miércoles, 5 de octubre de 2011

Orígenes, una alhaja literaria

Mariano Rodríguez, José Lezama Lima y José Rodríguez Feo

Por Leonardo Venta

Orígenes (1944-1956), a mi juicio – y con el respaldo de Octavio Paz, quien la calificó como "la revista más importante del idioma", – es una alhaja literaria. Gestada por los dos José: Lezama Lima y Rodríguez Feo (Pepe); dirigida por ambos, hasta el número 34, en que el segundo la abandona; acicalada por el pintor Mariano Rodríguez y el escultor Alfredo Lozano en calidad de coeditares, al decir del periodista, narrador y prestigioso ensayista Reynaldo González, “fue una aventura intelectual definitoria de la cultura cubana del siglo XX”.

Lezama y Pepe se conocen en el estudio donde Mariano pinta sus gallos fauvistas y deslumbra al vacío con líneas y colores de intenso barroquismo. En ese asiduo devenir todos se compenetran. “Un día de invierno de 1944, estábamos Lezama y yo sentados en un banco del parque Martí, en el corazón de La Habana, conversando, cuando se me ocurrió proponerle la publicación de una revista literaria”, relata Pepe.

Consagración de La Habana era el título que le gustaba a Rodríguez Feo para la revista, pero prevaleció el de Orígenes, propuesto por el otro José. La publicación, que se mantuvo prodigiosamente por 12 años, se apuntaló en el ímpetu juvenil de los fundadores, en las colaboraciones de los escritores insulares Cintio Vitier, Eliseo Diego, Fina García Marruz, Virgilio Piñera, Gastón Baquero, Ángel Gaztelu, Justo Rodríguez Santos, Octavio Smith y Lorenzo García Vega, quienes alternaban en sus páginas con luminarias extranjeras como Wallace Stevens, T. S. Eliot, Virginia Wolf, George Santayana, Albert Camus, Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano y el propio Octavio Paz.

A Mariano y Lozano se le unieron importantes creadores de las artes plásticas en la isla – Víctor Manuel, Wilfredo Lam, René Portocarrero, Cundo Bermúdez, Amelia Peláez, Raúl Milián, Fayad Jamís, Arístides Fernández, Mario Carreño, Roberto Diago, Luis Martínez Pedro, Carmelo González – junto a los extranjeros Osborne, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, entre otros, para alternarse portadas y viñetas que constituían por sí mismas obtenciones artísticas.

Sobra señalar que la producción lezamesca enriqueció la revista. Allí publicó el célebre extenso poema “Muerte de Narciso”, aparecido en el segundo número de la revista Verbum el año de 1937, así como el poemario que concertaba el libro Enemigo rumor; además de los primeros capítulos de la novela Paradiso. El Grupo Orígenes a través de su revista alcanza cohesionar lo más selecto de la intelectualidad cubana en el rescate de la identidad nacional a partir de la cultura, proceso que ya se había iniciado con la revista Verbum.

El carácter apolítico y meramente esteticista que se le ha atribuido a Orígenes no es acertado. El desden hacia lo establecido, una forma sofisticada de sedición, y la búsqueda de lo nacional desde una nueva perspectiva sugiere destellos de insatisfacción con el orden establecido. En una de las “Señales” afirma Lezama: “un país frustrado en lo esencial político puede alcanzar virtudes y expresiones por otros cotos de mayor realeza”.

Graduado summa cum laude por la Universidad de Harvard (1943), Rodríguez Feo, cuya acomodada posición económica le permitía subvencionar la publicación, en su frecuentado éxodo por los más altos centros docentes estadounidenses, conoció a valiosas personalidades literarias que a través de una intensa labor de captación de su parte accedieron a publicar en Orígenes.

Asimismo, sus traducciones, de gran academicismo, muchas veces auxiliadas por los propios autores, acentuaron el carácter cosmopolita de la revista. Leemos en una de las misivas que Rodríguez Feo le dirige a Lezama: “mi traducción de un fragmento del tercer tomo de la autobiografía de Jorge Santayana… autorizado expresamente para la revista…”, a lo que el etrusco habanero responde con humor inigualable: “Albricias por lo de Santayana. Péscate trucha mayor y el próximo Orígenes se irá a letras áureas”.

Así la reputación de la revista alcanzó esferas insospechadas. Sin embargo, discrepancias editoriales ocasionaron la ruptura entre sus dos bastiones, a raíz de unos ataques de Vicente Aleixandre a Juan Ramón Jiménez y un artículo que este último deseaba publicar en su defensa en la revista, a lo que se opuso Rodríguez Feo. Lezama se quedó solo al frente de la publicación, pero la falta de fondos ocasionó en poco tiempo la desaparición de la misma.

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