sábado, 26 de marzo de 2016

Coloquio con Alexis Pantoja

La obra de Alexis Pantoja tiene un sello neobarroco, cuya revisión estética representa esa propensión a lo teatral, lo encrespado, lo enfático, lo hipértelico, la distorsión y la hipérbole, lo racional dentro de lo irracional, pero no insubstancialmente sino con el propósito de hilvanar varias propuestas, dentro de un estético sistema de oposiciones binarias.

Lo conocí recientemente a través de un amigo. Es un gran pintor, me dijo al presentármelo. Yo, con la memoria colmada de experiencias, intenté no entusiasmarme en entrevistarlo, quizá para evitar un tropezón innecesario de transitados imaginados egos, o para evitarme una madrugada despierto ante la pantalla de mi ordenador. Le estreché la mano. Comenzó a hablarme de su arte, y cuando ya cobraba impulso, un tercer envite desvió el enunciado de aquel primer encuentro.
            Le eché un vistazo a sus cuadros en el espacio virtual. Me parecieron buenos, subjetivos, con un océano de significaciones por descifrar. Levanté la vista. Busqué su mirada. Ya él estaba envuelto en otra afluencia de articulados pensamientos. Contemplé, sin que se percatara, la motilidad de su perfil, su negro vivaz ensortijado luengo cabello, que caía desordenadamente sobre su ligeramente bronceada frente. Su penetrante mirada de más de cuatro décadas lo repasaba todo, todo menos mi insistencia en observarlo.
            Ya en casa, considero la posibilidad de ejercitar mi nunca satisfecha necesidad de preguntar para aprender, mi casi obsesiva inclinación por asociar las artes plásticas con la literatura. Le pido una entrevista a través del amigo que nos presentara. El artista accede.
            A orillas del golfo de Guacanayabo, recorrido por Cristóbal Colón en su segundo y tercer viaje, se encuentra Manzanillo, ciudad del sureste de Cuba que vio nacer a Alexis Miguel Pantoja Pérez, el 1.º de febrero de 1969, año en que, él nos recuerda, los tripulantes del Apolo 11 protagonizaron el primer alunizaje de la historia.
            Pantoja se inicia artísticamente en la Escuela Elemental de Artes Plásticas "Carlos Enríquez" de Manzanillo, prosigue su formación en la Escuela Profesional de Artes Plásticas "El Alba" de Holguín, para licenciarse en el Instituto Superior Pedagógico de su ciudad natal, en la especialidad de Enseñanza Pedagógica y Educación de las Artes Plásticas.
            Su obra tiene distinción neobarroca, cuya revisión estética representa esa propensión a lo teatral, lo encrespado, lo enfático, lo hipértelico, la distorsión y la hipérbole, lo racional dentro de lo irracional, pero no insubstancialmente sino con el propósito de hilvanar varias propuestas dentro de un estético sistema de oposiciones binarias.
            Muchos de sus cuadros exploran la soledad existencial, con ese carácter trágico, aplastante, que implica todo un desvalimiento e impotencia ante lo efímero e infausto del sino humano, dentro del marco de las consabidas circunstancias gassetianas, elaborando un léxico artístico que se distancia categóricamente de la norma para explayar una riqueza tropológica que coquetea apetitosamente con los sentidos.
            Desde un acercamiento postmoderno, considerando sus eclécticas aristas colmadas de ingeniosos cuestionamientos a todo lo establecido, la producción de Pantoja nos alerta sobre la crisis del original, la simulación y venganza de la copia, que se relaciona con el carácter transgresor y paródico del neobarroco. Dicha visión se entrelaza estrechamente con la búsqueda de una identidad cultural que diferencie 'la otredad', en su ambición de rellenar el vacío, o incomprensión, del hegemónico centro.
            El neobarroco, partiendo de la premisa del barroco colonial, refleja la trasgresión de las relaciones de poder. Lo palpamos en la serie de bailarinas de Pantoja, que se alejan del modelo impresionista eurocéntrico de Edgard Degas, al cual en cierto sentido evocan.



Sus bailarinas aciertan dimensiones de intensidad criolla, con rostros casi siempre mestizos. A partir del modelo original, Pantoja logra una trasposición latinoamericana, más precisamente cubana.



