Por Leonardo Venta
La ingratitud es
un mal comúnmente generalizado. Es una forma de egoísmo, un defecto incluso
mayor que la tristeza o pesar del bien ajeno. “No des a nadie lo que te pida,
sino lo que entiendes que necesita; y soporta luego la ingratitud”, decía
Miguel de Unamuno.
Comúnmente, el que otorga favores
espera reconocimiento. No se trata de recibir el favor de regreso, sino de recoger
alguna muestra, aunque mínima, de gratitud. Sin embargo, no siempre se reciben dichas
manifestaciones. Existe una gran diferencia entre dar las gracias y el estar
agradecido. Dar las gracias pudiera formar parte de una simple norma de
urbanidad, carente de sinceridad. El legítimo agradecimiento va más allá de la
mera cortesía.
Hay seres que ignoran (al menos así
lo aparentan) las mercedes recibidas, o las retribuyen con prisa para no quedar
moralmente endeudados. “Demasiado apresuramiento en pagar un favor ya es una
muestra de ingratitud”, afirma François de la Rochefoucauld, autor francés del
Siglo XVII, célebre por sus máximas morales.
En ocasiones, la amargura causada
por la envidia recibe las mercedes como ofensas. Hay quienes consideran el agradecimiento
como una muestra de debilidad, de sentimentalismo, es decir, una manera de otorgar
a los sentimientos la dirección de la conducta. Existe el caso de aquellos que
reciben favores como si se les pagara una deuda. Los peores pagan con la
traición.
No obstante, hay dadores, aunque
parezca extraño, que pueden hacer más mal que bien al brindar ayuda. Se puede ayudar
para resaltar una generosidad inexistente. Algunos, después de socorrer, se lo
echan en cara a los socorridos, humillándolos; lo comentan por doquier o emiten
juicios que violan la intimidad de los receptores del aludido favor.
No hay mejor dádiva que la
desinteresada, fomentada en la relación vencedor-vencedor, en la que ambas
partes se benefician. Debe causar la misma satisfacción dar que recibir. Toda
ayuda que rebaje la dignidad y estima personal de quien la recibe, carece de mérito.
Por eso, debemos saber cómo pedir y dar.
Al ayudar no debemos esperar nada a
cambio. Del mismo modo, es saludable recibir con humilde gratificante gozo.
Aunque no nos lo propongamos, siempre recibiremos favores (somos entes
sociales); de la misma forma, nos veremos involucrados en situaciones que nos presionen
a otorgar asistencia.
En esta celebración del "Día de
acción de gracias", cuyo indiscutible origen es mostrar agradecimiento a Yahvé,
"Dios Padre, de quien todo procede y para quien somos nosotros, y un solo
Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y nosotros también" (1 Cor
8:6), nos preguntamos, ¿qué lugar ocupa la gratitud en la lista de nuestro
sistema de valores éticos?
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