jueves, 27 de enero de 2011

“Con todos y para el bien de todos”



Por José Martí

(Discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1891, y distribuido en hojas sueltas).

Cubanos:

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean; ni al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero, daré gracias por la hospitalidad magnífica de sus palabras, y el fuego de su cariño generoso; sino que todas las gracias de mi alma les daré, y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar, por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se aprueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan, y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland, que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo; por este templo orlado de héroes y alzado sobre corazones. Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma en mi corazón.


No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede adjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera. Ni el que viene se afeará jamás con la lisonja, ni es este noble pueblo que lo recibe pueblo de gente servil y llevadiza. Se me hincha el pecho de orgullo, y amo aún más a mi patria desde ahora, y creo aún más desde ahora en su porvenir ordenado y sereno, en el porvenir, redimido del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio; creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, -y a un cubano que se las respeta.


Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados. Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de la ambición. O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas, o el Paraguay, lúgubre de Francia! ¡Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas de la guerra o las de la palabra que rebajarles el carácter! Este es mi único título a estos cariños, que han venido a tiempo a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanmelas los mismos a quienes anhelase yo levantar más, y ¡no miento! amaré la mordida, porque me viene de la furia de mi propia tierra, y porque por ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano! ¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!


¡De todos los cubanos! Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra, ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se le pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza! Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen! ¡Cómo que unos brazos divinos que no vemos nos aprietan a todos sobre un pecho en que todavía corre la sangre y se oye todavía, sollozar el corazón! Créese allá en nuestra patria, para darnos luego trabajo de piedad, créese, donde el dueño corrompido pudre cuanto mira, un alma cubana nueva, erizada y hostil, un alma hosca, distinta de aquella alma casera y magnánima de nuestros padres e hija natural de la miseria, que ve triunfar al vicio impune, y de la cultura inútil, que sólo halla empleo en la contemplación sorda de sí misma! ¡Acá, donde vigilamos por los ausentes, donde reponemos la casa que allá se nos cae encima, donde creamos lo que ha de reemplazar a lo que allí se nos destruye, acá no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano!


¡Porque eso es esta ciudad, eso es la emigración cubana entera, eso es lo que venimos haciendo en estos años de trabajo sin ahorro, de familia sin gusto, de vida sin sabor, de muerte disimulada! ¡A la patria que allí se cae a pedazos y se ha quedado ciega de la podre, hay que llevar la patria piadosa y previsora que aquí se levanta! ¡A lo que queda de patria allí, mordido de todas partes por la gangrena que empieza a roer el corazón, hay que juntar la patria amiga donde hemos ido, acá en la soledad, acomodando el alma, con las manos firmes que pide el buen cariño, a las realidades todas, de afuera y de adentro, tan bien veladas allí en unos por la desesperación y en otros por el goce babilónico, que con ser grandes certezas y grandes esperanzas y grandes peligros, son, aun para los expertos, poco menos que desconocidas! ¿Pues qué saben allá de esta noche gloriosa de resurrección, de la fe determinada y metódica de nuestros espíritus, del acercamiento continuo y creciente de los cubanos de afuera, que los errores de los diez años y las veleidades naturales de Cuba, y otras causas maléficas no han logrado por fin dividir, sino allegar tan íntima y cariñosamente que no se ve sino un águila que sube, y un sol que va naciendo, y un ejército que avanza? ¿Qué saben allá de estos tratos sutiles, que nadie prepara ni puede detener, entre el país desesperado y los emigrados que esperan? ¿Qué saben de este carácter nuestro fortalecido, de tierra en tierra, por la prueba cruenta y el ejercicio diario? ¿Qué saben del pueblo liberal, y fiero, y trabajador, que vamos a llevarles? ¿Qué sabe el que agoniza en la noche, del que le espera con los brazos abiertos en la aurora? Cargar barcos puede cualquier cargador; y poner mecha al cañón cualquier artillero puede; pero no ha sido esa tarea menor, y de mero resultado y oportunidad, la tarea única de nuestro deber, sino la de evitar las consecuencias dañinas, y acelerar las felices, de la guerra próxima, e inevitable, e irla limpiando, como cabe en lo humano, del desamor y del descuido y de los celos que la pudiesen poner donde sin necesidad ni excusa nos pusieron la anterior, y disciplinar nuestras almas libres en el conocimiento y orden de los elementos reales de nuestro país, y en el trabajo que es el aire y el sol de la libertad, para que quepan en ella sin peligro, junto a las fuerzas creadoras de una situación nueva, aquellos residuos inevitables de las crisis revueltas que son necesarias para constituirlas. Y las manos nos dolerán más de una vez en la faena sublime, pero los muertos están mandando, y aconsejando, y vigilando, y los vivos los oyen, y los obedecen, y se oye en el viento ruido de ayudantes que pasan llevando órdenes, y de pabellones que se desplegan! ¡Unámonos, cubanos, en esta otra fe: con todos, y para todos: la guerra inevitable, de modo que la respete y la desee y la ayude la patria, y no nos la mate, en flor, por local o por personal o por incompleta, el enemigo: la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas.


Ni los bravos de la guerra que me oyen tienen paces con estos análisis menudos de las cosas públicas, porque al entusiasta le parece crimen la tardanza misma de la sensatez en poner por obra el entusiasmo; ni nuestra mujer, que aquí oye atenta, sueña más que en volver a pisar la tierra propia, donde no ha de vivir su compañero, agrio como aquí vive y taciturno: ni el niño, hermano o hijo de mártires y de héroes, nutrido en sus leyendas, piensa en más que en lo hermoso de morir a caballo, peleando por el país, al pie de una palma!


¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas! Eso es lo que queríamos decir. A la guerra del arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad, que vendría floja y sin probabilidad de vencer, si no le diese su pujanza aquel amor inteligente y fuerte del derecho por donde las almas más ansiosas de él recogen de la sepultura el pabellón que dejaron caer, cansados del primer esfuerzo, los menos necesitados de justicia. Su derecho de hombres es lo que buscan los cubanos en su independencia; y la independencia se ha de buscar con alma entera de hombre. ¡Que Cuba, desolada, vuelve a nosotros los ojos! ¡Que los niños ensayan en los troncos de los. caminos la fuerza de sus brazos nuevos! ¡Que las guerras estallan, cuando hay causas para ella, de la impaciencia de un valiente o de un grano de maíz! ¡Que el alma cubana se está poniendo en fila, y se ven ya, como al alba, las masas confusas! ¡Que el enemigo, menos sorprendido hoy, menos interesado, no tiene en la tierra los caudales que hubo de defender la vez pasada, ni hemos de entretenemos tanto como entonces en dimes y diretes de localidad, ni en competencias de mando, ni en envidias de pueblo, ni en esperanzas locas! ¡Que afuera tenemos el amor en el corazón, los ojos en la costa, la mano en la América, y el alma al cinto! ¿Pues quién no lee en el aire todo eso con letras de luz? Y con letras de luz se ha de leer que no buscamos, en este nuevo sacrificio, meras formas, ni la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yankee, sino la esencia y realidad de un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías,-ni de parte de otros aquel robo al hombre que consiste en pretender imperar en nombre de la libertad por violencias en que se prescinde del derecho de los demás a las garantías y los métodos de ella. Por supuesto, que se nos echarán atrás los petimetres de la política, que olvidan como es necesario contar con lo que no se puede suprimir,-y que se pondrá a refunfuñar el patriotismo de polvos de arroz, so pretexto de que los pueblos. en el sudor de la creación, no dan siempre olor de clavellina. ¿Y qué le hemos de hacer? ¡Sin los gusanos que fabrican la tierra no podrían hacerse palacios suntuosos! En la verdad hay que entrar con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero. Todo lo verdadero es santo, aunque no huela a clavellina. Todo tiene la entraña fea y sangrienta: es fango en las artesas el oro en que el artista talla luego sus joyas maravillosas; de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor; nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal, y del alarido y el desgarramiento sublime: y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos a los ojos humanos sino manchas! ¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos!


Ni vería yo esa bandera con cariño, hecho como estoy a saber que lo más santo se toma como instrumento del interés por los triunfadores audaces de este mundo, si no creyera que en sus pliegues ha de venir la libertad entera, cuando el reconocimiento cordial del decoro de cada cubano, y de los modos equitativos de ajustar los conflictos de sus intereses, quite razón a aquellos consejeros de métodos confusos que sólo tienen de terribles lo que tiene de terca la pasión que se niega a reconocer cuánto hay en sus demandas de equitativo y justiciero. ¡Clávese la lengua del adulador popular, y cuelgue al viento como banderola de ignominia, donde sea castigo de los que adelantan sus ambiciones azuzando en vano la pena de los que padecen, u ocultándoles verdades esenciales de su problema, o levantándoles la ira:-y al lado de la lengua de los aduladores, clávese la de los que se niegan a la justicia!


