fueron más que mujeres doctas, tenidas y celebradas y también veneradas de la antigüedad por tales” (56). Es indudable que la monja poeta sugiere a través de esta enumeración, bañada por el entusiasmo y el eruditismo, una reivindicación en la que ella también parece reclamar un lugar digno. Reclama que, al igual que dichas mujeres fueron veneradas en la Antigüedad clásica, su gran genio debía, al menos, ser aprobado por el pensamiento masculino de su época.
La monja escritora redime la grandeza del componente femenino en su poesía religiosa, e incluso se vale de la imagen de la Virgen María –mujer– para equipararla con la de Dios –hombre–. “Loa a la Concepción” es ejemplo notable de esta aspiración de paridad genérica: “Su Nobilísima madre, / claro está, que en el festejo / no es lo menos, pues la Iglesia / aclama devoto el Sexo*22” (MP 276). A María se le profesa tal devoción, que en muchas oportunidades, si no sobrepasa, al menos iguala la tributada a las figuras masculinas que integran la Santísima Trinidad.
Es notable como en la anterior loa se utiliza el término 'sexo'*23, para referirse al género de María, recurso sagaz que emplea el hablante lírico para otorgarle al llamado sexo débil una relevancia equitativa a la de su opuesto. El ambiente conventual –que envuelve a sor Juana– es el medio ideal y el mejor pretexto para escurrir esta temática envuelta en el augusto velo religioso. Al decir de Sabat de Rivers: “a quien [María] hace compartir el poder divino, es decir, el poder supremo de la masculinidad” (32).
En su calidad de escritora barroca, encontramos en Sor Juana el gusto por el artificio verbal, las imágenes sorprendentes y el uso del hipérbaton, como un deseo de imitación de la sintaxis latina, que fue catalogado de oscuro por sus contemporáneos. Primero Sueño es un buen ejemplar de poesía barroca, no sólo en el aspecto formal, sino también en lo conceptista y abstracto de su significado. Veamos, por ejemplo, la complicada estructura poética que utiliza el hablante lírico para referirse al águila: “De Júpiter el ave generosa*24 –como al fin Reina– por no darse entera / al descanso que vicio considera / si de preciso pasa cuidadosa / de no incurrir de omisa en el exceso, / a un solo pie librada fía el peso” (v. 129-36).
Por otro lado, la condición de criolla, que marca su condición periférica, está fundida en Sor Juana con la de mujer, al apropiarse del lenguaje masculino como lo establece Sabat de Rivers al referirse a “las implicaciones de ese mismo lenguaje en la problemática de la descolonización y la ‘aprobación del signo’ por parte del sujeto colonial"(33). El discurso de Sor Juana, tanto en su calidad de mujer como de criolla, se apropia del masculino y colonizador. Sin embargo, hilvana su propio juicio y estilo.
Afirma Sabat de Rivers que la nuestra "Musa Americana" se apropió de esa voz masculina pero manteniendo la esencia de su género, es decir, no emula con el hombre en masculinidad sino que transforma su discurso en producto propio, femeninamente legítimo. Cierta tendencia del feminismo y del post-colonialismo contemporáneo ve en este hecho una concesión al elemento impositor, una especie de señal de debilidad. No obstante, feministas como Sabat de Rivers reconocen la rebeldía de la monja jerónima, en ese no quedarse callada, sino que a raíz de la Respuesta proclama su derecho a hablar y a reclamar su derechos.
El villancico dedicado a “Santa Catarina”*25 , según Sabat de Rivers, es el escrito más sincero y férvido de su defensa a la inteligencia y el derecho al saber en la mujer: “Porque es bella la envidian, / porque es docta la emulan: / ¡oh qué antiguo en el mundo / es regular los méritos por culpas! (v. 20-4). Agrega la sorjuanista: “La lección que se desprende de la vida y obra de la monja es que, aunque alcancemos [la(s) mujer(es)] un poder limitado y mediatizado, debemos usarlo en toda su extensión”(36).