            Este estilo marca un desequilibrio, en el buen sentido de la palabra, que oculta la carencia, tan característica del arte barroco, esa aspiración ontólogica, anhelo para el cual lo aparentemente irracional, hipertélico, antitético, abre una persiana tras la que acechan múltiples esclarecedoras propuestas.  Eh ahí, en parte, el valor de la obra de nuestro pintor manzanillero. Es nuestro reto detectar dichas propuestas, entenderlas y explicarlas. Con ese fin, hemos preparado esta especie de coloquio, interesantísimo, no por nuestra capacidad de escribir sino por la elocuencia didáctica de Alexis Pantoja.  


Hemos leído que comenzaste tu educación artística en la Escuela Elemental de Artes Plásticas "Carlos Enríquez" de Manzanillo? ¿Hasta que punto esta información es certera?

Hay que entender cómo estaba estructurado para aquella época el sistema de enseñanza del arte de la plástica en Cuba. Había una serie de 'círculos de interés' afiliados a las casas de cultura de todos los municipios a lo largo y ancho de país. En mi enseñanza primaria –lo que es tercero, cuarto y quinto grado–, esos círculos de interés fueron mis primeros acercamientos de especialización. Ahora, esto me conlleva a la educación secundaria. Había una escuela elemental de arte en casi todas las provincias y los municipios de mayor preponderancia cultural y económica en la Isla. Tenían a su favor el beneficio de contar con una academia, donde se recibía una formación más abocada a lo que es el conocimiento y el dominio de un determinado género, en dependencia del gusto del estudiante, ya sea pintura, grabado o escultura.

En otras palabras, ¿en "Carlos Enríquez" se estudiaban las tradicionales asignaturas docentes y, al mismo tiempo, se enseñaba arte?

Exactamente. Incluso, a pesar de que los estudiantes a esa edad tenían que cumplir una cantidad de funciones escolares y extraescolares. En el caso de los que estudiábamos arte, como parte de esa formación, nos eximían de determinadas responsabilidades regulares que debían cumplir los demás grupos, para precisamente podernos abocar a las artes. No podíamos hacer otras actividades, como ir a las llamadas escuelas al campo, y eso permitió en alguna manera que nos abocáramos tempranamente hacia ya un dominio puramente técnico de las artes.

¿Cuándo ingresaste en la Escuela "Carlos Enríquez"?

En el nivel de secundaria básica.

¿Era selectiva la matrícula?

Cualquiera tenía derecho a ser candidato para matricularse. Sin embargo, había que pasar un examen de talento. Yo recuerdo el día que hicimos los exámenes, entre 20 o 30 candidatos, fueron solamente seleccionados 10 o 15. Esa era la cifra aproximada que ingresaba cada año.

Entonces, ¿tu iniciación en las artes plásticas comenzó en "Carlos Enríquez"?

Para ser justo, realmente empezó con el Círculo de Interés de la Casa de la Cultura de Manzanillo. Era, como lo dice el nombre, un círculo de interés al que aspiraban estudiantes de muchas escuelas de primaria. Igualmente, teníamos que pasar por una especie de prueba para valorar nuestras cualidades.  

¿Qué edad tenías cuando te incorporaste a la Casa de la Cultura de Manzanillo?

Estaba en tercer grado. Tenía alrededor de 8 años. Recuerdo que en aquel entonces se celebraba el Festival Nacional de Artistas Aficionados. Recibí el primer premio a nivel nacional en 1980. Tenía 11 años. De esa forma, cuando yo ingreso en "Carlos Enríquez" ya venía con otro tipo de fogueo en eventos y participaciones. No fue tan sencillo el acto de pasar a una nueva faceta o categoría.

¿La relevancia de ese premio a tan temprana edad?

Fue todo un acontecimiento. Recuerdo que cuando llegué a Manzanillo, después de recibir el premio en La Habana, fui recibido como todo un héroe en el mundo de la escuela.

¿Cómo descubre Alexis Pantoja al artista en sí mismo?

El arte siempre estuvo en alguna medida en mi existencia. Cuando estaba apenas en el círculo infantil, lo que aquí le llaman el kindergarten, en una vasija de plástico con estructura redonda donde cabía la tempera, yo dibujaba con los deditos. En uno de los recuerdos más vagos que conservo, tendría 4 o 5 años, pintaba un autobús, arquetípico de aquella época, lo que te da indicio que siempre el ejercicio de la plástica fue un componente paralelo en mi existencia. Incluso, lo que permite que yo entre en el Círculo de Interés de la Casa de la Cultura es que en la escuela me destacaba por encima de la media.

¿Hay alguna agenda política y social en tu arte?