¡La lengua del adulador se clave donde todos la vean,- y la de los que toman por pretexto las exageraciones a que tiene derecho la ignorancia, y que no puede acusar quien no ponga todos los medios de hacer cesar la ignorancia, para negarse a acatar lo que hay de dolor de hombre y de agonía sagrada en las exageraciones que es más cómodo excomulgar, de toga y birrete, que estudiar, lloroso el corazón, con el dolor humano hasta los codos! En el presidio de la vida es necesario poner, para que aprendan justicia, a los jueces de la vida. El que juzgue de todo, que lo conozca todo. No juzgue de prisa el de arriba, ni por un lado: no juzgue el de abajo por un lado ni de prisa. No censure el celoso el bienestar que envidia en secreto. No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come; de su sufrida compañera, coronada de corona que el injusto no ve; de los hijos que no tienen lo que tienen los hijos de los otros por el mundo! ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!


Muy mal conoce nuestra patria, la conoce muy mal, quien no sepa que hay en ella, como alma de lo presente y garantía de lo futuro, una enérgica suma de aquella libertad original que cría el hombre en sí, del jugo de la tierra y de las penas que ve, y de su idea propia y de su naturaleza altiva. Con esta libertad real y pujante, que sólo puede pecar por la falta de la cultura que es fácil poner en ella, han de contar más los políticos de carne y hueso que con esa libertad de aficionados que aprenden en los catecismos de Francia o de Inglaterra, los políticos de papel. Hombres somos, y no vamos a querer gobiernos de tijeras y de figurines, sino trabajo de nuestras cabezas, sacado del molde de nuestro país. Muy mal conoce a nuestro pueblo quien no observe en él como a la par de este ímpetu nativo que lo levanta para la guerra y no lo dejará dormir en la paz, se ha criado con la experiencia y el estudio, y cierta ciencia clara que da nuestra tierra hermosa, un cúmulo de fuerzas de orden, humanas y cultas,-una falange de inteligencias plenas, fecundadas por el amor al hombre, sin el cual la inteligencia no es más que azote y crimen,-una concordia tan íntima, venida del dolor común, entre los cubanos de derecho natural, sin historia y sin libros, y los cubanos que han puesto en el estudio la pasión que no podían poner en la elaboración de la patria nueva,-una hermandad tan ferviente entre los esclavos ínfimos de la vida y los esclavos de una tiranía aniquiladora,-que por este amor unánime y abrasante de justicia de los de un oficio y los de otro; por este ardor de humanidad igualmente sincero en los que llevan el cuello alto, porque tienen alta la nuca natural, y los que los llevan bajo, porque la moda manda lucir el cuello hermoso; por esta patria vehemente en que se reúnen con iguales sueños, y con igual honradez, aquellos a quienes pudiese divorciar el diverso estado de cultura-sujetará nuestra Cuba, libre en la armonía de la equidad, la mano de la colonia que no dejará a su hora de venírsenos encima, disfrazada con el guante de la república. ¡Y cuidado, cubanos, que hay guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural! A todo el que venga a pedir poder, cubanos, hay que decirle a la luz, donde se vea la mano bien: ¿mano o guante?-Pero no hay que temer en verdad, ni hay que regañar. Eso mismo que hemos de combatir, eso mismo nos es necesario. Tan necesario es a los pueblos lo que sujeta como lo que empuja: tan necesario es en la casa de familia el padre, siempre activo, como la madre, siempre temerosa. Hay política hombre y política mujer. ¿Locomotora con caldera que la haga andar, y sin freno que la detenga a tiempo? Es preciso, en cosas de pueblos, llevar el freno en una mano, y la caldera en la otra. Y por ahí padecen los pueblos: por el exceso de freno, y por el exceso de caldera.


¿A qué es, pues, a lo que habremos de temer? ¿Al decaimiento de nuestro entusiasmo, a lo ilusorio de nuestra fe, al poco número de los infatigables, al desorden de nuestras esperanzas? Pues miro yo a esta sala, y siento firme y estable la tierra bajo mis pies, y digo: "Mienten." Y miro a mi corazón, que no es más que un corazón cubano, y digo:- `Mienten."


¿Tendremos miedo a los hábitos de autoridad contraídos en la guerra, y en cierto modo ungidos por el desdén diario de la muerte? Pues no conozco yo lo que tiene de brava el alma cubana, y de sagaz y experimentado el juicio de Cuba, y lo que habrían de contar las autoridades viejas con las autoridades vírgenes, y aquel admirable concierto de pensamiento republicano y la acción heroica que honra, sin excepciones apenas, a los cubanos que cargaron armas; o, como que conozco todo eso, al que diga que de nuestros veteranos hay que esperar ese amor criminal de sí, ese postergamiento de la patria a su interés, esa traición inicua a su país, le digo: -"!Mienten!"


¿O nos ha de echar atrás el miedo a las tribulaciones de la guerra, azuzado por gente impura que está a paga del gobierno español, el miedo a andar descalzo, que es un modo de andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya no tienen en Cuba zapatos sino los cómplices y los ladrones? ¡Pues como yo sé que el mismo que escribe un libro para atizar el miedo a la guerra, dijo en versos, muy buenos por cierto, que la jutía basta a todas las necesidades del campo en Cuba, y sé que Cuba está otra vez llena de jutías, me vuelvo a los que nos quieren asustar con el sacrificio mismo que apetecemos, y les digo:-"Mienten".


¿Al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad le tendremos miedo, en el país donde la sangre que derramó por ella se la ha hecho amar demasiado para amenazarla? ¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los cubanos que murieron por el ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo maltratan? Pues yo se de manos de negro que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco: yo sé del amor negro a la libertad sensata, que sólo en la intensidad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la libertad del cubano blanco: yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble, y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias. Otros le teman: yo lo amo: a quien diga mal de él, me lo desconozca, le digo a boca llena:-"Mienten".


¿Al español en Cuba habremos de temer? ¿Al español armado, que no nos pudo vencer por su valor, sino por nuestras envidias, nada más que por nuestras envidias? ¿Al español que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal y se irá con su caudal, que es su única patria; o al que lo tiene en Cuba, por apego a la tierra o por la raíz de los hijos, y por miedo al castigo opondrá poca resistencia, y por sus hijos? ¿Al español llano, que ama la libertad como la amamos nosotros, y busca con nosotros una patria en la justicia, superior al apego a una patria incapaz e injusta, al español que padece, junto a su mujer cubana, del desamparo irremediable y el mísero porvenir de los hijos que le nacieron con el estigma de hambre y persecución, con el decreto de destierro en su propio país, con la sentencia de muerte en vida con que vienen al mundo los cubanos? ¿Temer al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba el sueño febril, al catalán que juraba y votaba porque no quería el criollo huir con sus vestidos, al malagueño que saca en sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera, al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana? ¡Por la libertad del hombre se pelea en Cuba, y hay muchos españoles que aman la libertad! ¡A estos españoles los atacarán otros: yo los ampararé toda mi vida! A los que no saben que esos españoles son otros tantos cubanos, les decimos: "¡Mienten!"


¿Y temeremos a la nieve extranjera? Los que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el corazón de los demás por su corazón espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de ajedrez, o están tan criados en la esclavitud que necesitan quien les sujete el estribo para salir de ella, esos buscarán en un pueblo de componentes extraños y hostiles la república que sólo asegura el bienestar cuando se le administra en acuerdo con el carácter propio, y de modo que se acendre y realce. A quien crea que falta a los cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos: "Mienten".


Y a los lindoros que desdeñan hoy esta revolución santa cuyos guías y mártires primeros fueron hombres nacidos en el mármol y seda de la fortuna, esta santa revolución que en el espacio más breve hermanó, por la virtud redentora de las guerras justas, al primogénito heroico y al campesino sin heredad, al dueño de hombres y a su esclavos; a los olimpos de pisapapel, que bajan de la trípode calumniosa para preguntar aterrados, y ya con ánimos de sumisión, si ha puesto el pie en tierra este peleador o el otro, a fin de poner en paz el alma con quien puede mañana distribuir el poder; a los alzacolas que fomentan a sabiendas, el engaño de los que creen este magnífico movimiento de almas, esta idea encendida de la redención decorosa, este deseo triste y firme de la guerra inevitable, no es más que el tesón de un rezagado indómito, o la correría de un general sin empleo, o la algazara de los que no gozan de una riqueza que sólo se puede mantener por la complicidad con el deshonor, o la amenaza de una turba obrera, con odio por corazón y papeluchos por sesos, que irá, como del cabestro, por donde la quiera llevar el primer ambicioso que la adule, o el primer déspota encubierto que le pase por los ojos la bandera,-a lindoros, o a olimpos, y a alzacolas, -les diremos: -"Mienten." ¡Esta es la turba obrera, el arca de nuestra alianza, el tahalí, bordado de mano de mujer, donde se ha guardado la espada de Cuba, el arenal redentor donde se edifica, y se perdona, y se prevee, y se ama!


