Jeffrey Cirio, solista del Boston Ballet, nos confiesa que su rol favorito es Basilio (Foto exclusiva para esta reseña: Manuela Ball)
Por Leonardo Venta
El “Next Generation Ballet”, del Conservatorio Patel de Tampa, bajo la dirección artística de Peter Stark, presentó “El cascanueces” en el Carol Morsani Hall del David A. Straz, Jr. Center for the Performing Arts, los pasados 16 y 17 y 18, como parte de las tradicionales festividades decembrinas.
Al francés Marius Petipa, que llegó a ser director de coreografía del Ballet Imperial Ruso en el siglo XIX, le debemos el perfeccionamiento del modelo de ballet con argumento largo y completo que ha sobrevivido hasta nuestros días. “El cascanueces”, así como “La bella durmiente” y “El lago de los cisnes” – todos de Petipa – son magníficos ejemplares de este tipo de producciones.
Creado en 1892, al enfermarse Petipa, “El cascanueces” pasó a manos de su asistente ruso Lev Ivanov. La música, compuesta por Chaikovski, es una joya melódica, cuyos fascinantes matices orquestales reclaman imperativamente la ejecución de una agrupación en vivo; las susodichas funciones del “Next Generation Ballet” no contaron con esa suerte.
Basado en el cuento de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, el ballet narra la historia de Clara, una niña que recibe como regalo de Nochebuena un cascanueces, juguete maravilloso que la transportará por quiméricos lugares. Así llegó a Tampa esta magia sobre puntas con la acertada adaptación coreográfica de Peter Stark.
En la función que presenciamos, la del viernes, los adagios, variaciones y codas fueron ejecutados admirablemente por decenas de bailarines, en su mayoría estudiantes, dignos de la más acreditada compañía profesional.
“El cascanueces” no es el tipo de ballet que arranca suspiros por uno que otro derroche de virtuosismo; es más bien un espectáculo integral en el cual la sincronización del cuerpo de baile y el entusiasmo de los solistas al combinar series de danza con escenas de mimo generan gestos de complacencia en el espíritu de la audiencia.
La estrella de la velada fue Jeffrey Cirio, solista del Ballet de Boston, que brilló en el rol del Rey de las Nieves, y en una 'no anunciada' virtuosísima variación del Cavalier, que debió haber sido interpretada por José Manuel Carreño, la atracción anunciada, bailarín estrella que cuenta en su más reciente haber “la velada despedida” que le otorgó el American Ballet Theatre, el 30 de junio de 2011, en el escenario de la Ópera Metropolitana de Nueva York, bajo una literal lluvia de flores, reverencias de personalidades danzarias y delirantes aplausos de admiradores neoyorquinos; referencia ésta que tuvo poco o nada que ver con lo acaecido en el Morsani Hall de Tampa.
Carreño, en el rol de Cavalier, se limitó a interpretar un pálido adagio y una fugaz coda del popular ‘pas de deux’ del segundo acto, junto a Katia Carranza, la otra bailarina invitada, que alterna sus presentaciones entre el balanchiniano Miami City Ballet, bajo la dirección de Eddie Villella, y el ecléctico Ballet de Monterrey, que preside su esposo Luis Serrano.
El montaje de Stark agregó, o más bien sustituyó, elementos a la ya conocida coreografía original: el jengibre de la madre, por ejemplo, de cuya falda siempre esperamos ver escaparse una bandada de traviesos pequeñuelos, fue substituido por descomunales graciosas ‘matruskas’, incapaces de emular las alegres sonrisas de los desbandados niños.
De regreso a nuestro hogar, respirábamos la entusiasta magia grupal del “Next Generation Ballet” – algo que ya habíamos constatado en el montaje de "Sueño de una noche de verano" –, mientras nuestra memoria afectiva galopaba las visitadas escenografías; hurgaba los más simples accesorios teatrales vistos; y hasta nuestros dedos repasaban los coloridos tules y brocados del hermoso vestuario; elementos, todos, adquiridos del Omaha Theater Ballet. De repente, la menuda figura de Jeffrey Cirio, en un gran níveo sostenido jeté, fluido de virtuosismo y alegría de vivir, aglutinó la visión que hemos intentado describir, sin saber aún si hemos escrito en sueños o con pleno uso de los sentidos.
Muy logrado el final de esta reseña de caracter poética:
ResponderEliminar"De repente, la menuda figura de Jeffrey Cirio, en un gran níveo sostenido jeté, fluido de virtuosismo y alegría de vivir, aglutinó la visión que hemos intentado describir, sin saber aún si todo esto lo hemos escrito en sueños o con pleno uso de los sentidos".