Por Leonardo Venta
"Hay una belleza espiritual, y otra que habla a los sentidos. Pero algunos quieren atribuir por completo lo bello al mundo sensorial, y separar de él, en lo fundamental, lo que le corresponde al espíritu, de manera que el mundo aparecería dividido polarmente en Espíritu y Belleza. En esto también se funde la doctrina patriarcal de los Vedas: Dos clases de beatitud se experimentan en los mundos: por las alegrías de este cuerpo y en la tranquilidad liberadora del espíritu".
Las cabezas trocadas – Thomas Mann
Tenemos preferencias. Existe siempre alguien o algo que nos parece mejor, o peor, que el resto. Todavía sonreímos los chistes de ciertos condiscípulos que tanto nos divertían, y se irradia nuestro semblante al recordar el rostro de aquel profesor, o profesora, que nos embelesaba con su potestad casi divina.
Hay películas, obras de teatro, óperas, ballets… que la aplastante magnitud que ordena la secuencia de los sucesos no ha podido borrar de nuestra mente. Hay actores y actrices que preferimos, así como músicos cuyos conciertos nos deshacemos por presenciar. Perseguimos voces, internas y externas, que mimen nuestros sentidos; escombramos gestos que conmuevan nuestras frágiles emociones. En fin, no todo el mundo gusta de las mismas cosas, ni éstas nos impresionan igualmente, como reza el dicho popular, "para gustos...los colores".
En literatura sucede lo mismo. Hay escritores que preferimos sobre otros. No creo sea un misterio el que esto ocurra. La afinidad de ideas, el interés que ciertas temáticas despiertan en nosotros, así como el estilo que abanican, determinan en parte nuestras preferencias y aversiones.
Mi mundo literario, por ejemplo, está poblado de autores que hurgan la psiquis con firmeza, filósofos y psicólogos de la literatura, quizá. Me avengo con placemiento a las letras decimonónicas y al limo que reposa sobre las orillas del siglo que le sucede. Martí, Balzac, Zola, Dostoievski, Unamuno y Thomas Mann residen en mis entresijos. Sobre este último, cuya novela Tonio Kröger impresionó tanto a Kakfa, escribiré esta semana.
Mi hermano me regaló un texto de Thomas Mann esta Navidad. No fue La montaña mágica, con toda su celebridad, ni La muerte en Venecia , que inspiró la película de Luchino Visconti, ni la susodicha Tonio Kröger, con cuyo protagonista discurro todavía: "Ojalá pudiera vivir y amar las cosas en su dichosa vulgaridad sin la maldición del entendimiento y el tormento de la creación artística". El obsequio fue un ejemplar de una de sus menos conocidas obras: Las cabezas trocadas.
Breve e incisiva como un buen poema, esta novela explora temas filosóficos relacionados con el amor, la belleza, el arte y la moral. Dos jóvenes –unidos por una estrecha amistad: Chridaman, de elevada belleza espiritual y menos atractivo físico; y Nanda, de rostro ordinario y hermosa figura– se enamoran de la hermosa Sita.
Las cabezas de los dos amigos son trocadas literalmente, al decapitarse, uno después del otro, por amor a Sita. La joven, que ama el cuerpo de Nanda y la mente de Chridaman, asistida por Kali, la divinidad hindú de la muerte, logra el inusual maridaje entre la sensualidad, representada por el cuerpo, y la espiritualidad, por el rostro, al devolver las testas a los cuerpos trocados. "Los sacrificados vivían, pero vivían trocados; el cuerpo del esposo con la cabeza del amigo, el del amigo con la cabeza del esposo".
¿Resuelve este trueque el dilema del triángulo amoroso? "Un sueño paradisiaco –pues en esto deben consistir los placeres del Paraíso; en que allí lo permitido y lo prohibido, que ahí son tan distintas cosas, se desarrollan en unidad, y que lo hermoso prohibido lleva la corona espiritual de lo permitido, para colmo, adquiriendo el encanto de lo prohibido (...)", propone la novela.
¿Es posible amar la beldad de un alma que se aloja en un no tan deseado cuerpo, y viceversa? ¿Por qué se nos niega ese ideal que contiene tanto la belleza física como la espiritual? ¿Qué es más tentadora, determinante, la belleza corporal o la del espíritu? ¿Qué amamos más en otro ser y en nosotros mismos, la mente o el cuerpo?, son preguntas que ya nos habíamos formulado, y que esta novela nos replantea con genialidad literaria.
el ideal completo es imposible.
ResponderEliminara veces si se puede lograr pero por corto tiempo, mientras dura la juventud tal vez
ResponderEliminarinteresante tema, voy a leer esta novela. gracias por el escrito.
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