Para entender a Sor Juana en su calidad de criolla, debemos partir de la perspectiva de imagen colectiva que tenía el elemento criollo con respecto al poder, esa perspectiva viene determinada por la conciencia en el criollo de ser distinto del elemento colonizador, por haber nacido y vivir en un mundo diferente. La monja jerónima vivió en una sociedad racial y culturalmente compleja: el grueso de la población era indio y mestizo, mientras los españoles constituían una minoría, pero poderosa. Los criollos compartían la misma religión y lengua que los ocupantes, pero lo ibérico sellaba, materializaba y controlaba la vida intelectual del mundo novohispano.
Sor Juana era amiga de la corte virreinal, pero eso no la privó de expresarse como criolla, especialmente en las loas que preceden a sus autos sacramentales. Por otra parte, se aprovechaba de la ventaja que le concedía su condición privilegiada de intelectual de primera línea y amiga de la Corte, para escapar a la censura del Santo Oficio. Detrás de sus diversas loas, destinadas a ser cantadas y representadas en palacio, como parte de la necesidad social de expresarse en el lenguaje oficial, emerge sutilmente el tema patrio mexicano.
Por ejemplo, en el villancico*26, escrito en 1676 y dedicado a la Asunción, Sor Juana enmascara la voz del nativo en el laude a la fidelidad*27 que todos los mexicanos tienen a la fe cristiana: “Los mexicanos alegres / también a su usanza salen, / que en quien campa la lealtad / bien es que el aplauso campe; y con las cláusulas tiernas / del Mexicano lenguaje, / en un Tocotín*28 sonoro / dicen con voces suaves:” (v. 76-83). La jerónima usa como pretexto la supuesta devoción de los nativos al cristianismo, pero sugiere ese “aplauso” al elemento autóctono, que interiormente reconoce como desaventajado, cuya queja no puede exhalar con voz fuerte, sino susurrándola, sugiriendo que lo nativo también cuenta para la Virgen, hecho probado por la sola voluntad de incluir en el villancico “las cláusulas tiernas del Mexicano lenguaje”, es decir, el náhuatl.
Por otra parte, descubrimos a la Sor Juana criolla a través de la devoción a su Virgen morena en el famoso “Soneto Sagrado número 206”: “La compuesta de flores Maravilla, / divina Protectora Americana / que a ser pasa Rosa Mejicana, / apareciendo Rosa de Castilla” (MP 310). Afirma la existencia de una identidad criolla en Sor Juana, el texto que nutre el largo epigrama que encabeza el soneto: “Poema heroico en que describe la Aparición milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico, que pide la luz pública” (MP 31). El tema del poema, como bien lo encabeza el epigrama, trata sobre la revelación de la Virgen morena mexicana. Si bien, algunos críticos censuran el hecho de que en esta aparición no se mencione el nombre del indio Juan Diego. Mas, por la brevedad del tipo de composición poética, es un soneto, podíamos esperar que el yo poético no ambicionara incluir al indio junto a la Virgen, aunque es un pretexto injustificable, teniendo en cuenta el genial talento creativo de la poeta. De todas maneras, es interesante apreciar la manera en que el hablante lírico equipara la imagen de la Patrona de México con la española de Castilla, y aun más interesante, leer el final del epigrama: “que pide la luz pública”, como reclamando su derecho a brillar también. Pero no sólo aborda el tema del mestizaje religioso este hermoso soneto, también obsequia, más adelante, a la Virgen cristiana el epíteto de “Inteligencia soberana, / de su pura grandeza pura silla” (310). No es casualidad que el hablante lírico utilice un personaje femenino para representar la sabiduría.
Existe otro Villancico, el de “San Pedro de Nolasco”, en el que el elemento indio es igualmente incorporado: “Púsolos en paz un Indio / que cayendo y levantando, / tomaba con la cabeza / la medida de los pasos; / el cual en una guitarra, / con ecos desentonados, cantó un Tocotín mestizo / de Español y Mexicano” (Medrano 122). La imagen es la de un indio desvalido, con una no muy buena guitarra: “que cayendo y levantando”, pero que alaba a San Pedro con la música de un tocotín. Cabe destacar que dicho tocotín es calificado de mestizo dentro del cántico –“Español y Mexicano”–.
