sábado, 15 de abril de 2017

El maestro César Santos, diez años después (I)

"Autorretrato", 20 x 15 pulgadas, óleo sobre lino, obra de César Santos, 2014 
Por Leonardo Venta

     Lo conocí en septiembre de 2007 en Miami, a raíz de "Danza Imposible", el afiche oficial del XII Festival Internacional de Ballet de esa ciudad, creado por él. Tenía 25 años de edad. Hacía alrededor de doce meses que se había graduado en "Angel Academy of Art", en Florencia, Italia, donde estudió bajo la tutela de Michael John Angel, discípulo del maestro Pietro Annigoni, uno de los grandes de la pintura realista italiana del siglo XX y, a su vez, estudioso de maestros renacentistas como Tiziano Vecellio y Leonardo da Vinci.
     En aquel entonces me dijo: “Mi meta como artista y ser humano es mantenerme con la libertad de expresar mis ideas y lo que siento con respecto al arte. De lograrlo, sería influir en la trayectoria futura del arte y consolidarme como parte de su historia”. Esta declaración pudiera interpretarse como un leve destello de sana presuntuosidad. Sin embargo, aquellos que hemos admirado la obra de César Santos, por alrededor de una década, reconocemos en esas palabras un humilde reflejo de la esencia de un artista exquisitamente consciente de su genialidad. Leamos qué tiene que contarnos diez años después de nuestro primer encuentro, justo cuando comenzaba su carrera. 

He leído que eres sobrino de Raúl Santos Serpa, importante figura de las artes plásticas en Cuba. ¿Es él quien te inspiró a ser pintor?

     Fue parte de la inspiración. Sin embargo, yo opino que nací con la tendencia de poder sentirme inspirado por diferentes experiencias que impresionan mi vida y traducirlas a un nivel artístico.

¿Nos remite esa experiencia con tu tío a Cuba?

     Sí, yo me fui de Cuba a los 12 años. Era un niño. Veía a mi tío teniendo exhibiciones y pintando, y eso me ayudó a percibir la pintura como una profesión. 

Entonces, ¿cómo fue ese primer guiño de luz que te develó el sendero de la pintura?

     El momento inicial que marcó ese cambio drástico, cuando yo me dije que iba a ser artista, ocurrió un año después de haber llegado a Estados Unidos. Yo tenía 13 años. No hablaba inglés todavía. Una maestra de arte de una escuela pública de Hialeah me sugirió que  debía solicitar la matrícula en dos escuelas especializadas en arte: New World School of the Arts y Design and Architecture Senior High (DASH). Hablé con mis padres. Fui a DASH. Averigüé como se hacían los trámites. Solicité la inscripción y fui aceptado a pesar de tener pocos conocimientos de inglés. Sin embargo, mi nivel artístico fue suficiente para que me aceptaran. Eso me motivó a pensar que, si podía alcanzar esa meta a ese nivel, podía llegar a ser pintor. De esa manera, seguí insistiendo en ser artista.

Desde una perspectiva más entrañable, ¿recuerdas algún momento en tu infancia que te dictara la necesidad de ser pintor?

     Cuando tenía alrededor de 10 años, recuerdo haberle hecho un dibujito a una niña que me simpatizaba en la escuela. A ella, Mabel, le gustó. Se lo mostró a su amigas y vinieron a mí pidiéndome que les hiciera dibujos a ellas también. Yo opino que eso me impulsó a seguir dibujando. Me condujo a un nivel de apreciación de la habilidad mía como dibujante.

Sé que te gusta boxear, actuar y, por supuesto, pintar. Detrás de cada artista, hay un ser humano, henchido de inquietudes. Teniendo en consideración esta afirmación, ¿procura algo en tu interior el aplauso a través de estas tres disciplinas?

     Esas tres disciplinas tienen en común que buscan la aprobación. Yo he tenido éxito en la pintura porque busco ser el "showman", hacer algo que a la gente le llame la atención, a partir de la experiencia personal, pero buscando el éxito. De la misma manera, cuando boxeaba procuraba la victoria. Lo mismo sucede con la actuación: el hecho de que me miren, el saber que lo estoy haciendo bien, proyectarme con naturalidad, perseguir el aplauso. Esas inquietudes me han llevado a tener esa actitud con el arte.

"Picasso sobre la mesa" , 28 x 48 pulgadas, óleo sobre lino, obra de César Santos, 2009 
En el 2010, te mudas a Nueva York. A partir de tu estancia en suelo neoyorquino, teorizas lo que llamas el sincretismo en tu arte. ¿Cómo explicas esa teorización?

     El término sincretismo lo aplico primeramente en Nueva York para referirme a mi arte. Si bien, siempre existió en mi obra. Esa mezcla de Cuba con Estados Unidos, lo atípico con lo clásico, el arte contemporáneo con el tradicional, reflejan el resultado de esa influencia en mí. Me puse a desarrollar una obra en Nueva York, con seriedad, y tuve la exhibición en la galería Eleanor Ettinger Chelsea. "Sincretismo" fue el título de la serie que estaba trabajando y también el nombre que le puse a la exhibición de esa serie.

¿Cuántos cuadros componían esa serie?

     En general, terminé la serie con 50 o 60 cuadros. La exhibición en aquel tiempo tuvo 25 obras. 

¿Cómo ha evolucionado tu trabajo en estos últimos diez años?

     Antes me dedicaba casi exclusivamente a pintar. Ahora, me proyecto más en el aspecto estratégico. Hago una pintura pensando bien en el concepto, el porqué la estoy haciendo. También trabajo con los contactos de las galerías que me representan y con proyectos nuevos. Hace un mes comencé el proyecto "Cesar Santos vlog", en Youtube, un canal donde hablo sobre filosofía y arte.

¿En cuántos lugares has vivido?

      Además de vivir en Cuba mis primeros años, he residido en Miami gran parte de mi tiempo. También he vivido en Nueva York, del 2010 al 2012; en Suecia, del 2008 al 2009, y en Italia, del 2005 al 2007.
                                                                                                                                                                      (continuará)

3 comentarios:

  1. Un verdadero maestro...

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  2. Ese autorretrato es una obra tan perfecta, que tal parece que tenemos al artista frente a frente.

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  3. Gracias por esta serie de entrevistas

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