domingo, 20 de noviembre de 2011

Los 360 años de sor Juana (II)


Por Leonardo Venta

Emprendimos la semana pasada un viaje literario en el tiempo con motivo del tricentésimo sexagésimo (360) aniversario del natalicio de sor Juana Inés de la Cruz, el 12 de noviembre de 1651, en San Miguel de Nepantla, localidad perteneciente al virreinato de la Nueva España, actual México.

Así, con vuestra fiel complicidad, nos referimos a la ya aludida Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), considerada el primer manifiesto feminista de todos los tiempos, en el que la Fénix de América da contestación al texto del obispo Fernández de Santa Cruz, donde éste la acusa de mundana, la conmina a abandonar las reflexiones teológicas – ocupación reservada sólo para hombres –, y le reclama una mayor santidad y dedicación a la vida monástica.

Sor Juana es poeta por gracia divina, e intelectual por ejercicio y determinación inquebrantable. Desde muy temprana edad, siente gran inclinación por los estudios. Así afirma en la antedicha misiva: “Acuérdome que en estos tiempos, siendo mi golosina la que es ordinaria en aquella edad, me abstenía de comer queso, porque oí decir que hacía rudos, y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer, siendo éste tan poderoso en los niños”.

Es evidente que la Décima Musa entendió, desde muy temprano, la gran desventaja que significaba ser mujer. En la edad cuando se depende de otros para tomar decisiones, le ruega a su madre que la vista de varón para ir a estudiar a la ciudad de México: “…oí decir que había Universidad y escuelas en que se estudiaban las ciencias, en Méjico; y apenas lo oí cuando empecé a matar a mi madre con instantes e importunos ruegos sobre que, mudándome el traje, me enviase a Méjico”. El que el panorama universitario fuese reservado sólo para hombres, debió significar un hallazgo demoledor para su temprana vocación intelectual.

A través de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz discernimos la manera en que la sapientísima monja valoraba y ejercía su naturaleza femenina, demoliendo patrones erigidos y diseñados por una sociedad patriarcal. Es así como prefiere prescindir de la holgura de su cabello para obtener un cetro más preciado, el saber: “…que no me parecía razón, que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”.

Los afeites tradicionalmente loados en la mujer no eran parte de la vanidad femenina de Sor Juana. Estaba consciente de la codificación de objeto, vano, dependiente y carente de inteligencia, que la apreciación masculina le otorgaba a su sexo. No debe confundirse la irreverencia de la monja ante este paradigma con lesbios rasgos de su naturaleza. No obstante, se habla de una masculinidad en Sor Juana que se refleja a través de su posición social e histórica.

Así valora dicha aparente masculinidad Octavio Paz en su texto Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de la fe: "Los valores de su mundo eran valores masculinos. Niña quiso disfrazarse de hombre para apoderarse de ellos; mujer, extremó la división platónica entre el alma y el cuerpo para afirmar que la primera es neutral. El estado religioso fue la neutralización de su sexualidad corporal y la liberación y transmutación de su libido. En su jerarquía de valores el conocimiento estaba antes que el sexo porque sólo por el conocimiento podía neutralizar o trascender su sexo. Cualesquiera que hayan sido las causas psicológicas de su actitud, toda su vida estuvo dominada por la voluntad de penetrar en el mundo del saber: un mundo masculino”. (continuará…)

Los 360 años de sor Juana (I)


Por Leonardo Venta


El pasado 12 de noviembre se efectuaron en diversos lugares del orbe numerosas actividades en conmemoración del tricentésimo sexagésimo aniversario del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), la figura literaria más insigne de Hispanoamérica del siglo XVII, la poeta más aclamada, tanto en el llamado Nuevo Mundo como en la segunda mitad de dicho siglo en España.

Como parte de dichas celebraciones, la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), ubicada en la ciudad de México, organizó diversas actividades bajo el lema "Sor Juana: un sueño en espiral", que incluían conferencias, mesas redondas, actividades artísticas y culturales.

Posiblemente, el más significativo de los eventos fue la inauguración de una celda-museo (aposento religioso) en el antiguo convento de San Jerónimo, donde se afirma permaneció la monja-genio los últimos 26 años de su existencia. En la celda han sido recreados pasajes de su vida y de su obra con proyecciones multimedia.

La rectora del alto centro docente, Carmen López-Portillo Romano, expresó durante la inauguración que el proyecto honra su antiguo sueño "de vislumbrar la vida de Sor Juana, oír sus sonidos, la música que escuchó, los poemas que expresan su amor por la libertad y el conocimiento".

Nos aunamos a estos homenajes, de la mejor forma que sabemos, escribiendo – como quien coce su plato preferido – sobre la vida y la obra de la personalidad intelectual que quizá más admiramos. ¿Listos para abordar mi máquina literaria del tiempo? Ajustemos, pues, nuestros cinturones…

Juana Ramírez de Asbaje, nombre secular de nuestra monja jerónima, nació en San Miguel de Nepantla, localidad perteneciente al virreinato de la Nueva España, actual México. Era la hija segunda del vasco Pedro Manuel de Asbaje y la criolla Isabel Ramírez de Santillana: estirpe híbrida que rubrica su condición de nativa y que subyace en el vuelo de su producción literaria.