Vivimos en una isla, cuyo imaginario –como bien dice el ensayista y crítico de arte cubano Iván de la Nuez– está apoyado en dos columnas: el sexo o la política, o la  interrogación entre ambas. Por lo tanto, cualquier atisbo que se pueda ver en mi obra, como en el arte cubano en sentido general, no debe extrañar que abarque tópicos de esta índole, porque el arte siempre es un reflejo, o especie de crónica, del contexto que le toca experimentar. La lógica del arte cubano está sobre esa cuerda.

En las décadas de los sesenta y setenta la ideología del árido realismo socialista, como expresión artística oficial, se había injertado en Cuba para regir gradualmente la cultura en la Isla, a la hora de crear y valorar las obras artísticas y literarias. En el caso mío, en lugar de politizarme, mi salida fue alienarme. ¿Crees que la opción adoptada por mí (como artista) contradice lo expuesto por Iván de la Nuez?

Ya sea por afirmación o negación de esa realidad, no se puede escapar del campo gravitatorio del contexto que nos rodea, como consecuencia de una manera o de otra de ese contexto, porque la naturaleza del arte cubano, sea el teatro, la plástica, la literatura, nunca dejó de tomar en cuenta una postura analítica sobre los derroteros existenciales del artista o de la sociedad en la que estaba inmerso. Para mí arte es arte; es un mecanismo que hay que saber definir. ¿Dónde está el fracaso lamentable de muchas propuestas o artistas? El arte era más militancia política –ya sea a favor o en contra del sistema–, que el arte en sí; estaba relegado y eso los hizo fracasar.

¿Cuáles son las temáticas fundamentales que abordas en tu obra?

La soledad, la espiritualidad, la insularidad, el desarraigo. Yo nací en una ciudad que tiene mar [Manzanillo]. Yo recuerdo, sin tener conciencia de ello, que llegaba y siempre tenía gran fascinación por sentarme en el muro del malecón y disfrutar de ese horizonte. Y gracias a eso, ese horizonte me permeó de un mecanismo de asistir a las fabulaciones, y de asistir a una serie de mecanismos simbólicos que me han servido para mi trabajo actual. O sea, el mar es una presencia perenne en mí, ¡y que casualidad que precisamente ha marcado a la sociedad cubana!, como partida, como llegada, como escape, como opresión, como salvamento. Yo reivindico las aguas, el paisaje marino y el horizonte. Todos los términos encajan, a mi juicio, de una manera armónica ahí.

¿Qué relevancia tiene en tu trabajo la insularidad?

En muchas de mis obras, el verdadero protagonista es ese pedazo de roca que se levanta en el medio del mar, y sobre el que se estructura la historia que planteo en el cuadro.




¿La soledad?

Si hay una palabra que en realidad refleja la realidad cubana es la soledad. Es una situación a nivel de todo el país. En lo carnavalesco, fiestero del cubano hay una manera de calibrar la falta, o carencia, por la otra punta. Hay un proceso migratorio de desarraigo, la partida cada vez más acelerada de los grupos generacionales. Yo no tengo gente de mi propia generación cerca, porque casi todos se han ido del país.




¿La espiritualidad?

Es uno de los componentes básicos que nos hace precisamente moralizarnos. A mi juicio, están en crisis los valores referentes a la vida espiritual. Se están borrando las históricas barreras entre lo que es arte y no arte. El arte se está haciendo más cerebral y práctico, al punto que la parte espiritual cada vez pesa menos, y eso es peligroso. Otra parte, comprende un componente básico en la manera en que uno mira el mundo. Para ser un artista, uno debe tener un nivel de pulsación espiritual muy fuerte.

¿Es Cuba un tema central en tu expresión plástica?

Efectivamente. Me afecta, duele y choca la partida cada vez más acelerada en grandes proporciones de grupos humanos de las ciudades. Si tu realidad se conforma sobre la base de un grupo de amistades, de un grupo social que te marcó, de lo que yo llamaría tu "ciudad personal", y ese cúmulo de personas ya no está porque ha decidido buscar otros horizontes, todo eso es parte de la realidad cubana.  





¿Y qué persigues con la hipérbole?

Es un mecanismo donde se exagera, se pierde la noción de racionalidad. Es la manera en que el cubano mira al mundo de una manera desproporcionada. Es la poca correspondencia entre nuestra visión de la realidad y, de alguna manera, el punto de no concreción de las intenciones de esa sociedad que se quedó a mitad del camino entre la intención y el deseo.




