sábado, 16 de julio de 2016

Versión de "Giselle" de Next Generation Ballet triunfa en Tampa

Dominique Luckie y Julia Meister, en el Segundo Acto de "Giselle'. Foto: Cortesía de Soho Images
Por Leonardo Venta 

 Había mucha expectación. Se hablaba de un gran reto. Era la primera vez en Tampa, y una de las raras ocasiones en la  historia de la danza clásica, que bailarines de una compañía conformada por estudiantes, en su pubertad e infancia, afrontaban el desafío de bailar "Giselle", el más grande ballet romántico, y al decir del célebre crítico inglés Harnold Haskell, una puesta que "hace o deshace la reputación de una bailarina", y que, a nuestro juicio, lustra o empaña el nombre de cualquier institución danzaria.
            Realizar con gracia la transición entre lo terrenal y lo etéreo, articular todo un dilatado minucioso lenguaje escénico, ingeniar una atmósfera creíblemente irreal, seducir al público –que quién sabe se enfrentaba por primera vez a la magia de este gema decimonónica–, armonizar lo austero y lo dramático, evitar a toda costa lo sobreactuado –el fatal cliché–, desplegar una rigurosa técnica en que soñadores entrechats, bordados giros, saltos con buen "ballon", entre otros elementos, complementen los dificultosos requerimientos interpretativos –no sólo para los protagonistas sino también para el cuerpo de baile–, desperezando en el asistente una variada y amplia gama de emociones, cuya catarsis, al decir de Theophile Gautier, humedezca los ojos del espectador, son sólo algunos de los elementos que articulaban la amplia armazón de este desafío sobre puntas para Next Generation Ballet.
            Las dos veladas a las que asistí en la Sala Ferguson del Straz Center, el viernes 6 y el sábado 7 de mayo de 2016, fueron estupendas. Ellie Borick  y Julia Meister me impresionaron favorablemente en sus respectivos debuts en el papel de Giselle, sobre todo en el segundo acto. Ellie Borick arrancó en mí las lágrimas a las que se refería Gautier. Julia Meister simplemente me extasió. Ella nació para bailar. A pesar de su juventud, Dominique Luckie, en Albrecht, fue un legítimo danseur noble.
            Juliette Jones interpretó una Reina de la Willis impresionante. Se le percibía ingrávida, hermosa, con convincente disposición autoritaria, como lo requiere el personaje. El Hilarión de Néstor García, sobre todo en la función del viernes, fue sumamente conmovedor. Un "bravísimo" en tono bien alto para Ivonne Lemus. Sabemos sobre su arduo trabajo en la realización de este proyecto. Llegue a ella, a Julio Montano, a Philip Neal, y a todos los integrantes de Next Generation Ballet nuestra más sincera felicitación.  

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