¡Basta, basta de meras palabras! Para lisonjearnos no estamos aquí, sino para palparnos los corazones, y ver que viven sanos, y que pueden; para irnos enseñando a los desesperanzados, a los desbandados, a los melancólicos, en nuestra fuerza de idea y de acción, en la virtud probada que asegura la dicha por venir, en nuestro tamaño real, que no es de presuntuoso, ni de teorizante, ni de salmodista, ni de melómano, ni de caza nubes, ni de pordiosero. Ya somos unos, y podemos ir al fin: conocemos el mal, y veremos de no recaer; a puro amor y paciencia hemos congregado lo que quedó disperso, y convertido en orden entusiasta lo que era, después de la catástrofe, desconcierto receloso; hemos procurado la buena fe, y creemos haber logrado, suprimir o reprimir los vicios que causaron nuestra derrota, y allegar con modos sinceros y para fin durable, los elementos conocidos o esbozados, con cuya unión se puede llevar la guerra inminente al triunfo. ¡Ahora, a formar filas! ¡Con esperar, allá en lo hondo del alma, no se fundan pueblos! Delante de mí vuelvo a ver los pabellones, dando órdenes; y me parece que el mar que de allá viene, cargado de esperanza y de dolor, rompe la valla de la tierra ajena en que vivimos, y revienta contra esas puertas sus olas alborotadas... ¡Allá está, sofocada en los brazos que nos la estrujan y corrompen! ¡Allá está, herida en la frente, herida en el corazón, presidiendo, atada a la silla de tortura, el banquete donde las bocamangas de galón de oro ponen el vino del veneno en los labios de los hijos que se han olvidado de sus padres! ¡Y el padre murió cara a cara al alférez, y el hijo va, de brazos con el alférez, a podrirse a la orgía! ¡Basta de meras palabras! De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos".

“Los Pinos Nuevos”


Por José Martí

(Discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, Estados Unidos, el 27 de noviembre de 1891, en conmemoración del 27 de Noviembre de 1871).

Cubanos:

Todo convida esta noche al silencio respetuoso más que a las palabras: las tumbas tienen por lenguaje las flores de resurrección que nacen sobre las sepulturas: ni lágrimas pasajeras ni himnos de oficio son tributo propio a los que con la luz de su muerte señalaron a la piedad humana soñolienta el imperio de la abominación y la codicia. Esas orlas son de respeto, no de muerte; esas banderas están a media asta, no los corazones. Pido luto a mi pensamiento para las frases breves que se esperan esta noche del viajero que viene a estas palabras de improviso, después de un día atareado de creación: y el pensamiento se me niega al luto. No siento hoy como ayer romper coléricas al pie de esta tribuna, coléricas y dolorosas, las olas de la mar que trae de nuestra tierra la agonía y la ira, ni es llanto lo que oigo, ni manos suplicantes las que veo, ni cabezas caídas las que escuchan, sino cabezas altas! y afuera de esas puertas repletas, viene la ola de un pueblo que marcha. ¡Así el sol, después de la sombra de la noche, levanta por el horizonte puro su copa de oro!


Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida. La mañana después de la tormenta, por la cuenca del árbol desraigado echa la tierra fuente de frescura, y es más alegre el verde de los árboles, y el aire está como lleno de banderas, y el cielo es un dosel de gloria azul, y se inundan los pechos de los hombres de una titánica alegría. Allá, por sobre los depósitos de la muerte, aletea, como redimiéndose, y se pierde por lo alto de los aires, la luz que surge invicta de la podredumbre. La amapola más roja y más leve crece sobre las tumbas desatendidas. El árbol que da mejor fruta es el que tiene debajo un muerto.


Otros lamenten la muerte hermosa y útil, por donde la patria saneada rescató su complicidad involuntaria con el crimen, por donde se cría aquel fuego purísimo e invisible en que se acendran para la virtud y se templan para el porvenir las almas fieles. Del semillero de las tumbas levántase impalpable, como los vahos del amanecer, la virtud inmortal, orea la tierra tímida, azota los rostros viles, empapa el aire, entra triunfante en los corazones de los vivos: la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!


La palabra viril no se complace en descripciones espantosas; ni se ha de abrumar al arrepentido por fustigar al malvado; ni ha de convertirse la tumba del mártir en parche de pelea; ni se ha de decir, aún en la ciega hermosura de las batallas, lo que mueve las almas de los hombres a la fiereza y al rencor. ¡Ni es de cubanos, ni lo será jamás, meterse en la sangre hasta la cintura, y avivar con un haz de niños muertos, los crímenes del mundo: ni es de cubanos vivir, como el chacal en la jaula, dándole vueltas al odio! Lo que anhelamos es decir aquí con qué amor entrañable, un amor como purificado y angélico, queremos a aquellas criaturas que el decoro levantó de un rayo hasta la sublimidad, y cayeron, por la ley del sacrificio, para publicar al mundo indiferente aun a nuestro clamor, la justicia absoluta con que se irguió la tierra contra sus dueños: lo que queremos es saludar con inefable gratitud, como misterioso símbolo de la pujanza patria, del oculto y seguro poder del alma criolla, a los que, a la primer voz de la muerte, subieron sonriendo, del apego y cobardía de la vida común, al heroísmo ejemplar.


¿Quién, quién era el primero en la procesión del sacrificio, cuando el tambor de muerte redoblaba, y se oía el olear de los sollozos, y bajaban la cabeza los asesinos; quien era el primero, con una sonrisa de paz en los labios, y el paso firme, y casi alegre, y todo él como ceñido ya de luz? Chispeaba por los corredores de las aulas un criollo dadivoso y fino, el bozo en flor y el pájaro en el alma, ensortijada la mano, como una joya el pie, gusto todo y regalo y carruaje, sin una arruga en el ligero pensamiento: ¡y el que marchaba a paso firme a la cabeza de la procesión, era el niño travieso y casquivano de las aulas felices, el de la mano de sortijas y el pie como una joya! ¿Y el otro, el taciturno, el que tenían sus compañeros por mozo de poco empuje y de avisos escasos? ¡Con superior beldad se le animó el rostro caído, con soberbio poder se le levantó el ánimo patrio, con abrazos firmes apretó, al salir a la muerte, a sus amigos, y con la mano serena les enjugó las lágrimas! ¡Así, en los alzamientos por venir, del pecho más oscuro saldrá, a triunfar, la gloria! ¡Así, del valor oculto, crecerán los ejércitos de mañana! ¡Así, con la ocasión sublime, los indiferentes y culpables de hoy, los vanos y descuidados de hoy, competirán en fuego con los más valerosos! El niño de diez y seis años iba delante, sonriendo, ceñido como de luz, volviendo atrás la cabeza, por si alguien se le acobardaba...


Y ¿recordaré el presidio inicuo, con la galera espantable de vicios contribuyentes, tanto por cada villanía, a los pargos y valdepeñas de la mesa venenosa del general; con los viejos acuchillados por pura diversión, los viejos que dieron al país trece hombres fuertes, para que no fuese en balde el paseo de las cintas de hule y de sus fáciles amigas; con los presidiarios moribundos, volteados sobre la tierra, a ver si revivían, a punta de sable; con el castigo de la yaya feroz, al compás de la banda de bronce, para que no se oyesen por sobre los muros de piedra los alaridos del preso despedazado? ¡Pues éstos son de otros horrores más crueles, y más tristes y más inútiles, y más de temer que los de andar descalzo! ¿O recordaré la madrugada fría, cuando de pie, como fantasmas justificadores, en el silencio de Madrid dormido, a la puerta de los palacios y bajo la cruz de las iglesias, clavaron los estudiantes sobrevivientes el padrón de vergüenza nacional, el recuerdo del crimen que la ciudad leyó espantada? ¿O un día recordaré, un día de verano madrileño, cuando al calce de un hombre seco y lívido, de barba y alma ralas, muy cruzado y muy saludado y muy pomposo, iba un niño febril, sujeto apenas por brazos más potentes, gritando al horrible codicioso: "¡Infame, infame!" ¡Recordaré al magnánimo español, huésped querido de todos nuestros hogares, laureado aquí en efigie junto con el heroico vindicador, que en los dientes de la misma muerte, prefiriendo al premio del cómplice la pobreza del justo, negó su espada al asesinato! Dicen que sufre, comido de pesar en el rincón donde apenas puede consolarlo de la cólera del vencedor pudiente, el cariño de los vencidos miserables. ¡Sean para el buen español, cubanas agradecidas, nuestras flores piadosas!


