Mary González hace gala de un españolismo traje de cola, el cual combina con un espléndido mantón de Manila. Foto: Cortesía del Teatro Lírico Español de Tampa
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Por Leonardo Venta
Una entusiasta audiencia de seguidores del Teatro Lírico Español de Tampa hizo caso omiso de los partes meteorológicos que pronosticaban una tarde tempestuosa, y acudió el domingo, 24 de junio, al Salón de Actos del legendario Centro Asturiano de Ybor City para presenciar el espectáculo “El nombre de España”.
El programa incluía canciones que despertaban nostalgia, como “Maitechu mía” (de la tradición vasca); otras obraban júbilo, como “Francisco Alegre” y “Granada”; así como “Bailes Bastones”, “Bulerías” y “Rumba Flamenca” incitaron al máximo la españolidad de los asistentes. Simplemente fue como sentir a la España lejana resguardados de un fuerte aguacero dominguero bajo un literal paraguas artístico.
El responsable de este cara a cara con la música y el baile peninsular a través del tiempo y sus disímiles espacios geográficos fue René González. La agrupación musical que dirige el pianista y arreglista Steve MacColley acompañó a los solistas Mary González, Melanie Rose, Michael Pruitt y Rolando Pérez, quienes pusieron timbre melódico y garras interpretativas a las encantadoras canciones que acicalaron la función.
Al mismo tiempo, el grupo “Faustino y sus bailaoras” y la solista Alta Faisone pusieron la danza ibérica a tono con la atmósfera que exigía un recinto como el Centro Asturiano. Entre las piezas bailadas más aplaudidas figuraron “Rumba flamenca”, por Faustino y sus bailaoras”, y el bello intermezzo de “La Boda de Luis Alonso”, interpretado por Alta Faisone con un dominio agraciado de los pasos rítmicos y de las castañuelas.
René González, uno de los profesionales de la palabra más versátiles de Tampa, animó la matinée en perfecto castellano e inglés. Interpretó, asimismo, “La Sétima”, pieza a tiempo de chotis – ritmo muy parecido al de la polca, pero con una cadencia más reposada –, que él mismo compuso en 1986 y que ha adquirido vigencia con la polémica sobre cuál debiera ser la manera correcta de pronunciar y escribir el nombre de la histórica “Sétima Avenida” de la ciudad de Ybor.
El repertorio del espectáculo fue escogido con meticulosidad por René González, tomando en cuenta la variedad, el interés y el eclecticismo que perseguía un programa de esta índole. Predominó el paso doble, según González, el baile español de salón más típico; las bulerías; el zorcico, un ritmo típico de baile popular tradicional vasco-navarro; las sevillanas y la rumba flamenca, entre otros. Los pregones “La violetera” – muy madrileño, por cierto – y “Clavelitos”, en la voz y el estilo de Melanie Rose recorrieron alagadas mesas donde duendes de quién sabe cuál recuerdo obsequiado con flores suspiraban nostálgicas sonrisas.
El vestuario fue colorido, vivificante, muy acorde al estilo del montaje del espectáculo. Sobresalieron los trajes exhibidos por Mary González, especialmente el que portó con garbo en su interpretación de “Carmen de España”, al hacer gala de una legítima mantilla de madroño negro, apreciable prenda del traje típico en las gaditanas.
Concluido este agasajo artístico, René González y los miembros del elenco se mostraron satisfechos y agradecidos ante la excelente acogida de los asistentes, sabedores estos últimos de que aquella era la única oportunidad que tendrían en todo el año de disfrutar en vivo de la música tradicional española en el área floridana de Tampa.
Entre sus planes inmediatos, el Teatro Lírico se alista para conmemorar su quincuagésimo cuarto aniversario. El señor González – alma de esta agrupación, con más de 300 espectáculos a lo largo de más de cinco décadas de carrera – compartió conmigo una frase poética que compendia el sentir de toda esta reseña: “Ha sido muy grato haber contemplado los rostros de las personas que asistieron al espectáculo como si hubiera sido una peregrinación al altar de la música española”.
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