La adaptación de la novela de Emilia Pardo Bazán, Los Pazos de Ulloa (1886), protagonizada por Fernando Rey y Charo López, fue llevada a la televisión española en 1985.
Por Leonardo Venta
Iniciadora del naturalismo en España, la gallega Emilia Pardo Bazán, acaudalada y aristocrática, viajera incansable, espíritu vigoroso y culto, establece su vocación literaria paulatinamente. De niña, se dedicó a la poesía. Publicó artículos en revistas, hasta llegar a crear la suya propia: Nuevo Teatro Crítico.
En el París de 1896, conoce a Émile Zola, padre del naturalismo, Alphonse Daudet y los hermanos Goncourt. Además recibe gran influencia de los novelistas españoles y rusos de su época, y así emprende el camino de la novelística. Al respecto afirma: "Si la novela se reduce a describir lugares y costumbres que nos son familiares, y caracteres que podemos estudiar en la gente que nos rodea, entonces puedo atreverme".
En 1876 publicó su primer libro, de crítica, por cierto, Estudio crítico de Feijoo, así como una colección de poemas, Jaime , con motivo del nacimiento de su primer hijo. Su primera novela, Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, la publica el año del nacimiento de su hija Blanca, en 1879. Su novela Viaje de novios (1881), es considerada la primera novela naturalista española — aunque la autora lo negara – fue el año en que nació su tercera y última hija, Carmen.
Pero la obra que la hace famosa entre los narradores españoles del siglo XIX es Los Pazos de Ulloa y su continuación La madre Naturaleza. En Los Pazos de Ulloa (1886), Pardo Bazán recrea el ambiente de una Galicia aristocrática decadente, un medio brutal, descrito con objetividad y salpicado con brochazos de ironía y ternura.
En la novela se combinan historia y naturaleza, religiosidad y paganismo, violencia y sensualidad, ciudad y campo, acosados por factores económicos, políticos y eclesiásticos. Julián, un neófito cura, arriba a los Pazos de Ulloa, para ayudar a don Pedro en la administración de sus bienes, pero se tropieza con la ruina económica y espiritual de don Pedro. El marqués sostiene relaciones con su criada; mientras, el taimado y cruel Primitivo toma control de la casa y sus moradores.
La madre naturaleza (1887) es el relato de una atracción incestuosa en que cobran vida algunos de los personajes de su novela anterior. Insolación y Morriña, ambas de 1899, suponen el final de su periodo naturalista. La influencia de la novelística rusa, planteada teóricamente en su ensayo “La revolución y la novela en Rusia” (1887), queda patente en sus novelas La quimera (1905) y La sirena negra (1908).
Como crítica, superando la etapa del Estudio crítico de Feijoo, escribe La cuestión palpitante (1882-1883), una colección de artículos, en los que exterioriza su posición a favor del naturalismo de Zola, algo inadmisible, en su época, para una mujer.
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