Y después ¡ya no hay más, en cuanto a tierra, que aquellas cuatro osamentas que dormían, de Sur a Norte, sobre las otras cuatro que dormían de Norte a Sur: no hay más que un gemelo de camisa, junto a una mano seca: no hay más que un montón de huesos abrazados en el fondo de un cajón de plomo! ¡Nunca olvidará Cuba, ni los que sepan de heroicidad olvidarán, al que con mano augusta detuvo, frente a todos los riesgos, el sarcófago intacto, que fue para la patria manantial de sangre; al que bajó a la tierra con sus manos de amor, y en acerba hora de aquellas que juntan de súbito al hombre con la eternidad, palpó la muerte helada, bañó de llanto terrible los cráneos de sus compañeros! El sol lucía en el cielo cuando sacó en sus brazos, de la fosa, los huesos venerados: ¡jamás cesará de caer el sol sobre el sublime vengador sin ira!


¡Cesen ya, puesto que por ellos es la patria más pura y hermosa, las lamentaciones que sólo han de acompañar a los muertos inútiles! Los pueblos viven de la levadura heroica. El mucho heroísmo ha de sanear el mucho crimen. Donde se fue muy vil, se ha de ser muy grande. Por lo invisible de la vida corren magníficas leyes. Para sacudir al mundo, con el horror extremo de la inhumanidad y la codicia que agobian a su patria, murieron, con la poesía de la niñez y el candor de la inocencia, a manos de la inhumanidad y la codicia. Para levantar con la razón de su prueba irrecusable el ánima medrosa de los que dudan del arranque y virtud de un pueblo en apariencia indiferente y frívolo, salieron riendo del aula descuidada, o pensando en la novia y el pie breve, y entraron a paso firme, sin quebrantos de rodilla ni temblores de brazos, en la muerte bárbara. Para unir en concordia, por el respeto que impone en unos el remordimiento y la piedad que moverán en otros los arrepentidos, las dos poblaciones que han de llegar por fatalidad inevitable a un acuerdo en la justicia o a un exterminio violento, se alzó el vengador con alma de perdón, y aseguró, por la moderación de su triunfo, su obra de justicia. ¡Mañana, como hoy en el destierro, irán a poner flores en la tierra libre, ante el monumento del perdón, los hermanos de los asesinados, y los que, poniendo el honor sobre el accidente del país, no quieren llamarse hermanos de los asesinos!


Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida. Ayer lo oí a la misma tierra, cuando venia, por la tarde hosca, a este pueblo fiel. Era el paisaje húmedo y negruzco; corría turbulento el arroyo cenagoso; las cañas, pocas y mustias, no mecían su verdor quejosamente, como aquellas queridas por donde piden redención los que las fecundaron con su muerte, sino se entraban, ásperas e hirsutas, como puñales extranjeros, por el corazón: y en lo alto de las nubes desgarradas, un pino, desafiando la tempestad, erguía entero, su copa. Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!

martes, 25 de enero de 2011

¡Salvas a un natalicio!


Por Leonardo Venta

“Así como su aliento y su mano podían arracimar las palabras, su destino lo ocupaba y comprendía con la sencillez resuelta del árbol que se sitúa en su paisaje. Cuando muere lo hace en una batalla para despedirse con misterio y hoy que le celebramos la aparición, rindiéndole las gracias, seguimos tocándolo y reconociéndolo despacio para justificar el surgimiento de su germen, como si lo igualáramos a la semilla que necesita de su tierra”.
José Lezama Lima


No hay rincón del mundo en que resuelle un cubano que le desconozca. Alojado en la virtud más perpetua, desde allí, no cesa de emitirnos entrañables guiños; por eso la dignidad se estremece satisfecha este 28 de enero para celebrar el 158 aniversario de su natalicio.

Se bautizó con sangre al inmolarse en cruenta batalla patria, él, que se mecía en las aspas de la sosegada poesía. Con asombrosa sencillez de genio, derrochó celeridad en sus cualidades políticas y organizativas. Altruista, visionario, escritor – cuya prosa y verso emulan en pulcro fraternal lírico duelo –, escarbó la pared, sin proponerselo, por donde se abrió la brecha en que irrumpe, diáfano, el movimiento modernista en la literatura Hispanoamericana.

Como atestigua su coterráneo Manuel de la Cruz, patriota, literato y cicerón como él: “Su vehemencia vibraba en el timbre de su voz; según los que le oían habitualmente, pocos oradores han dado a su palabra el tono, el calor y la fuerza que imprimía a sus discursos”. Además, cultivó el periodismo, la pedagogía, la diplomacia, la filosofía... y podríamos prolongar esta lista en un espacioso etcétera de funciones y probidades.

Ivan A. Schulman, respetado ensayista y crítico literario estadounidense, afirma: “Raras son las figuras literarias cuya excelencia artística corra pareja con una intachable complexión moral y cuyas cualidades personales, lo mismo que su producción literaria, sean fuente perenne de inspiración. La manifestación de este raro conjunto de características en [él] constituye una justificación más – si es que alguna se necesitaba realmente – de la universal reverencia que se le ha tributado”.

Rubén Darío lo incluyó en su libro Los Raros, no precisamente para honrar sus excepcionales virtudes personales – cosa que el poeta nicaragüense conocía cabalmente –, sino para reconocer su inusual genio literario. En la primera edición de este libro, publicada en 1886, aparecían semblanzas de escritores que el autor de Prosas Profanas admiraba. La mayoría de ellos eran poetas simbolistas franceses. En esta lista sólo están incluidos dos autores hispanoamericanos, habaneros por cierto: Augusto de Armas y por quien tan abiertamente lanzamos salvas de admirado recordatorio.

Su iluminada sombra aún se proyecta sobre las paredes de la humilde casita de sus primeros años en la calle Paula, allá, en el regazo de La Habana Vieja. En el impasible Parque Central neoyorquino, una formidable escultura lo sostiene prodigiosamente sobre la montura de su caballo, en mortal ladeado gesto herido. De la misma forma, en un histórico parque de nuestra Ybor, ciudad igualmente estadounidense donde pronuciara los discursos "Con todos, y para el bien de todos" y "Los pinos nuevos", parece elevarse sobre el pedestal de una estatua, suerte de ferviente elocuente estrado, hacia un todavía inexplorado firmamento libertario.

Esbozo biográfico de Reinaldo Arenas


Por Leonardo Venta“Yo soy ese niño desagradable
– sin duda inoportuno –
de cara redonda y sucia que ante los grandes faroles
o bajo las grandes damas también iluminadas
o ante las niñas que parecen levitar
proyecta el insulto de su cara redonda y sucia”.
Reinaldo Arenas
Reinaldo Arenas (1943-1990) es posiblemente la voz más desgarradora de la literatura cubana del siglo XX, así como una de las expresiones más irreverentes de las letras latinoamericanas finiseculares.

Su obra y su vida encarnan el drama del escritor atormentado por un sistema político que le hostiga hasta las últimas consecuencias. La publicación de su autobiografía Antes que anochezca, en 1992, su subsecuente traducción a diferentes idiomas, ademas de la acertada versión cinematográfica de la misma por el director Julián Schnabel, en el año 2000, le confieren celebridad universal después de muerto.

Proveniente de una humilde familia campesina, en el Oriente de Cuba, Arenas considera su infancia la etapa más enriquecedora de su existencia: “Yo pienso que el esplendor de mi niñez fue único porque fue de absoluta pobreza, pero al mismo tiempo de absoluta riqueza”.

No había cumplido los 13 años cuando escribe sus primeros poemas. En 1962, se instala en la capital cubana. Al año, comienza a trabajar en la Biblioteca Nacional José Martí, donde inicia su primera novela, Celestino antes del alba, donde narra, auxiliado por una poderosa evasiva imaginación creativa, la historia de un niño campesino incomprendido por su familia.

Publica cuentos y artículos literarios en La Gaceta de Cuba y Unión, dos periódicos de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. En este medio, tiene la oportunidad de codearse con personalidades que ejercen gran influencia en su orientación literaria, entre éstas, José Lezama Lima y Virgilio Piñera.

Es perseguido y encarcelado por el régimen de Fidel Castro. En prisión, comienza a escribir El mundo alucinante (1969), considerada su mejor novela. Ésta es sacada clandestinamente de Cuba y publicada en el extranjero.

En 1973, es encausado por contrarrevolucionario al intentar huir de la prisión donde había ingresado debido a una falsa acusación de abuso sexual. Se escabulle. Luego de un prófugo patético peregrinar, es capturado e internado en El Morro, una cárcel para criminales comunes. Allí sufre dos años de palizas, torturas y trabajos forzados (1974-1976) hasta que los oficiales de la dictadura castrista logran arrancarle una autoinculpación.