En “San Pedro de Nolasco”, la voz poética lisonjea la valentía del indio y denuncia la injusticia del sistema tributario impuesto a los aborígenes, en la propia boca de éste, en una donosa y hosca mezcla de náhuatl y español: “(…) no soy hablador: / no teco qui mati / que soy valentón. / se no compañero / lo desafió, / y con se poñote*29 / allí se cayó. / También un Topil*30 / del gobernador, / caimpapa*31 tributo / prenderme mandó. / Mas yo con un cuáhuilt*32 / un palo lo dio / y pam i sonteco*33: / no sé si morió*34 ” (De Medrano 123-4). El indio contrasta la mesura, que la voz poética pone en él, con la valentía que despliega al derribar a su contrincante de un puñetazo, demostrando así el carácter indomable que subyace bajo la aparente pasividad del aborigen, y que se agita tras ese silencio al que bien se refiere Sor Juana en su Respuesta, cuando afirma que el callar no es tener nada que decir.
En “San Pedro de Nolasco” se establece un mensaje de transgresión, como Primero Sueño. El alguacil llega a casa del indio para cobrarle los impuestos, pero éste se rebela dándole un fuerte garrotazo en la cabeza, con el que probablemente lo mata. El poema es una denuncia, donde la escritora, ¿cortesana?, patentiza su identificación con la problemática de los nativos mexicanos. El hablante lírico resquebraja el estereotipo de sumisión y humildad del nativo, ese mismo estereotipo fabricado por Colón, Cortés, Hernán Díaz del Castillo y el Padre de las Casas, y que todavía pernocta en el subconsciente de muchos.
Los escritos de Sor Juana no son ajenos a su realidad criolla, la pueblan, aunque no en gran volumen, con sus indios graciosos, como el del villancico dedicado a “San José de Xochilmico”, o sus negros imaginados, que hablan con encantador ritmo tórrido. Ama a su México, a su América fantástica. Orla su condición de criolla, pero sobre todo, de mujer docta, arropada en un patriotismo sin grandes ideologías políticas, como si fuera difícil para una mente tan espléndidamente barroca detenerse por mucho tiempo bajo la sombra grosera del burdo mundo que le rodea; o quizá, nuestra “Décima Musa” pernotó en la lobreguez de hija ilegítima, de mujer oprimida, perseguida, envidiada, en ese silencio que los hombres, cabezas de instituciones, le quisieron imponer, y del cual escapó incontenible –como urgida lava a través de insospechada grieta– su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, para dejar testimonio del titánico combate de su genio literario contra el incompatible efluvio de una realidad favorablemente adversa.
Notas al pie
1. Octavio Paz afirma en 1982, a raíz de la primera edición de Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampa de la fe: “En 1926 Dorothy Schons decía: ‘La biografía de sor Juana está todavía por escribirse’. Hoy, cincuenta años después la situación no ha variado […]. Más destructiva aún que la indiferencia de dos siglos fue la dispersión de los archivos y bibliotecas de los conventos que siguió a las leyes de Juárez: lo que no fue victima de los hombres, de su incuria o de su venalidad, lo fue de los ratones. Entre las pérdidas irreparables se encuentran la Oración fúnebre de Carlos de Sigüenza y Góngora y varios manuscritos de sor Juana, como un tratado de moral, una pieza de teatro y otros papeles. Además y sobre todo: su correspondencia. Fue muy abundante pues es fama que se carteaba con medio España”(91).
2. Algunos estudiosos, como Fina García Marruz, consideran a la madre de S. J. criolla de origen ‘indio’. Mientras otros, como el Grupo Feminista de Cultura de México en el prólogo a su edición de 1998 de la Respuesta, afirman: “Nace Juana en Nepantla (México), de una mujer criolla—mexicana pero de padres españoles” (9).