Su existencia se desenvolvió en medio de la dicotomía que caracteriza a la literatura conceptista barroca: pasión terrenal y obligaciones religiosas, realeza y convento, ansias de saber y el oscurantismo circundante. Su obra más discutida, junto al colosal poema Primero Sueño, es Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. La muy estudiada epístola tiene su origen en la polémica surgida a raíz de su trabajo Crisis de un Sermón o Carta atenagórica, en el que rivaliza con algunas ideas expresadas por el Padre y predicador jesuita Antonio de Vieyra en su Sermón del Mandato. La Carta atenagórica significó un desafío frontal a la jerarquía eclesiástica masculina europeizante desde su posición de mujer, religiosa, intelectual y criolla.

El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz publicó la Carta atenagórica, adicionándole un prólogo bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, en el cual, a pesar de encomiar el texto de la monja, que califica digno de la diosa Atenea, como bien sugiere el título que le otorga, la reprende en nombre de una sociedad definida bajo directrices religiosas patriarcales. Dicha reprensión, que bien tomara de sorpresa a la monja escritora, la cual aparentemente redactó la Carta con la intención de que no fuese publicada, y, al mismo tiempo, fue incitada por el propio Fernández de Santa Cruz a escribirla, le compelió a escribir su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, su célebre autodefensa ante las acusaciones del obispo de Puebla, obra maestra de la retórica en lengua castellana.

La Respuesta, como es conocida la famosa epístola en el ambiente literario, es uno de los más valiosos documentos para discernir los rasgos esenciales que perfilan a la mujer escritora en sor Juana. Les sugiero – más encarecidamente a las damas – que la lean. Aquí les va el link: http://es.wikisource.org/wiki/Respuesta_a_sor_Filotea_de_la_Cruz (continuará...)

sábado, 19 de noviembre de 2011

Desde el filo de mi butaca

Fernando Bujones, al centro, con el Ballet de Orlando (foto: cortesía del Ballet de Orlando)

Por Leonardo Venta

“Es verdad que los amados por los dioses mueren jóvenes, pero no antes de haber devuelto al mundo, multiplicados, los dones con que fueron enviados a él".
Eurípides

Justo ayer recordaba – como quien despierta de un brumoso sueño a la orilla de un encantado lago – de la manera que Fernando Bujones, vencedor de múltiples lides contra las fuerzas del mal para salvar cautivos cisnes sobre el escenario, sucumbiera el 10 de noviembre de 2005 en el Hospital Jackson Memorial de Miami, a los cincuenta años, a causa de una fatal emboscada montada por el maléfico cáncer.

Bujones – destacado por la crítica de danza del New York Times, Anna Kisselgoff, como “el mejor bailarín norteamericano de su generación” – nació el 9 de marzo de 1955 en la ciudad de Miami. Sus padres, cubanos, decidieron regresar a su patria cuando él tenía siete años. Es allí donde comenzó su formación como bailarín con el Ballet Nacional de Cuba. Retornó con su familia a Miami en 1964. Dos años después recibió una beca de la Fundación Ford para continuar sus estudios en el New York City Ballet. En 1972, a los 17 años, pasó a integrar el elenco del prestigioso American Ballet Theatre, para convertirse en el bailarín principal más joven en la historia de la compañía.

En 1974, cuando Mijaíl Baryshnikov asume la dirección artística del ABT se inicia un dilatado capítulo de desavenencias entre los dos bailarines, que culmina en 1985 con la renuncia del cubano-americano a continuar en la agrupación neoyorquina. De esa época data la célebre frase de Bujones: "Baryshnikov tiene la publicidad, pero Bujones tiene el talento".

Cuando el ABT pasó a manos de una nueva directiva artística, Bujones fue invitado a bailar con la compañía en la temporada 1989-90. Ya en 1987 había ingresado como primer bailarín en el Ballet de Boston. Su presentación el 14 de enero de 1990 en la gala de los 50 años del ABT en el Metropolitan Opera House fue soberbia. Más admirable resultó su aparición en 1995 en el mismo escenario neoyorquino, junto a sus compañeros del American Ballet Theatre para despedirse de su público entre vítores y una ovación de pie que duró alrededor de veinte minutos, entre numerosas salidas y entradas al escenario.

A partir de su retiro como bailarín, se dedicó al trabajo coreográfico, la docencia y la dirección artística. En esta nueva modalidad, fue nombrado director artístico del Ballet de Orlando en el año 2000, compañía a la que confirió nuevo aliento. Allí se mantuvo impartiendo vida hasta septiembre de 2005, cuando presionado por la gravedad de su enfermedad, decidió trasladarse a Miami para recibir tratamientos médicos.

Bujones será recordado por su excepcional virtuosismo, armónica elegante línea, envidiables extensiones, vertiginosos entrechats , elevados jetés, bordados encentrados giros, delicado oído musical, aire principesco, contagiosa bravura, inexplicable encanto escénico e ingente versatilidad en el desempeño de roles protagónicos.

Según Kisselgoff, de joven tuvo Fernando Bujones dos ídolos: Erik Bruhn y Rudolf Nureyev, de quienes anhelaba combinar la pureza del primero con la energía del segundo. A raíz de una representación suya de La bayadera en Nueva York, otro reconocido crítico, Clive Barnes, afirmaba que su briosa manera de bailar “mantenía a los espectadores al filo de sus asientos”. Hoy, seis años después de su temprana desaparición física, su memoria aún me mantiene al filo de mi butaca.

Los premios Médicis de Literatura 1972


Con complaciente sobria sonrisa, el novelista Maurice Clavel, a la izquierda, celebra la noticia de haber recibido el premio Médicis de literatura por la novela Le tiers des étoiles; a su lado, el narrador cubano Severo Sarduy, recipiente del mismo reconocimiento a la mejor novela extranjera, por Cobra, apenas puede contener su júbilo. (AP-Photo/Bodini) 27.11.1972)