El 4 de mayo de 1980 se exila en Estados Unidos por la vía Mariel-Cayo Hueso. En diciembre del mismo año se traslada a Nueva York. Durante sus once años de exilio, crea casi toda su obra. También se dedica a reelaborar viejos manuscritos que había sacado clandestinamente de Cuba.

La estancia de Arenas en la Gran Manzana culmina con una nueva pesadilla, sellada esta vez con la muerte. Tras ser diagnosticado con SIDA, en 1987, y el consiguiente deterioro de su salud, el 7 de diciembre de 1990, sumamente enfermo, se suicida.

En una breve y conmovedora carta de despedida, dirigida a sus seres queridos y diversas publicaciones, establece que su suicidio no debía ser interpretado como una señal de fracaso. “No escribo para enviar un mensaje de derrota – declara – pero de continua lucha y esperanza. Cuba será libre, Yo ya lo soy”.


sábado, 22 de enero de 2011

Los lazos del silencio

Médaillon Le Silence (1842), obra de Auguste Préault, sepultura de Jacob Roblès, Cementerio Père Lachaise en París.

Por Leonardo Venta

«No he de callar, por más que con el dedo / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises, o amenaces miedo, / ¿no ha de haber, un espíritu valiente?, / ¿siempre se ha de sentir lo que se dice?, / ¿nunca se ha de decir lo que se siente? (…)».
Francisco de Quevedo y Villegas, 1630


Horus, una de las mayores divinidades egipcias, se solía representar de diferentes formas. Una, era la de un niño con el dedo colocado sobre los labios. Los griegos le adoptaron, llamándole Harpócrates, dios del secreto y la discreción, al interpretar la postura del dedo como un gesto que indicaba silencio.

San Agustín llamó dios grande del Silencio a Harpócrates, y la Décima Musa de México, sor Juana Inés de la Cruz, hace buen uso de su significado alegórico (ver y escuchar, pero mantenerse callado) en su más significativa pieza lírica, Primero Sueño: “(…) con indicante dedo, / Harpócrates, la noche silencioso; a cuyo, aunque duro, / si bien imperïoso / precepto, todos fueron obedientes”. En Harpócrates, confluyen la condición de silencioso con la representación de la noche, imagen que bosqueja la atmósfera misteriosa de las sombras, el dominio donde mora el pensamiento.

Alfonso Méndez Plancarte indica en su prosificación del Sueño: "de igual modo que la noche – como un silencioso Harpócrates (...) – intimaba, el silencio a los vivientes...: a cuya precepto imperioso, aunque ‘no duro’ (pues que es tan suave acatarlo), todos obedecieron". Se podría especular más al respecto, arguyendo que Harpócrates podría significar el silencio exigido a Sor Juana por sus superiores religiosos, opuestos a sus inquietudes eruditas.

El obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, conminó a Sor Juana a dejar sus escritos profanos para dedicarse a los religiosos (primera señal de la existencia de una persecución que la forzó posteriormente a abdicar de sus actividades intelectuales). Por otro lado, el historiador Elías Trabulse asegura la existencia de un juicio secreto efectuado en contra de sor Juana por el obispo Aguiar y Seixas a sazón del escándalo causado por la “Carta Atenagórica”. Octavio Paz, a su vez, comenta: “la poetisa fue constantemente objeto de reconvenciones y reprimendas. Núñez de Miranda, su confesor, le transmitió sin duda muchas de estas quejas, aparte de las suyas propias”.

El silencio puede que sea el ejercicio de una virtud necesaria, reflejo de una mente adiestrada en la mesura y la prudencia. Si bien, romper los códigos del silencio en un medio opresivo, es como sostener en alto la verdad para que pueda ser vislumbrada como estandarte de denuncia.

Hay silencios que al quebrantarse ciegan la pávida mudez del miedo. Otros, desde su aparente mutismo expresivo, proclaman grandes verdades. Paradójicamente, se pronuncian a veces pomposas alocuciones que no dicen nada, sino más bien exasperan a la verdad con falacias, que de tanto repetirse, o por conveniencia propia, son aceptadas como indiscutibles.

Hay mucha tela que cortar en este taller del silencio, una problemática que debemos resolver nosotros mismos con nuestras conciencias; por el momento, queda preguntarle a Harpócrates, o a ese yo solapado que habita en no sé que rincón nuestro: ¿Callar o hablar?

Silencio… (el espacio y el tiempo, déspotas de la formalización del pensamiento, me obligan a ponerle fin a este artículo). Pero, usted, estimado(a) lector(a), tiene la posibilidad casi instintiva de seguir reflexionando sobre el tema...

José Asunción Silva: “Las sombras que se buscan y se junta”










Por Leonardo Venta

En la fría ciudad de Santa Fe de Bogotá, 2 630 metros sobre el nivel del mar, nace el poeta José Asunción Silva el 27 de noviembre de 1865. “Silva no puede decirse que diga cosa alguna; Silva canta”, dice Unamuno.

Así lo recuerda Alirio Díaz Guerra, compañero de colegio: “[…] con voz dulce y melancólica, leía, mejor dicho, recitaba sus primeros cantos, impregnados con aroma de selva virgen, meditados al calor de un hogar en donde la dicha se espaciaba en el tranquilo ambiente de la virtud […]”.

Daniel Arias Argáez comenta: “[…] causaba la envidia de párvulos inocentones y escolares inquietos al presentarse con su vestido de terciopelo traído de Europa, y cortado sobre medidas, sus guantes de cabritilla siempre calzados, sus zapatillas de charol, sus flotantes corbatas de raso, su reloj de plata, pendiente de bellísima leontina de oro, y sobre todo (detalle único entre los niños de ese tiempo) su cartera de marfil […]”.

El poema “La primera comunión” se reconoce como el más antiguo escrito por Silva, cuando contaba sólo diez años: “[…] Los dulces niños colocados juntos / Al altar de rodillas / Y hasta los viejos santos en los lienzos / De oscura vaga tinta / Bajo el polvo de siglos que los cubre / Mudos sonreían”. Es sorprendente cómo a tan temprana edad el poeta reflexiona sobre el misticismo de este sacramento Católico.

En 1882 publica su traducción de “Las golondrinas” de Pierre-Jean de Béranger en el Papel Periódico Ilustrado. En 1885 viaja a París, Suiza y pasa dos cortas semanas en Londres. Entre 1886 y 1896 son publicados por primera vez sus poemas en las antologías poéticas del Parnaso colombiano y La lira nueva de Bogotá.

El 5 de mayo de 1894 es nombrado Secretario de la Legación de Colombia en Caracas. En la capital venezolana desarrolla una intensa actividad cultural. El 21 de enero de 1895 de regreso a su patria le sorprende una tormenta frente a la costa colombiana, incidente en que pierde sus escritos: “Estaba demacrado (…), el dolor que le causaba la pérdida de un baúl que contenía ‘lo mejor de mi obra’, como él decía, le habían quebrantado de modo cruel”, relata el periodista Aurelio de Castro.

Establecido nuevamente en Bogotá, trabaja arduamente rehaciendo su novela De sobremesa, cuyos originales perdió en el siniestro. Comienza un negocio de producción de azulejos o baldosines en colores. Sin embargo, “los anhelados baldosines no aparecieron en la lujosísima oficina de la empresa”, narra Arias Argáez. La voluntad de vivir de Silva se eclipsa con el fracaso de este negocio.

El 24 de mayo de 1896, un domingo, lo hayan muerto sobre la cama junto a un revolver. El día anterior le había pedido a su amigo Manrique en su consulta médica que le dibujara sobre su pecho el sitio y la forma del corazón.

El talonario del último cheque girado por Silva el día anterior decía textualmente: “A favor de Guillermo Kalbeyer, florista. Un ramo de flores para la Chula $4.00”. La Chula era el mote cariñoso que se le daba en su casa a su hermana menor. Hecho el balance en su libreta de cuentas, el saldo disponible en el banco era de pocos centavos.

La muerte es un tema recurrente en la obra de Silva. Su poema más célebre, “Nocturno III”, publicado en 1891, perpetúa la memoria de su difunta hermana Elvira: “¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!/ ¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!”.

El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite


Por Leonardo Venta

Carmen Martín Gaite, una de las máximas exponentes de la narrativa española actual, es la autora de El cuarto de atrás, inusitada obra que forma parte de la ruptura que marcó la producción novelística de los años setenta en España.

Adentrada la noche, Martín Gaite, en calidad de protagonista de su propia novela, recibe una llamada telefónica de un desconocido. Éste afirma haber concertado una cita con ella para realizarle una entrevista. A pesar de no recordar haber convenido dicho encuentro, acepta la visita del extraño entrevistador a esa inusual hora.