3. Señala Sabat de Rivers en sus Notas, a propósito del título de su artículo “Mujer, ilegitima y criolla: en busca de Sor Juana”: “no sabemos si Sor Juana era hija natural o ilegitima; en el último caso implicaría que su padre estaba casado. Doña Isabel Ramírez de Santillana, la madre de Juana, dice en su testamento que sus hijos eran ‘naturales’. En todo caso, los dos términos se utilizan frecuentemente sin hacer diferencia entre ellos” (27).
4. “La separación entre sus padres y la aparición de un nuevo amante, Diego Ruiz Lozano, debe haberla afectado profundamente” (Paz 109).
5. Comenta Octavio Paz al respecto:”Aunque ella se dijo ‘hija legitima’, es seguro que no faltaron los chismorreos y las murmuraciones. Un feroz epigrama, con el que responde a un ‘soberbio’, revela que Juana Inés era sensible a las habladurías: El no ser de padre honrado, / fuera defecto a mi ver, si como recibí el ser / de él, se lo hubiera yo dado. / Más piadosa fue tu madre, / que hizo que a muchos sucedas: / para que, entre tantos, puedas tomar el que más te cuadre. Los que han comentado este epigrama no han reparado que se refiere no tanto a su bastardia como al origen de su padre” (98-99).
6.Firmada en el convento de San Jerónimo, de México, el 1º. de marzo de 1691.
7. El sermón fue predicado en 1650, en el Colegio de Lisboa. El padre Vieyra (1609-1697) fue llamado por su elocuencia el Cicerón lusitano.
8. Me valgo aquí de las 5ta edición, publicada por la editorial Porrúa de las Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz.
9. Me valgo aquí del Vol. 3 de las Obras Completas editadas por Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salceda (1951-56) para citar esta loa que precede al auto sacramental dedicado a San Hermenegildo. De ahora en adelante para referirme a Méndez- Plancarte en las citas usaré la abreviatura MP.
10. En tiempos bíblicos, nombre de un pequeño olivar situado en el monte de los Olivos, frente a Jerusalén. En su pasión, tras ser traicionado por Judas Iscariote, Jesucristo se separó de sus discípulos y se dirigió a Getsemaní a orar (Mt. 26.36). De este episodio es memorable el versículo: “Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo” (La Santa Biblia, Mt. 26.38).
11. “Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” (La Santa Biblia, Mt. 26. 40).
12. De aquí en adelante me valdré de la octava edición de la publicación de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, realizada por Distribuciones Fontomara, con prólogo del Grupo Feminista de Cultura, a carencia del tomo IV de las Obras Completas de Méndez-Plancarte, donde las líneas de la Respuesta están enumeradas. Desafortunadamente, al referirme a dicha obra de Sor Juana, sólo podré identificarla por el número de la página, en lugar del número de la línea o líneas.
13. Entiéndase la comilla aquí, colmada de significación irónica. No existe tal aceptación, aunque aparénteme así parezca.
14. “La separación [del padre] debe haber ocurrido cuando Juana Inés tenía cinco o seis años, sino es que antes” (Paz 110).
15.Así pues, probablemente nació en 1656, es decir, el año en que murió el abuelo de Juana Inés y en que ella fue enviada a México a vivir con los Mata” (Paz 110).
16. “El nuevo amante [de su madre] debe haber sido para Sor Juana Inés como un entrometido y un usurpador” (113).
17. Entiéndase que esta experiencia que narra la monja en la Respuesta es anterior al tiempo en que profesara como religiosa. Es sabido que las monjas sustituyen el cabello largo por el velo: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (1 Cor. 11. 10).
18. “Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (La Santa Biblia, 2 Cor. 12 3-4).
19. En la mitología egipcia se le conocía como Horus, un dios niño. Es representado por un joven con el dedo puesto sobre los labios que en dicha mitología significa niñez. Los griegos le adoptaron como dios del secreto y la discreción al interpretar erróneamente la postura sugestiva del dedo como un gesto que indicaba silencio. Su simbología en Primero Sueño parece sugerir la idea de ver y escuchar pero mantener silencio.
