sábado, 11 de junio de 2011

De la actual gira del Ballet Nacional de Cuba por Estados Unidos

“Del ballet cubano, un ‘Don Quijote’ digno de ese nombre”


Viensay Valdés y Alejandro Virelles, Kitri y Basilio, los protagónicos de "Don Quijote" en el Kennedy Center de la capital estadounidenseen en la première de la gira 2011 del Ballet Nacional de Cuba por Washington, Nueva York y dos ciudades de California, entre ellas Los Ángeles. Foto: Nancy Reyes.

Por Sarah Kaufman*
 Publicado: 4 de junio de 2011 en el Washington Post
(traducción al castellano por Leonardo Venta)

El satisfecho latir musical de los corazones de la audiencia que asistió a la función del Ballet Nacional de Cuba en el Kennedy Center Opera House marcaba el pulso galopante de “Don Quijote”; una audiencia cautiva e indefensa ante la revitalizada música de Ludwig Minkus por una forma de bailar que no brindaba otra alternativa que la de reenamorarse del ballet.


“Don Quijote” es una fiesta de embriaguez, y los cubanos no decepcionaron. El excelente cuerpo de baile fue una estrella en sí misma, con su efectiva participación en cada escena. Estos bailarines no eran simples elementos que secundaban a los solistas, sino integrantes legítimos de un todo. Maniobraban con habilidad para conseguir una mirada más atenta a los briosos dúos, o saltaban en hilarante batalla con el mismísimo querido viejo don Quijote y su compinche Sancho Panza.

La velada contó en su totalidad con un fuerte reparto. Los toreros con sus afiladas piernas como  banderillas, sorprendentemente, tomaban aire al unísono compás de la música. Con sus legítimas estelares auras, José Losada, como líder de los toreros, y Amaya Rodríguez, su amada, estimularon el apetito para la deslumbrante entrada de las luminarias de la velada: Viengsay Valdés, como la bella aldeana Kitri, y Alejandro Virelles, como su galán barbero Basilio.

Valdés es una bailarina especial; de esas que pueden imponerse sobre una audiencia de dos mil personas con un simple pestañeo, e impartir alegría a los balcones con una amplia sonrisa y un ademán de sus brazos. En una serie tan resuelta de vertiginosos fouettés, vuelve todo borroso. Cuando realiza un balance, detiene el tiempo. Quién sabe cómo, mediante qué combinación de músculos, voluntad o fortaleza interna, ella logra mantenerse con aplomo sobre una pierna, mientras que eleva la otra en arabesque, agarrando a la gravedad por la garganta, mientras que el resto de nosotros contenemos el aliento, las notas de la música giran cerca y las edades se dilatan; el tope del endeudamiento se agrieta y Washington vuelve seguramente sus sentidos sobre embargos y…. oh sí, entonces Valdés, toma un poco de aliento, estira apenas un poco más sus extensiones, para volver nuevamente a la realidad (a la tierra).

Virelles se le iguala a Viengsay hasta en lo más mínimo, con la gracia casual y la abierta sonrisa de un adolescente rompecorazones (los representantes de la compañía rechazaron declarar su edad). Él tiene hermosas alargadas piernas que abre en forma de tijera en saltos que atraviesan el aire sin rastro de esfuerzos. De hecho, el esfuerzo de los bailarines no se hizo palpable en ningún momento de la función; mirar a los cubanos nos hace pensar en cómo generalmente se refleja en los músculos de otros bailarines el empleo enérgico de la fuerza física, algo que los cubanos realizan con evidente facilidad.

Hay tantas cualidades estelares en esta compañía; todas subrayan un abrazo abierto de par en par con el potencial físico. Usted aprecia esto, también, en la presencia de bailarines de color en todos los rangos. Pero, sobre todo, lo físico se conecta con lo espiritual, y esto es lo que yo considero el principal encanto de esta producción: el simple hecho de que narra una buena historia.

El ballet “Don Quijote” nunca ha tenido mucho que ver con la maestra obra literaria de Cervantes. En la mayoría de las versiones de este ballet, originalmente creado por Marius Petipa en 1869, el caballero andante que le da título es un personaje menor, un viejo tonto. En 1998, Alicia Alonso, directora de la compañía cubana, transforma eso. Se aunó con sus colegas Marta García y María Elena Llorente para crear la versión que se estará presentado aquí hasta el domingo.

Los cubanos han hecho de “Don Quijote” una verdadera historia de amor, que refleja la devoción del caballero andante por Dulcinea; su visión idealizada de la mujer, manifiesta en cada acto. El personaje de Dulcinea, tan esencial en la novela, no aparece en la mayoría de las versiones balletísticas; sin embargo, ella es una de las innovaciones de la Alonso. De hecho, Kitri adquiere aquí más profundidad porque se transforma en gemela de Dulcinea en la mente de don Quijote. Al enlazar las figuras de Dulcinea y Kitri - bailan brevemente una tras otra en dos ensoñadores momentos claves – se nos alienta a pensar en una Kitri menos coqueta y más ennoblecida. Y esta imagen en que la bailarina representa un ideal que evoluciona en fortaleza física y espiritual, hace que “Don Quijote” no se encuentre solo en ese propósito. “La bella durmiente” e incluso “Cascanueces” contienen esa noción también, en que la perfecta técnica de la heroína compagina con las bondades de su carácter. La fortaleza interna es expresada con delicadeza externa. Esto es lo realmente clásico en el ballet clásico

“Don Quijote” ha sido siempre un clásico en términos de estilo y lenguaje danzario. Pero usualmente ha sido tratado como una serie de sensacionalistas virtuosismos, puntualizados con toques de comedia; la historia se pierde y su gran simbolismo se subestima. Consideremos, por ejemplo, la “escena de la visión” en el segundo acto, cuando don Quijote sueña con dulces jóvenes damas en formaciones ordenadas. Este es generalmente un momento estético pero incongruente del ballet, una excusa para exhibir filas de tutúes. Mas, en la versión cubana, don Quijote aparece en su propio sueño, junto a su amada Dulcinea, ataviada con vestido rojo y velo. Entonces, Kitri toma su lugar mientras don Quijote la contempla con temor, así como lo hacemos nosotros, porque la estamos contemplando a través de los ojos del amado que la sueña.

Encantadora es también la pintura de la luna llena en el decorado; tal parece ser el maltrecho redondo escudo de Don Quijote que yace en el suelo. Es su sueño, después de todo, en el cuál él es el héroe; su escudo arroja la luz guiadora y su amada finalmente está entre sus brazos.  .  . Es entonces cuando Sancho Panza lo despierta. Perfecto. Don Quijote quizá no logra conseguir su deseo, pero nosotros sí. Y aun más. El Ballet Nacional de Cuba presentará “Don Quijote” hasta la matinée de este domingo, con cambios en el elenco.

*La autora de este escrito, Sarah Kaufman, es ganadora del Premio Pulitzer a la Crítica 2010; el jurado que otorga dicho prestigioso galardón ha calificado sus reseñas artísticas dedicadas a la danza de "refrescantes e imaginativas”, así como de “iluminar una multitud de temáticas con comentarios provocadores”. A mi juicio, sus críticas son una excelente e inusual manera de hacer literatura.
Lee C. Bollinger, Presidente de Columbia University, presenta el Premio a la Crítica 2010 a Sarah Kaufman del periódico The Washington Post.

 

2 comentarios:

  1. Da gusto saber que el ballet cubano aun se destaca.
    Y mi tia la favorita? Que bien!!!

    Lisette
    http://lacubanitacose.blogspot.com

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  2. Diosas como Mirta Plá son irrepetibles!!!

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