La protagonista y el enigmático sujeto vestido de negro entablan un diálogo/monólogo en el que ella rememora sus vivencias, desde sus primeros años hasta el presente, repasando memorias de la Guerra Civil española, de la dictadura del general Francisco Franco, y de la etapa del postfranquismo.

Otra llamada telefónica interrumpe su relato. Se trata de una mujer desconocida… Detengamos, pues, en este punto la sinopsis de la novela con la franca ilusión de que usted, amigo(a) lector(a), si aún no la ha leído, se entusiasme a hacerlo. A nadie le agrada que le cuenten el final de una novela o película que planea leer o ver. Si bien, les anticipo que la trama en El cuarto de atrás no es lo más importante, sino las ideas propuestas en el texto y las virtudes narrativas de la obra en sí.

El libro, de corte autobiográfico, desde sus primeras páginas devela el turbio rostro del duende de la literatura fantástica. Está encabezado por una cita del escritor francés George Bataille: “La experiencia no puede ser comunicada sin lazos de silencio, de ocultamiento, de distancia”, que junto a la dedicatoria a Lewis Carroll – “que todavía nos consuela de tanta cordura y nos acoge en su mundo al revés”, refiriéndose a la célebre Alicia en el país de las maravillas (1865), y su continuación, en 1872, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí –, constituye la antesala de un texto tan ilusorio como real y tan absurdo como lógico.

El "mundo al revés" creado por Carroll se apoya en la propuesta del espejo, el cual refleja una imagen invertida de quien se contempla en él, y donde se funden la realidad y la ficción. En la segunda parte de las aventuras de Alicia, el espejo es la puerta de acceso al País de las Maravillas; mientras, en la primera novela, ésta, persiguiendo a un conejo llega a su madriguera, a su vez, la entrada a un mundo fantástico y desconocido.

Martín Gaite aborda en El cuarto de atrás el tema de la soledad humana, la necesidad de comunicación, de hallar el interlocutor ideal; además de cuestionar la verdad absoluta, para objetarla y deconstruirla en el espejo de las pequeñas verdades individuales, no necesariamente ideales ni ordenadas, mucho menos concretas, ineludiblemente híbridas e impuras; pero sí, genuinamente propias.

El real pero inverosímil laberinto de la mente humana que explora Martín Gaite, remite al lector (en calidad de testigo inmerso) al cuarto de atrás de la narradora, cálido, íntimo y enmarañado. Según ella, un lugar concreto de su infancia, pero cuyo tropo sugiere el sitio donde se almacenan los recuerdos, el subconsciente, ese espacio en que yacen, según Bataille, "lazos de silencio, de ocultamiento, de distancia", y que la escritora reaviva en las memorias y reflexiones que comparte con el misterioso hombre vestido de negro y, obviamente, con el lector.

El cuarto de atrás es una joya de la literatura contemporánea, leerla, más que un esparcimiento literario, resulta un saludable ejercicio para el alma y el intelecto.

Wendy Guerra, ¿una Anaïs Nin del Siglo XXI?

Wendy Guerra


“Nacer en Cuba ha sido mimetizarme en esa ausencia del mundo al que nos sometemos. No he aprendido a usar una tarjeta de crédito, no me contestan los cajeros. Un cambio de avión de país en país puede descontrolarme, dislocarme, dejarme sin aliento. Afuera me siento en peligro, adentro me siento confortablemente presa. No sé en qué momento permití que me quitaran todo y me dejaran sola, desnuda, con el Diario en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un rojo que parece demasiado subido para esta edad indefinida”.
Todos se van – Wendy Guerra


La escritora cubana Wendy Guerra es autora de Todos se van , Primer Premio de Novela Bruguera, 2006, y luego, el Premio Carbet des Lycéens 2009. En 2008, publicó Nunca fui Primera Dama (Mère Cuba), éd. Bruguera, Barcelone / éd. Stock, Paris, 2009. Es además autora de Posar desnuda en La Habana. Diario apócrifo de Anaïs Nin, 2009

Wendy, expresiva, concisa e irreverente, obtuvo la beca para escritores e investigadores: “Special Collections” de la Universidad de California (UCLA) Library, en 2003; el mismo año recibió la beca para escritores en vías de investigación que otorga el New York Cuban Foundation Arts; además, mereció durante el invierno de 2004, la beca de residencia para pintores y escritores que otorga la Fundación Gilbert Brownstone en París, Francia.

Anaïs Nin, conjetura de Venus


Por Leonardo Venta

"¡He sido llevada a "La tierra de la belleza", ahora vivo en un palacio encantado!, Toda mi tristeza y aprensión desapareció en el momento en que sostuve la vista sobre La Habana, y mientras el barco se acercaba a la bahía, me estremecía más allá de lo que pueda expresar ante la maravilla de todo lo que me estaba pasando...".
Anaïs Nin


Aunque nació un 21 de febrero de 1903 en Neuilly-sur-Seine, ciudad que limita con el París que se abluciona en el Sena, y murió en Los Ángeles, cobijo de las celebridades, el 14 de enero de 1977, Anaïs Nin es tan cubana como francesa y universal.

Vivió los primeros años de su infancia en la Isla Grande del Caribe. Sus padres fueron la cantante cubana Rosa Culmell, de origen francés y danés, y el compositor y pianista cubano Joaquín Nin, de ascendencia catalana, aunque éste las abandonó cuando Anaïs iniciaba su pubertad.

Es la primera fémina de renombre en el mundo occidental que escribe relatos eróticos. Publica en Estados Unidos las compilaciones de narraciones de este género en Delta de Venus y Pajaritos, en los años setenta, aunque las escribió mucho antes, en la década de 1940, para un coleccionista anónimo por muy poco dinero, movida aparentemente por mera necesidad de peculio. “[…] como tengo un carácter muy parecido al de George Sand, que escribía toda la noche para poder cuidar a sus hijos, tuve que encontrar un trabajo. Me transformé entonces en lo que podría llamar la "Madama" de una poco común casa de prostitución literaria”, confesaba con desenfado.

Así citamos, con más ánimo de mostrar el refinamiento de su lúbrico estilo que el de ruborizar al lector, un fragmento de uno de los relatos que aparecen en Delta de Venus: "Se acordó de Martínez, de su manera de abrirle el sexo como si fuera un capullo, de cómo los aleteos de su rápida lengua cubrían la distancia que mediaba entre el vello púbico y las nalgas, terminando en el hoyuelo al final de la espalda”.

Es célebre, asimismo, por haber mantenido relaciones incestuosas con su padre, tras reencontrarse con él en París, después de 20 años de separación; al mismo tiempo, por el triángulo amoroso que estableció con el también escritor Henry Miller (cuyo Trópico de Cáncer prologó en 1934) y su esposa June Mansfield, antigua quastuosa; “menage a trois” sobre el que se puede husmear en su diario amoroso Henry, su mujer y yo (1931-1932), y del que se desabotona su iniciación en el voyeurismo y el lesbianismo.

Sin subestimar sus novelas, Bajo la campana de cristal, Hijos del albatros, Una espía en la casa del amor, entre otras, lo que la hizo famosa, aparte de su deslumbrante audacia y sensual belleza, son sus Diarios, volúmenes del 1 al 7, cuyos manuscritos originales comenzó a escribir a los 11 años y alcanzan la cifra de 35,000 páginas.

Quien recién la descubre, puede catarla a través del filme "Henry y June" de Philip Kaufman (1990). Además, La casa del incesto, una morada en prosa poética con mil habitaciones bajo un colorido mar sahumado de placer venéreo, fue adaptada al teatro por Georgina Tábora. En 2001, Daína Chaviano le brinda nuevo aliento en su excelente novela Gata encerrada. En 2009, Wendy Guerra se embebe del pasado antillano de la escritora para revisar algunos capítulos de su vida en el libro Anaïs Nin: Posar desnuda en La Habana.

Al final de tantos desesperados intentos por desperezarla, Anaïs, ceñida de Habana – nodriza-madre, “tierra de la belleza”, “castillo encantando” –, ya se ha imbuido entre nosotros, clandestinamente erótica, conjetura de Venus, hálito de libertad entre la belleza, el arte y el ansia de conocimiento de sí misma.

jueves, 13 de enero de 2011

Giotto di Bondone

Por Leonardo Venta

Ambrosio di Bondone, pintor, escultor y arquitecto, más conocido en la historia del arte por Giotto, es considerado el pintor italiano más importante del siglo XIV. Su interpretación de la figura humana, que desarrolló con líneas amplias y redondeadas, desafió la representación plana y bidimensional del estilo gótico y bizantino, para crear el espacio tridimensional en la pintura europea.

A Giotto se le reconoce un estilo temprano, en el que predomina la influencia bizantina (marcada por la cualidad abstracta de los iconos). Según la tradición, Giotto fue llamado a Roma en el 1298 por el cardenal Stefaneschi para ejecutar el mosaico conocido como “La navicelli”, que aparece en el portal de San Pedro.

