domingo, 31 de julio de 2011

El castellano y las lenguas amerindias (I)

El primer americanismo recogido en un documento español es la voz arahuaca ‘canoa’, 
término con el que  podemos tropezarnos
en la célebre misiva de Cristóbal Colón a Luis de Santángel.

Por Leonardo Venta

El español, o castellano, llegó a nuestro continente a través de los sucesivos viajes de Colón y las posteriores oleadas de colonizadores que, entre otras imposiciones, lo implantaron. A los iniciales intentos de comunicación mediante gestos, le sobrevinieron las arduas labores de los intérpretes europeos o indígenas cautivos. Hubo casos en que los conquistadores fomentaron el empleo de las llamadas lenguas generales, es decir, sistemas de comunicación elegidos por el alto número de hablantes o su potente radio de influencia, como sucedió con el náhuatl en México o el quechua en Perú.

Si la Península impuso en América su lengua, América se le imbuyó sin proponérselo con un variado y exótico vocabulario que bautizaba la flora, la fauna y otros elementos que los españoles desconocían. Algunas de las lenguas indígenas primordiales – por su número de hablantes o por su aporte al español – son el náhuatl, el taíno, el maya, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche o araucano.

En 1536, el emperador Carlos V, en presencia del Pontífice Pablo III, pronuncia por primera vez la expresión ‘lengua española’ que califica de puente ideal para comunicarse con Dios. Por su parte, el primer americanismo recogido en un documento español es la voz arahuaca ‘canoa’, que podemos leer en la célebre misiva de Cristóbal Colón a Luis de Santángel, el primer relato oficial, escrito en 1492, que conservamos del gran encontronazo que algunos llaman descubrimiento. Elio Antonio de Nebrija incluye el vocablo en 1493 en su Ditionarium ex hispaniensi in latinum sermonem.

Arahuaco se refiere a los pueblos y lenguas que se extendieron desde las Grandes Antillas, por muchos territorios de América del Sur. Entre las lenguas indígenas que se cobijaban bajo la sombrilla de la cultura arahuaca se encontraba el taíno, que hablaban las tribus del mismo nombre en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Jamaica.

Conservamos numerosas voces taínas en el castellano: ‘cayo’, isla rasa; ‘iguana’, lagarto o especie de reptil; ‘güira’, árbol tropical de cuyo fruto se hace el instrumento musical llamado güiro o maraca; ‘comején’, termita; ‘yuca’, planta tropical de raíz comestible que tanto amamos y tememos los diabéticos; ‘maní’, cacahuete; ‘ají’, pimiento, chile; ‘barbacoa’, parrilla para azar carne; ‘batata’, el delicioso boniato; ‘huracán’, tempestad tropical; ‘macana’, arma de madera; ‘cacique’, caudillo poderoso y rico, ‘batea’, recipiente que aún se utiliza en algunas zonas rurales para lavar la ropa; ‘zunzún’, pájaro mosca; ‘caney’, cobertizo con techo de palma o paja, sin paredes y sostenido por horcones; ‘hamaca’, red alargada que nos invita a una columpiada siesta.

Todas estas voces todavía se emplean en el castellano, así como otros términos del mismísimo Caribe como ‘bohío’, choza de pencas de palma; ‘bejuco’, enredadera; y ‘jíbaro’, palabra con la que se denomina al poblador del campo en la bella Puerto Rico, así como también se usa como adjetivo para identificar a aquellos animales indomables en muchas regiones de nuestro continente.

A esta lista taína podríamos agregar vocablos que identifican plantas y frutas, como ‘yautía’, ‘mamey’, ‘guanábana’ y ‘anón’. Incluso, la propia palabra ‘Caribe’ significa feroz, irritable y ‘caníbal’, antropófago; mientras el pacífico e indefenso casi extinto ‘manatí’, que Lezama Lima recrea en su novela Paradiso, lo identificamos cuando Cristóbal Colón en su Diario no puede ocultar su confundido asombro al observar, mientras navega por las cristalinas aguas de La Española, “tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no tan hermosas como las pintan”.

Me acomodo, ahora, en mi ‘butaca’ de recuerdos, con el pensamiento fijo en el ‘caimán’ verde, o azul como el cielo cubano que lo arrulla, con la promesa de regresar la semana próxima, Dios mediante, con más vocablos autóctonos de otras regiones de nuestra amada América.

1 comentario:

  1. Leonardo, el castellano es el que se habla en Castilla, el español es el que se habla en Anadlucía, Castilla, Cuba, Perú, Argentina...; es sólo una apreciación. Un saludo y gracias.

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