viernes, 11 de junio de 2010
Triunfa el Tchaikovsky Perm Ballet
Por Leonardo Venta
Cuando pensamos en Gainesville, lo primero que viene a nuestra mente es la Universidad de la Florida. Imaginamos profesores con maletines, estudiantes en bicicleta e investigadores, con lentes de gruesos cristales, inmersos en la sosegada inercia de los extensos anaqueles de una biblioteca. Sin embargo, la universidad también se honra con un espacioso teatro, el Curtis M. Phillips Center for the Performing Arts, acostumbrado a ser anfitrión de funciones de gran calibre artístico. Fue allí donde se celebró recientemente una única presentación de La bella durmiente.
Este espectáculo, considerado por Los Angeles Times como "una de las experiencias del ballet clásico que debiéramos tener en cuenta para este año", fue presentado por la tercera compañía en importancia de Rusia, The Tchaikovsky Perm Ballet, que comparte los estándares y el estilo de la afamada escuela del Ballet de Kirov.
La bella durmiente se estrenó en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, el 3 de enero de 1890, con coreografía de Marius Petipa, libreto de Iván A. Vsevolojsky y del mismo Petipa. Piotr Ilich Chaikovski fue el responsable de componer la música. La coreografía, por su parte, está basada en un cuento escrito en 1697 por el francés Charles Perrault.
La historia narra cómo la Princesa Aurora, quien recibiera dones de siete hadas madrinas en su nacimiento, fue condenada a morir por la maldición de una maléfica octava. Sin embargo, el Hada de las Lilas, quien aún no le había entregado su don a la pequeña princesa, menguó el afecto nocivo del maleficio para que no feneciera sino que durmiera por cien años.
Al llegar la fecha prefijada en que cumplía dieciséis años, Aurora, junto a todos los habitantes de su reino, fue sumida en el letargo que le había sido vaticinado. Transcurrido un siglo, un beso encantado la devolvió a la vida. Como en todo final feliz, contrajo nupcias con su príncipe salvador, Désiré. Por otra parte, el ballet recrea en el tercer acto otros cuentos de Perrault como El gato con botas, El pájaro azul y La princesa Fiorina, así como La Caperucita Roja.
La loable interpretación de la Princesa Aurora por Natalia Moiseeva, tanto en el aspecto técnico como artístico, y la apuesta gallardía de Sergei Mershin en el papel del Príncipe Désiré subyugaron a la audiencia. Los balances de Moiseeva en el Adagio de la rosa fueron emocionantes. En general, la suavidad de sus movimientos denotaba gran dominio de la técnica del ballom – la calidad elástica del bailarín(a) en su elevación del suelo, cuyo descenso se realiza con una suavidad que parece desafiar la gravedad –.
La Moisseva convenció sobremanera en su papel de “soubrette”, propio de personajes suaves y plácidos como la encantadora Lissete de La fille mal gardée y la coqueta Swanilda de Coppélia. Sergei Mershin, la figura principal masculina, brilló en la gentileza de sus precisos pasos. Yuliya Manazheles, de exquisita línea e intensa interpretación, convenció en el rol del Hada de las Lilas. Igor Soliviev, como la Carabosse, realizó una estupenda caracterización de este personaje maléfico. El trabajo del cuerpo de baile fue excelente, en el que resaltó la sincronizada musicalidad de los movimientos.
A pesar de que La bella durmiente es un ballet bastante largo, The Tchaikovsky Perm Ballet cumplió su función de transportar a la audiencia al encantador firmamento de los ensueños, haciendo que el tiempo se sintiera mucho más corto. Fue una función de calidad, en donde el buen trabajo orquestal, los llamativos trajes, el idóneo decorado, los bien ejecutados pasos y el meritorio desempeño artístico de los bailarines dejaron satisfecho a un público que no reparó en aplaudir los más mínimos detalles que juzgaba plausibles.
Los saludos de los bailarines – que respondían a la cerrada ovación – quedaron suspendidos en el espacio, aún después de haber caído el último telón. Fue una noche de hadas y figuras principescas que coquetearon con la audiencia como avivadas por el duende fantástico de la danza. Fue una función impar que demostró, una vez más, el porqué el ballet ruso sigue siendo considerado uno de los mejores del mundo.
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