Es este primer periodo – el de los pechos hundidos, sombras en el rostro y
miradas con expresión de asombro –, cuando el espacio no define aún su obra , ni los volúmenes, ni lo patético de su carácter.

Una segunda etapa de Giotto comienza cuando se le asigna la decoración de la iglesia de Asís. El artista representa, por primera vez, distintas escenas de la vida del místico. Los frescos de esta iglesia revelan un cambio en la perspectiva del artífice. La influencia bizantina decrece, para darle paso a elementos como los árboles y las rocas, creando una iconografía novedosa sobre la figura del fundador de la orden de los franciscanos, a la cual le aplica admirablemente hondo idóneo carácter psicológico.

En la nave superior de la iglesia de Asís, aún se contemplan veintiocho frescos (en muy buenas condiciones) que muestran la vida del Santo. La línea bizantina sólo se vislumbra en los pliegues de los trajes y en ciertos elementos litúrgicos. El drama de la serie es representado por un relieve prodigioso. Esta obra registra un buen salto en el desarrollo creativo de Giotto. Por primera vez, en el incipiente siglo XIV se contemplan frescos audaces que entremezclan elementos humanos divinizados y divinidades humanizadas.

La tercera etapa en la obra de Giotto se consolida en la capilla de Santa María de la Arena. Allí, el pintor consuma su segundo cielo de frescos, 38 en total, que describen la vida de la Virgen y la pasión de Cristo.

Todo acontece en estos frescos con pasmosa serenidad, lo que rememora la tragedia griega. “La degollación de los inocentes” y “El beso de Judas”, son ejemplos de la representación de lo trágico bajo la imperturbabilidad de un plácido pincel, en su impasible omnisciencia casi divina.

La cuarta etapa de Giotto marca su plena madurez con los frescos de las capillas Bardi y Peruzzi, en la famosa iglesia de Santa Cruz de Florencia. Aquí vuelve a relatar episodios de la vida de Asís. En la escena de “Las exequias o muerte de San Francisco”, el cadáver del santo yace rodeado de sus más cercanos seres, mientras un grupo de ángeles elevan su alma al cielo.

“Las exequias o muerte de San Francisco” es un fresco que reúne las cualidades más sobresalientes de la obra de Giotto: la vivacidad y la ingenuidad, dentro de la volumetría y dignidad de las formas individuales integradas al conjunto para formar un marco monumental.

Hasta Giotto, el arte románico y gótico era más bien ilustrativo, de figuras planas, desinfladas y colorísticas. Se ha dicho que el tratamiento que este artista le devuelve a la figura humana, es algo así como bajado del cielo.

De Giotto, dijo Cennino Cennini en su célebre El libro del arte: “…transformó el arte de pintar de griego en latino, modernizándole, y realizó el arte más acabado que nadie hubiese hecho hasta entonces”.





miércoles, 12 de enero de 2011

Las cabezas trocadas

Thomas Mann

Por Leonardo Venta

"Hay una belleza espiritual, y otra que habla a los sentidos. Pero algunos quieren atribuir por completo lo bello al mundo sensorial, y separar de él, en lo fundamental, lo que le corresponde al espíritu, de manera que el mundo aparecería dividido polarmente en Espíritu y Belleza. En esto también se funde la doctrina patriarcal de los Vedas: Dos clases de beatitud se experimentan en los mundos: por las alegrías de este cuerpo y en la tranquilidad liberadora del espíritu".
Las cabezas trocadas – Thomas Mann


Tenemos preferencias. Existe siempre alguien o algo que nos parece mejor, o peor, que el resto. Todavía sonreímos los chistes de ciertos condiscípulos que tanto nos divertían, y se irradia nuestro semblante al recordar el rostro de aquel profesor, o profesora, que nos embelesaba con su potestad casi divina.

Hay películas, obras de teatro, óperas, ballets… que la aplastante magnitud que ordena la secuencia de los sucesos no ha podido borrar de nuestra mente. Hay actores y actrices que preferimos, así como músicos cuyos conciertos nos deshacemos por presenciar. Perseguimos voces, internas y externas, que mimen nuestros sentidos; escombramos gestos que conmuevan nuestras frágiles emociones. En fin, no todo el mundo gusta de las mismas cosas, ni éstas nos impresionan igualmente, como reza el dicho popular, "para gustos...los colores".

En literatura sucede lo mismo. Hay escritores que preferimos sobre otros. No creo sea un misterio el que esto ocurra. La afinidad de ideas, el interés que ciertas temáticas despiertan en nosotros, así como el estilo que abanican, determinan en parte nuestras preferencias y aversiones.

Mi mundo literario, por ejemplo, está poblado de autores que hurgan la psiquis con firmeza, filósofos y psicólogos de la literatura, quizá. Me avengo con placemiento a las letras decimonónicas y al limo que reposa sobre las orillas del siglo que le sucede. Martí, Balzac, Zola, Dostoievski, Unamuno y Thomas Mann residen en mis entresijos. Sobre este último, cuya novela Tonio Kröger impresionó tanto a Kakfa, escribiré esta semana.

Mi hermano me regaló un texto de Thomas Mann esta Navidad. No fue La montaña mágica, con toda su celebridad, ni La muerte en Venecia , que inspiró la película de Luchino Visconti, ni la susodicha Tonio Kröger, con cuyo protagonista discurro todavía: "Ojalá pudiera vivir y amar las cosas en su dichosa vulgaridad sin la maldición del entendimiento y el tormento de la creación artística". El obsequio fue un ejemplar de una de sus menos conocidas obras: Las cabezas trocadas.

Breve e incisiva como un buen poema, esta novela explora temas filosóficos relacionados con el amor, la belleza, el arte y la moral. Dos jóvenes –unidos por una estrecha amistad: Chridaman, de elevada belleza espiritual y menos atractivo físico; y Nanda, de rostro ordinario y hermosa figura– se enamoran de la hermosa Sita.

Las cabezas de los dos amigos son trocadas literalmente, al decapitarse, uno después del otro, por amor a Sita. La joven, que ama el cuerpo de Nanda y la mente de Chridaman, asistida por Kali, la divinidad hindú de la muerte, logra el inusual maridaje entre la sensualidad, representada por el cuerpo, y la espiritualidad, por el rostro, al devolver las testas a los cuerpos trocados. "Los sacrificados vivían, pero vivían trocados; el cuerpo del esposo con la cabeza del amigo, el del amigo con la cabeza del esposo".

¿Resuelve este trueque el dilema del triángulo amoroso? "Un sueño paradisiaco –pues en esto deben consistir los placeres del Paraíso; en que allí lo permitido y lo prohibido, que ahí son tan distintas cosas, se desarrollan en unidad, y que lo hermoso prohibido lleva la corona espiritual de lo permitido, para colmo, adquiriendo el encanto de lo prohibido (...)", propone la novela.

¿Es posible amar la beldad de un alma que se aloja en un no tan deseado cuerpo, y viceversa? ¿Por qué se nos niega ese ideal que contiene tanto la belleza física como la espiritual? ¿Qué es más tentadora, determinante, la belleza corporal o la del espíritu? ¿Qué amamos más en otro ser y en nosotros mismos, la mente o el cuerpo?, son preguntas que ya nos habíamos formulado, y que esta novela nos replantea con genialidad literaria.

jueves, 6 de enero de 2011

Escindo recuento del 2010 (I) – Cine –


Por Leonardo Venta

Ya se marcha la primera década de este siglo, y una ontológica premura de aprehensión me compele a tantear hechos y personajes que dejaron huellas en el más reciente maratónico recorrido de la Tierra alrededor del Sol. Sean las primicias de este recuento para el llamado Séptimo Arte.

En la entrega de los Golden Globes, en su 67 edición, los filmes “Avatar”, “Up in the air” y “Crazy Heart” fueron los grandes ganadores, cada uno con dos galardones.“Avatar”, del canadiense James Cameron, alcanzó los Globos de Oro a la mejor dirección y cinta dramática.



Sandra Bullock fue merecidamente seleccionada como la mejor actriz de drama por su brillante papel en “The blind side”, mientras Jeff Bridges recibió el lauro al mejor actor dramático por su excelencia actoral en “Crazy heart”.



El premio a la mejor interpretación femenina en un musical o comedia lo recibió la experimentada Meryl Streep por su actuación en “Julie and Julia”, mientras el raro encanto interpretativo de Robert Downey Jr., encauzado en la licensiosa dinámica versión del célebre Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, que le viene como anillo al dedo, le facilitó vencer en ese mismo rubro en un filme tan victoriano, en la ambientación, como contemporáneo, en su universalidad.