20. Los dioses que habían asistido a la pugna entre Neptuno y Minerva optaron por la paz, simbolizada en el olivo.
21 Minerva, en la mitología romana, diosa de la sabiduría, hija de Júpiter, rey de los dioses, equivalente de la diosa griega Atenea. Minerva nació de la cabeza de Júpiter, ya crecida y vestida con una armadura.
22. Este fragmento de la loa es tomado del tomo 3 de las obras completas de Méndez Plancarte.
23. Véase como en la edición de Méndez Plancarte la palabra es encabezada por una mayúscula.
24. El ave de Júpiter, el águila, símbolo de su poder. La costumbre del ave—descrita en los versos siguientes—de mantenerse durante la noche en una sola pata sujetando con una garra una piedra.
25. Santa Catarina fue condenada a morir aplastada por una rueda con cuchillas que nada pudo contra ella, siendo finalmente decapitada. Esto, unido al origen de la santa, permite a Sor Juana en virtud de las licencias barrocas en el juego de analogías que en ella encuentran singular artífice, componer uno de sus más delicados villancicos sobre el inagotable tema de la rosa y su brevedad” (Medrano 174).
26. El villancico es una de las formas poéticas que han mostrado una mayor versatilidad en su desarrollo, a partir del esquema básico de ‘un estribillo y una serie de estrofas en cada una de las cuales el último verso rima con el estribillo, anunciando la repetición total o parcial de éste” (Medrano 97).
27. La lealtad aquí proclamada no es necesariamente al rey, sino a la religión cristiana.
28. Tocotín era el baile principal de los aztecas. En cuanto a la lengua náhuatl está usada con gran propiedad según opinión de Ángel María Garibay (Medrano 108).
29. Puñetazo.
30. Alguacil o corchete.
31. A causa de.
32. Árbol, pero en el poema significa garrote.
33. En la misma cabeza.
34. Murió.
Obras citadas
De Beauvoir, Simone. The second sex. 1949. Trans. H M Parshley. New York: Penguin,1972.
García Marruz, Fina, comp. Sor Juana Inés de la Cruz - Dolor fiero. La Habana: Fondo
Editorial Casa de las Américas, 2005.
Harss, Luis. Sor Juana's Dream. Trans. Intro. and Commentary by Luis Harss. NY:
Lumen Books, 1986.
Ludmer, Josefina, “Tretas del débil.” La sartén por el mango. Puerto Rico: Ediciones El Huracán, 1984.
Juana Inés de la Cruz, Sor. Obras Completas. Eds. Alfonso Méndez Plancarte y Alberto
Salceda. 4 vols. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1951-56.
---. Obras Completas. 5ª. ed. México, D.F.: Porrúa, 1981.
---. “Poesía” Obra Selecta. 1987. Comp. and ed. Luis Sainz de Medrano. 2nd. ed. Barcelona: Editorial Planeta, S.A., 1991. 3-187.
---. Respuesta a Sor Filotea. 8va ed. México, D.F.: Distribuciones Fontamara, S.A., 1998.
Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de la fe. 1982. 2nd. ed. Barcelona: Seix Barral, S.A., 1988.
La Santa Biblia. De Reina y Valera, gen. ed. New York: Sociedades Bíblicas Unidas, 1960.
Respuesta a Sor Juana
ResponderEliminarSoneto de Juan Cu
“...porque a mis brazos duermes en mi lecho
tu voz callada encuentra que no había
quien te amara de amores satisfecho.
Soy tu deseo Juana que en mi ardía,
y en tu cabal mirada, yo sospecho
que no será amor, tu bizarría.
--De uno que sí te quería—Juan Cu
Cuanto fatal veneno, mía Adhara,
los buenos libros dejan su contexto
a los pobres lectores so pretexto
de escribirlos a quién se los pensara.
Y no habría porqué la queja clara
de aquéllos sus lecturas en el texto,
escribir con la mano al año sexto
las memorias que en mi yo preguntara…
Libros fueron impresos, dos, no más:
los que se escriben unos a los otros,
y los que se publican los demás.
Nuestra vida es un libro que jamás
muriendo está, sí el tiempo de nosotros,
escribe uno sólo, y nunca más.