Publicación bilingüe de Autobiografía de un esclavo, con prólogo del profesor Ivan A. Schulman |
Por Leonardo Venta
“Manzano es un
sorprendente caso de intuición para lo poético, con los escasos conocimientos
que pudo obtener, nos ha dejado una pequeña obra, llena de musicalidad y de
simpatía poética. A veces, su temperamento logra vencer sus deficiencias de formación
literaria, con sensuales y elegantes aciertos”.
José Lezama Lima
Durante el período en que los europeos
subyugaron a los pueblos de América, entre los siglos XVI y XIX, las tradiciones de la oralidad marcaron la estructura de la literatura caribeña. Entre las primeras obras
escritas en español resaltan los poemas y la autobiografía que el esclavo Juan
Francisco Manzano redactó entre las décadas de 1820 y 1830, en Cuba. A su vez,
es el único relato autobiográfico escrito por un esclavo en español.
Manzano, en Autobiografía de un esclavo
(se ha tomado la fecha de 1838) denuncia el espíritu bárbaro de una nación
reflejado en su sistema esclavista. La identidad en Manzano contrasta con la
escritura del amo, de la que se nutre en su aspiración de libertad y
superación.
Para él, aprender la escritura
tiene una connotación libertaria. Sin manifestación escrita, la identidad
cultural del negro está limitada. Por consiguiente, el aprender a leer y
escribir es vital en su propósito de afianzarla, así como una forma eficaz de
exteriorizar la voz colectiva del negro, su potencial de ente civilizado.
La escritura de Manzano,
considerada menor, y, por ende, excluida del canon literario, es redimida
mediante la publicación de esta autobiografía.
Sin embargo, Ivan Schulman considera que la representación dócil y sumisa del
esclavo, viene diseñada "desde arriba", para fabricar la imagen de un
ser inofensivo incapaz de hacerle daño a sus amos y enfatiza así la crueldad de
los mismos, entre los que resalta la marquesa de Prado Ameno.
El esclavo poeta no sólo aprende a
escribir mientras servía a su amo don Nicolás de Cárdenas y Manzano, sino que
imita obsesivamente su caligrafía, aun a escondidas de éste; por otra parte, los amos maestros del círculo de Domingo del Monte, leen y reescriben
el texto de Manzano, cumplimentado su anhelo de autorrealización.
El discurso de Manzano, exaltado
por el matancero Del Monte y su círculo literario abolicionista, se identifica
en cierto sentido con el lenguaje del hombre blanco. De su famoso soneto
“Treinta años”, hay dos versiones, una editada que apenas adolece de defectos,
y otra plagada de éstos. En este tipo de composición, una tradición de la
poesía blanca europeizante, la queja amorosa se transforma en antiesclavista. En el poema notamos la sobrecorrección, que origina un
involuntario efecto paródico.
Su escritura opera como
reproducción de un lenguaje metropolitano. Sin embargo, se levanta contra éste
y la esclavitud. A su vez, se consolida en su carácter representativo de las minorías relegadas. Manzano aprende a escribir calcando
la letra de don Nicolás. Su escritura se impone de la
mano del copista, del corrector, e inclusive del traductor. Se especula
que sobre la sobrecorreción mencionada, pudo influir una decisión editorial
calculada para semantizar el discurso de Manzano y crear la impresión de una
literatura de carácter nacional correspondiente a su rango social. Era de gran
interés entre los intelectuales americanos de la época la creación de una
literatura criolla, lo que pudiera comprobar la posible manipulación del
discurso de Manzano. Nótese el interés de Domingo del Monte, considerado el primer crítico profesional de la literatura cubana, en apadrinar a Manzano y negociar su libertad.
En una época mas actual, un fenómeno similar se catapulta en
la poesía negra de Nicolás Guillen. En El son entero (1947), que incluye la
deformación de términos castellanos, resuellan las preocupaciones políticas y
sociales del cubano y su elemento negro, cuya manera de expresarse se imita. Por
otra parte, en la novela antiesclavista Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde,
doña Josefa se expresa en lengua “negra habanera”, en oposición a las voces
peninsulares.
La presencia del elemento negro en
la literatura cubana se viene gestando desde Espejo de Paciencia, poema
épico-heroico de Silvestre de Balboa, y primera obra de la literatura de la Mayor de las Antillas (1608). Dentro del marco de esa identidad criolla, que desafía la supuesta pureza, la
credibilidad del discurso "blanco" de la Metrópoli, se desarrolla una variante que desafia el poder
hegemónico foráneo, la esclavitud, al mismo tiempo que consolida el lenguaje
y el sentir criollo.
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