“La cinta blanca”, obra maestra del alemán Michael Haneke, un hondo sondeo a las ponzoñosas raíces del fascismo, conquistó el galardón al mejor largometraje extranjero y dejó con los deseos de ganar al chileno Sebastián Silva y su realización “La Nana”, así como a “Los abrazos rotos” de Pedro Almodovar.

Por su parte, la edición de los Oscar de este año hizo historia al otorgarle por primera vez a una mujer la estatuilla a la mejor dirección. Kathryn Bigelow fue la afortunada. Su cinta “En tierra hostil” obtuvo seis Oscar, entre ellos al mejor filme. Este drama, relacionado con la sofisticada guerra de Irak, superó al favorito “Avatar”, que se llevó a casa tres galardones.



“El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella, coproducción argentino-española sacó la cara por el cine hispanoparlante al apropiarse del Oscar a la mejor película extranjera. Después de 25 años de que "La historia oficial" de Luis Puenzo consiguiera la primera estatuilla para Argentina, este filme de suspenso policial le otorga la segunda a dicho país.



El 63 Festival de Cannes, por su parte, otorgó la Palma de Oro al poco conocido cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul, por el largometraje “El tío Boonmee que se acuerda de sus vidas anteriores”. El filme narra la historia de un hombre gravemente enfermo que decide esperar por la muerte en la selva. Allí hurga la espesa maleza en que se miman la realidad y la ficción.



Javier Bardem se llevó el premio a la mejor interpretación masculina con el papel de Uxbal en “Biutiful”, del realizador mexicano Alejandro González Iñárritu ("Amores perros" y "Babel") ex aquo con el actor italiano Elio Germano, protagonista de "La nostra vita".



El premio a la mejor interpretación femenina fue para la bella Juliette Binoche por su papel en la película franco iraní “Copie conforme” de Abbas Kiarostami. Dentro del marco de las celebraciones de este festival, la pasional y brillante actriz reclamó la liberación del director de cine iraní Jafar Panahi.

El Premio Cámara de oro a la mejor ópera fue para Michael Rowe, director de origen australiano radicado en México, por “Año bisiesto”, rastreo del sentimiento de pérdida de la propia identidad, la falta y necesidad de compañía, así como la humillación y el maltrato sexual y emocional.



El primer galardón de un filme peruano en Cannes, en la categoría “Una cierta mirada”, lo alcanzó “Octubre”, de los hermanos Daniel y Diego Vega. Es una comedia negra que escarba grietas en la sociedad de la nación con más herencia precolombina de América del Sur. Dentro de una torcida y nada turística Lima, el protagonista, Clemente, intenta indemnizar la soledad, y otras aflicciones, con el culto al dinero.



También recibieron mención especial en esta sección las actrices argentinas Victoria Raposo, Eva Bianco y Adela Sánchez por la realización “Los labios”, de Iván Fund y Santiago Loza. Asimismo, el joven director gallego Oliver Laxe ganó el premio FIPRESCI con el filme “Todos vós sodes capitáns”.



Trasladándonos a la XXIV edición de los Premios Goya celebrada en Madrid, “Celda 211”, del ex periodista cinematográfico Daniel Monzón, arrasó con los premios otorgados, al alcanzar las estatuillas a la mejor película, director, guión adaptado y lauros para tres de sus actores. La trama de este filme, basada en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, como sugiere el título , gira alrededor de un intenso motín carcelario. Sobre el mismo, Carlos Boyero, crítico de cine y columnista de El País afirma: “Es una película con eso tan difícil de lograr llamado atmósfera”.

miércoles, 5 de enero de 2011

Escindo recuento del 2010 (II) – Literatura –

Centenario del natalicio de José Lezama Lima (1910-2010)

Leonardo Venta

Ya está aquí el año nuevo, y como quien carga sobre sus hombros a este plácido niño-siglo de diez años, ventilaremos algunas espiraciones del jadeo literario con que nos oreó el 2010.

En los más diversos rincones literarios del mundo se conmemoró el centenario del natalicio de José Lezama Lima, jerarca barroco del pasado siglo. Se celebró con la edición y reedición de sus principales textos, la publicación de estudios sobre su obra, la organización de concursos con su nombre, la formación de clubs de lectores, diferentes congresos y coloquios a nivel mundial, el estreno de trabajos fílmicos, así como las inevitables polémicas y manipulaciones políticas.



Mario Vargas Llosa fue el nuevo Nobel de Literatura. El escritor, que se encontraba releyendo El Reino de este mundo de Alejo Carpentier al enterarse del fallo, le sucede en nuestro palpitar hispano, después de veinte años, al Nobel de Octavio Paz en 1990, y al de Camilo José Cela en 1989.



El premio más prestigioso de las letras españolas, el Cervantes, recayó este 2010 en Ana María Matute, a sus 85 años, como reconocimiento a toda su obra. Matute es la tercera mujer en conseguirlo. La primera fue la pensadora María Zambrano en 1988 y le siguió la poeta Dulce María Loynaz en 1992.



Amin Maalouf, uno de los escritores contemporáneos que más ha profundizado en la cultura mediterránea, recibió el Príncipe de Asturias de las Letras 2010. Su obra, que combina la realidad histórica y la ficción, el ensayo y la novela, transita un sendero encaminado hacia la convivencia y tolerancia.



La 66ª edición del Premio Nadal, el galardón por excelencia en la historia de la novela española, recayó en Clara Sánchez con Lo que esconde tu nombre. La trama del libro escarba el pasado para toparse con dos ancianos nazis, cuyos crímenes continúan impunes en el sosiego de su exilio en Málaga. "Es indignante que nunca les hayamos perseguido", lamenta la ganadora.



Por otra parte, Eduardo Mendoza ganó la LIX edición del Premio Planeta, instituido en 1952, y sin lugar a duda el mejor dotado (600.000 euros) de las letras españolas. La novela, cercana a las 600 páginas mecanografiadas, con el título provisional de La muerte de Acteón, que aborda el espionaje y la política, se ambienta en los días previos a la irrupción de la guerra civil española.



Hernán Rivera Letelier fue galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2010, por la obra El arte de la resurrección, que narra la historia de un loco en el desierto de Chile que se creía la reencarnación de Jesucristo. El jurado, presidido por Manuel Vincent, calificó a la novela de enorme “fuerza narrativa”.

Por su parte, el Pulitzer 2010 en Ficción recayó sorpresivamente sobre "Tinkers", el debut como novelista de Paul Harding, y que el jurado definió como “una poderosa celebración de la vida” y una “nueva manera de percibir el mundo y la moral”.



El musical de rock "Next to Normal" fue premiado en la categoría de drama, con música de Tom Kitt y libreto de Brian Yorkey.

En poesía, el Pulitzer 2010 fue para "Versed" de Rae Armantrout. “Es un libro marcado por su ingenio e inventiva lingüística y que ofrece poemas que frecuentemente son bombas-de-pensamiento que detonan en la mente tiempo después de una primera lectura”, aseveró el jurado.



En cuanto a las siempre lamentables pérdidas, recordamos con tristeza la muerte del premio Nobel José Saramago.



Miguel Delibes – miembro ininterrumpido de la Real Academia de la Lengua desde 1973, Premio Nadal 1947, Premio Príncipe de Asturias (1982) y Cervantes (1993) – también nos abandonó.



Las letras hispanas y el periodismo comprometido lloraron asimismo a Tomás Eloy Martínez, autor de “Santa Evita” (1995), la novela argentina más traducida en la historia, y de quien Carlos Fuentes, afirmara “Lo que lamento mucho es que no se le haya reconocido y premiado lo suficiente. Merecía muchos reconocimientos, desde luego el Cervantes”.

martes, 4 de enero de 2011

Bicentenario de Franz Liszt

Por Leonardo Venta En el bicentenario del compositor de "La Rapsodia húngara n.º 2" (1811-1886) se celebrarán múltiples festividades en todo el mundo. La Filarmónica Nacional de Hungría abrirá el Año Liszt con un concierto del pianista Zoltán Kocsis, que coincidirá con el Día de la Cultura Magiar. En la Budapest bañada por el majestuoso Danubio, la última de las ciudades donde residió el gran innovador de las armonías cromáticas, se unirán en una función que promete ser memorable los intérpretes Rolf-Dieter Arens, de Alemania; William Fong, de Gran Bretaña; Ick-Choo Moon, de Corea, y Charles Rosen, de Estados unidos. En Miskolc, su ciudad natal, se estrenará la única ópera que compuso, con sólo 13 años; asi como el 22 de octubre, día en que se celebra su nacimiento, notables músicos europeos, entre ellos el pianista ruso Denis Matsuev, ofrecerán otro gran concierto. Entre los homenajes al pianista más influyente del siglo XIX, sobresale una conferencia internacional con musicólogos y expertos, así como la actuación de la Filarmónica húngara en la Ciudad del Vaticano.