Anaïs Nin escribió narraciones eróticas para la publicación estadounidense Delta of Venus |
Por Leonardo Venta
“Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer
ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una
neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré a el mundo. Me
adapto a mí misma” .
Anaïs Nin
Si
bien nació un 21 de febrero de 1903 en Neuilly-sur-Seine, ciudad que limita con
el París que se abluciona en el Sena, y falleció de cáncer en Los Ángeles,
cobijo de las celebridades, el 14 de enero de 1977, Anaïs Nin es tan cubana
como francesa y universal.
Vivió
los primeros años de su infancia en la isla con forma de caimán. Sus padres
fueron la cantante cubana Rosa Culmell, de origen francés y danés, y el
compositor y pianista cubano Joaquín Nin y Castellano, de ascendencia catalana,
aunque éste las abandonó cuando Anaïs iniciaba su pubertad.
El
bisabuelo paterno de Anaïs, Joaquín Nin y Güell, integraba la familia que
ejerció el mecenazgo sobre el artista y arquitecto Antoni Gaudí. Su abuelo
materno, Thorvald Cullmell, era danés, asentado en Cuba, casado con la francesa
Anaïs Vaurigard, con quien tuvo ocho hijas. Rosa Cullmell era la mayor. Ella
tenía 30 años cuando se casó, en 1902, con Joaquín Nin.
Pionera
de la liberación de la mujer, es la primera fémina de renombre en el mundo
occidental que escribe relatos eróticos. Publica en Estados Unidos las
compilaciones de narraciones de este género en Delta de Venus y Pajaritos,
en los años setenta, aunque las escribió mucho antes, en la década de 1940,
para un coleccionista anónimo por muy poco dinero, movida aparentemente por
mera necesidad de peculio. “[…] como tengo un carácter muy parecido al de
George Sand, que escribía toda la noche para poder cuidar a sus hijos, tuve que
encontrar un trabajo. Me transformé entonces en lo que podría llamar la
"Madama" de una poco común casa de prostitución literaria”, confesaba
con desenfado.
Así
citamos, con más ánimo de mostrar el refinamiento de su lúbrico estilo que el
de ruborizar al lector, un fragmento de uno de los relatos que aparecen en
Delta de Venus: "Se acordó de Martínez, de su manera de abrirle el sexo
como si fuera un capullo, de cómo los aleteos de su rápida lengua cubrían la
distancia que mediaba entre el vello púbico y las nalgas, terminando en el
hoyuelo al final de la espalda”.
Es
célebre, asimismo, por haber mantenido relaciones incestuosas con su padre,
tras reencontrarse con él en París, después de 20 años de separación; se rumora
que ese ejercicio transgresor respondió al consejo del doctor Otto Rank, su
psiquiatra y amante, para seducir a su padre y luego rechazarlo como castigo
por haberla abandonado siendo niña. Al mismo tiempo, ha sido tarea de sus
biógrafos investigar el triángulo amoroso que estableció con el también
escritor Henry Miller (cuyo Trópico de Cáncer prologó en 1934) y su esposa June
Mansfield, antigua quastuosa: “menage a trois” del que se desabotona su
iniciación en el voyeurismo y el lesbianismo.
Sin subestimar sus novelas, Bajo la campana de
cristal, Hijos del albatros, Una espía en la casa del amor, entre otras, lo que
la hizo famosa, aparte de su deslumbrante audacia y sensual belleza, es su
Diario, volúmenes del 1 al 7, cuyos manuscritos originales comenzó a escribir a
los 11 años y alcanzan la cifra de 35 mil páginas. En la Universidad de
California (UCLA) se encuentran los originales de su Diario, confidente catártico
y compañero fiel de toda su existencia. Lo escribió ininterrumpidamente entre
1914 y 1977. "En el diario soy
natural; en la novela, artificial", confesaba Anaïs.
El
20 de mayo de 1915, anotaba en su recién estrenado consuetudinario relato íntimo: "Soy Ángeles
Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin y Cullmell. Tengo 12 años y estoy
bastante alta para mi edad; todo el mundo lo dice. Soy delgada, tengo los pies
grandes y las manos también, con los dedos largos, que suelo crispar por
nerviosismo. Tengo la cara muy pálida, unos grandes ojos castaños, perdidos, y
temo que revelen mis insensatos pensamientos".
Quien
desee descubrirla a través del celuloide, puede catarla a través del filme
"Henry y June", de Philip Kaufman (1990). Además, La casa del incesto, una morada en prosa poética con mil
habitaciones bajo un colorido mar sahumado de placer venéreo, fue adaptada al
teatro por Georgina Tábora. En 2001, la habanera Daína Chaviano le brinda nuevo
aliento en su excelente novela Gata
encerrada. En 2009, Wendy Guerra, otra natural de la capital cubana, se embebe
del pasado antillano de la escritora para revisar algunos capítulos de su vida
en su libro Anaís Nin: Posar desnuda en
la Habana.
Al
final de tantos desesperados intentos por desperezarla, Anaïs, ceñida de La Habana
–nodriza-madre, “tierra de la belleza”, “castillo encantando”–, ya se ha
imbuido entre nosotros, clandestinamente erótica, conjetura de Venus, hálito de
libertad entre la belleza, el arte y el ansia de conocimiento de sí misma.
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