(Me maravilla la facilidad de expresión de Alexis Pantoja. Le digo que pudiera ser un gran escritor, si se lo propusiera. Me comenta al respecto).

Yo también fui profesor universitario. El haberme enfrentado a la cuestión pedagógica y el encantarme la información, incluso de otras ramas del saber que no tienen que ver con el arte, quizá determine mi facilidad para expresarme.

¿Qué significan para ti las proporciones?

Hay una dicotomía entre la emoción y el racionamiento en el cubano. Desde mi punto de vista, lo que permea más el  imaginario cubano es la pasión y la emoción por encima de la razón. La proporciones son de alguna manera la expresión práctica, visual y marginal de esto que te estoy explicando. Si vieras las obras originales mías, constatarás que son gigantes...

¿Te gustan las obras de gran formato? He leído que algunos te consideran muralista...

Es que yo estudié muralismo, o más que muralismo la llamada pintura monumental, una de las formaciones que tuve, gracias al maestro Cosme Proenza, que se gradúo en el Instituto Superior de Bellas Artes de Kiev, Ucrania, en la especialidad de pintura monumental. En el debate sobre la realidad cubana, se sugiere que ésta es más de pasiones que en sí de racionamiento. Yo intento mezclar y poner en equilibrio ambos aspectos. Mi pintura, a pesar de ser pasional –en la manera que expresa sus colores, sus composiciones–, intenta ser racional, en cuanto a la historia que plantea. Mi obra es una especie de fábula, en que me valgo de personajes para contar esa historia. En suma, mis pinturas son ficciones de la realidad, montadas sobre ese mecanismo de razonar la vida. Hay problemas que no son únicamente de Cuba, sino consustanciales al género humano.

¿El manejo del color en tu obra?

El color tienes que verlo por varias puntas. Hay tres artistas que me condicionaron: Velázquez, Rembrandt y Rubens, aunque hay otros más en la camada, como Frans Hals. En mis cuadros, me acerco mediante el uso del color al imaginario de la plástica latinoamericana, con la preponderancia de lo fantástico. Todo hizo implica un cromatismo muy latinoamericano, que nos diferencia del mundo europeo, e incluso del estadounidense. Por otra parte, yo he ido evolucionando del tenebrismo rembrantdiano hasta irme insertando dentro de la luz.  Hoy en mis cuadros se detectan colores más vivos como azules, rosas. Es un proceso.




¿Con cuál movimiento pictórico te identificas?

Con el barroco; estéticamente, el neobarroco.

Entre sus múltiples características, el neobarroco se vale del choteo, la parodia. ¿Se percibe en tu obra?

Claro, es un choteo intelectual, refinado. No es fácilmente digerible.




¿Otras facetas tuyas como artista?

He hecho cerámica, casualmente en la ciudad italiana de Gubbio. También estoy incursionando en el dibujo. A pesar de que mi pintura está montada normalmente como dibujo, empiezo a desarrollar una serie de trabajos cuya estructura se basa solamente en el discurso de la línea, es decir, el dibujo.

¿Cómo opera en parte el discurso que enarbola tu producción?

A través de mecanismos contrapuestos de intenciones intelectuales.

¿Evolución en tu arte?

Mas que evolución es adaptación, sobre la base de los estilos y las proposiciones que van cambiando conforme varían las expectativas del mundo que te está tocando.

Tengo entendido que ésta es tu primera visita a Tampa. ¿Qué impresiones te llevas de regreso a Cuba?

Me llevo un recuerdo sumamente positivo. Si hay una ciudad que estoy sospechando me gustaría estar en ella por un tiempo, como una extensión de mi trabajo, sería Tampa. 

4 comentarios:

  1. Sin lugar a dudas, Alexis Pantoja es uno de los más destacados pintores cubanos de su generación.

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  2. excelente entrevista. felicito tanto a entrevistador, por su introduccion y excelente preguntas, como al entrevistado por sus acertadas respuestas y gran nivel didactico.

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  3. Tambien tuve la gran dicha de conocer al gran Alexis en un viaje reciente a mi natal Bayamo. Haberle conocido es una de las experiencias mas inolvidables de este viaje. Alexis, como buen Granmense, es muy espontaneo, yo diria en la busqueda constante de atrapar pequeños momentos que solo él convertiria en transcendentes.

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  4. I think there is so much creactivit in is work this is the a pure art painting
    I am Audry Mulaba artist Painter from Congo DRC keep it up

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