Los integrantes de "Tiempo Libre" celebran tras una de sus dos exitosas presentaciones en el aréa de la bahia de Tampa. |
Por Leonardo Venta
Los días 6 y 7 de abril, Saint Petersburg y Clearwater conocieron de cerca a “Tiempo Libre”. A través de dos conciertos brindados por esta agrupación musical, junto a la Orquesta de la Florida, el inquieto Céfiro antillano, de la mano de la Euterpe caribeña, exhaló cadenciosos soplos, como confirmando la ancestral presencia de la música cubana en el olimpo sonoro.
Una diáfana complicidad, plena identificación entre los músicos, derroche de camaradería, gozo, frescura, profesionalismo, ritmo, entrega, talento, se fundieron para desperezar nostalgia cubana, sana satisfacción, como parte de un formidable óleo musical grupal, en el que audiencia y artistas fueron artífices.
Así lo ratificaron las presentaciones a lleno completo en el Mahaffey, que mira amistosamente de soslayo a su vecino Salvador Dalí (el museo), y el Ruth Eckerd Hall, con capacidad para 2,030 y 2,180 personas, respectivamente, entre ovaciones del complacido público por la brillante actuación de la banda de siete músicos cubanos establecidos en Miami, junto a la prestigiosa Orquesta de la Florida, y un repertorio que además de hacer vibrar y bailar a la audiencia, exhibió en vitrina de lujo algunos de los cetros rítmicos – imposible recrearlos todos, por su vastedad – de la cadenciosa isla antillana.
Jorge Gómez, fundador y director musical de “Tiempo Libre”, e hijo del gran maestro del teclado Jorge Gómez Labraña, ya nos había anunciado que asistiríamos a un espectáculo nada ordinario: “una verdadera fiesta cubana”. Guiados por el propio Gómez, al piano, y la contagiosa rítmica alegría de Xavier Mili – que animó, cantó y bailó en derroche de bien sazonada energía –, los músicos de la banda, dieron vida a antológicos éxitos cubanos como “El bodeguero”, “Guantanamera”, “Son de la loma”, “El manicero”, el mambo "Bonito y Sabroso", donde 'México y La Habana… son como hermanas'; y el coqueto y ocurrente chachachá de Enrique Jorrín que aconseja no bañarse en el malecón.
Entre las tumbadoras – o congas –, vértebras fundamentales de la estructura musical cubana; la ‘timbera’ batería; el piano que se atreve a interpretarlo todo; la trompeta, tan barroca como Bach y audazmente creativa como el jazz afrocubano; el caballero ‘bajo’, distinguido protagonista de las fervorosas descargas musicales isleñas; el saxofón que habla y se estremece en cubano; la inconfundible flauta en el pentagrama musical del dilatado archipiélago antillano, se acoplaron armónicamente con la prestigiosa Orquesta de la Florida, bajo la batuta de Sarah Hicks, para interpretar el romántico bolero, el acompasado chachachá, la provocativa rumba, el rítmico 'son', el habanero guaguancó, el electrizante mambo, la sandunguera guaracha, y el plañidero pródigo jazz.
El concierto del sábado, 6 de abril, comenzó con “Danza Lucumí”, de Ernesto Lecuona, notable pieza del folclore cubano, interpretada por la Orquesta de la Florida. Después, irrumpieron en el escenario los músicos de “Tiempo Libre”, nominados en tres ocasiones a los premios Grammy, para interpretar “Baqueteo”, una transición del “Concierto de Cello Suite No. 1”, de Johann Sebastian Bach, a ritmo de danzón, arreglo de Gómez y Raúl Murciano, fundador de “Miami Sound Machine”.
Los temas fueron cobrando intensidad y la audiencia comenzó a identificarse gradualmente con el brillante repertorio de la joven agrupación antillana. La famosa composición “Air On The G String”, del CD nominado al Grammy “Bach in Havana” (Sony Classical, 2009), el cual, como sugiere el título, recrea sonatas, suites y preludios del gran compositor alemán barroco, fue uno de los momentos en que cristalizó "el hechizo", seguido del conjuro artista-audiencia, cuando el virtuosismo de los intérpretes arrancó espontáneos aplausos de admiración entre los asistentes.
El concierto continuó con popurríes de sones y mambos, y dos arreglos más de la música de Bach: “Minuet en G” y “Fuga”. Después del intermedio, la Orquesta de la Florida prosiguió el recorrido musical con una muy relajante interpretación del “Danzón núm. 2”, del mexicano Arturo Márquez, en que el clarinete preside el diálogo con los otros instrumentos solistas. Bajo el embrujo de los grandes espectáculos, los asistentes, en su mayoría anglosajones, fueron igualmente seducidos por un solo de timbales, popurríes de bolero y chachachá, y el éxito “Tu Conga Bach”, de Jorge Gómez y Leandro González, el cual “Tiempo Libre” hubo escogido para interpretar en el popular programa televisivo estadounidense “Dancing with the Stars”, en 2009.
Terminado el programa, reiterados efusivos aplausos y una audiencia en pie dictaminaron que los músicos volvieran a salir al escenario, y, obviamente, llegó el esperado estimulante ‘encore’. Jorge Gómez anunció “Lágrimas negras”, el célebre bolero-son del compositor y cantante cubano Miguel Matamoros. Luego, en una verdadera apoteosis de júbilo, los músicos se despidieron con “Manos pa’arriba”, otro refrescante regalo que puso a bailar a gente de todas las edades.
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