sábado, 20 de junio de 2020

En busca del extraviado aroma de una rosa



                                                 Por Leonardo Venta

"Levanta tu párpado cerrado / que acaricia un sueño virginal; / soy el espectro de una rosa / que llevaste ayer al baile (…) todas las noches mi espectro rosa / vendrá a bailar a tu cabecera (…)  y sobre el alabastro en el que reposo / un poeta con un beso / escribió: 'aquí yace una rosa / que todos los reyes envidiarán'”.
                                                Théophile Gautier 

           Desde que un duende me comunicara que Rosita Fornés había detenido para siempre su dilatado andar la madrugada del pasado 10 de junio, un imperioso anhelo de devolverla con mi lira ha batallado dentro de mí por superar este consabido temor de no poder alcanzarlo.
            Y heme aquí, acurrucado tras un críptico ciprés, sin saber qué decir, sin intenciones de hacer periodismo ni literatura, sin citar declaraciones de las llamadas celebridades, sin repasar machacadas historias, sin elucubrar estrategias y aproximaciones, ajeno a esa actitud distante y crítica que no sabe articular el lenguaje de una lágrima. 
            Desde esta inmerecida pena cósmica, cierro los ojos para evocarla. Escucho la "Invitación a la danza" de Carl Maria von Weber; ejecuto acompasados movimientos con recuerdos suyos, nuestros, que –antes de ser remembranzas– atravesaron de un brioso radiante salto mi irrepetible nocturno ventanal habanero con el fin de instalarse para siempre en mi habitación de emociones y ensueños adolescentes.
            Con estos brazos invidentes guiaré al espectro de Rosalía Lourdes Elisa Palet Bonavia en fúnebre irremediable danza. Concluido el baile, me acercaré tembloroso con una rosa en la mano a la ventana abierta –por la que desapareciera como había entrado– en busca de su extraviado aroma.