sábado, 18 de diciembre de 2010
Arthur Schopenhauer
Por Leonardo Venta
El misógino y ateo Arthur Schopenhauer está incluido entre los filósofos más importantes de todos los tiempos. Su obra El mundo como voluntad y representación, publicada en 1819, es considerada el manifiesto del pesimismo filosófico.
Latente aún hoy, la filosofía de Schopenhauer persigue dar explicación completa, exacta y perfecta del mundo en todas sus manifestaciones, tarea que emprende a través de los conceptos de voluntad y representación.
Ferviente opositor al idealismo hegeliano, cuestiona la naturaleza espiritual de toda realidad. Aunque acepta, con reservas, la teoría de Immanuel Kant, según la cual los fenómenos existen sólo en la medida en que la mente los percibe como representaciones. Sin embargo, no concuerda con éste en que la “cosa-en-sí” (Ding an sich), o realidad última, exista más allá de la experiencia.
Para Schopenhauer, cuyas ideas giran alredor de las expuestas originalmente en su obra maestra de 1819, el querer, como voluntad, no está supeditado a una acción previsible, sino que toda la actividad experimentada por la personalidad es voluntad, incluso las funciones fisiológicas inconscientes. Esta voluntad, en el tiempo y el espacio, es la naturaleza innata que experimenta y adopta cada ser como apariencia del cuerpo, que es en sí su representación. Para él, la realidad última es una voluntad universal.
La tragedia de la vida consiste, según este filósofo que encuentra imperfección por doquier, en cómo el individuo vive sujeto a insaciables metas sucesivas, sin lograr nunca satisfacerse. De esa manera, la voluntad conlleva al dolor, cuyo única salida es la muerte. El espíritu avasallador de la voluntad, es decir, el querer, sólo puede contenerse cuando la razón logra domarlo hasta el punto que cesa el afán .
Aunque su metafísica es eminentemente budista, este gran pensador la sincretiza con el cristianismo en sus consideraciones sobre la moral y las obligaciones del hombre.
Schopenhauer propone que los impulsos irracionales de la voluntad, entre éstos la sexualidad, y no los sentimientos amorosos, son los que unen entre sí a las personas.
Desde el temprano pensamiento nietzcheniano a las óperas wagnerianas, el decimonónico siglo, así como gran parte del arte y la filosofía del XX, cosechan las ideas del autor de El mundo como voluntad y representación.
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