martes, 10 de agosto de 2010

Semblanza de Andy García


Por Leonardo Venta

Si tuviese que escoger un nombre para encumbrar el orgullo cubano, en integridad artística, en este prolongado aliento de exilio, entre tantos, articularía abiertamente y en mayúscula el de Andy García, precursor del auge latino en Estados Unidos (aunque Oscar Hijuelos, el feliz Pulitzer de Literatura 1990, lo califique –digo, el vocablo ‘latino’– como un desacertado y prejuicioso intento sajón de restarle méritos a nuestros Garcías, González y Hernández, sólo por mencionar algunos de los apellidos castellanos más comunes).

El habanero Andrés Arturo García y Menéndez; o, quién sabe, el sobrio Vincent Corleone de "El Padrino III" de Francis Ford Coppola
–que le valió una nominación al Oscar–; o, simplemente, Andy García, fue durante la década de los ochenta –por no comprometer la de los noventa– el galán absoluto del rostro hispano en Hollywood. Sí, este gran actor, fervoroso amante de la música de su tierra, consagrado recientemente como director de cine, deslumbró a Hollywood antes que Antonio Banderas y Benicio del Toro.

Tenía 5 años cuando salió de su Cuba en 1961 para instalarse en Miami en calidad de exiliado. No obstante, el embrujo habanero nunca dejó de ceñir sus emociones. García, que va para 53 años, confiesa conservar todas las memorias aglutinadas de su amada tierra, como si hubiese presagiado el no regreso, y se viera obligado a retener, como un Marcel Proust de nuestros días, el diminuto (e insondable) tiempo perdido.

Al célebre actor cubano nunca le ha afectado la vanidad, fruto casi invariable del estrellato, ni el saberse admirado. Más bien, le incita el amor y el respeto hacia sus raíces y una honda bondad hacia el prójimo. Produjo y dirigió en 1993 el documental “Como su ritmo no hay dos”, lo cual ayudó a revitalizar la carrera del casi olvidado legendario músico cubano Israel López 'Cachao'.

Andy García perfila sus papeles y traza su rumbo artístico más por el amor a su carrera y a su patria, que por el dinero que pueda obtener. Comparte su cariño con María Victoria, compañera de muchos años, y sus cuatro hijos, cuya privacidad protege con entrañable celo. Es sumamente austero en su vida social, alejado de los escándalos y frivolidades que acechan a las celebridades. Así, se ha granjeado un respeto envidiable, no sólo por su talento y carisma como artista, sino también por su integridad.

Se preparó durante 16 años para honrar a su entrañable amada, Cuba, con el tesón arrollador de un titán enamorado. En 2006 estrenó "La ciudad perdida”, en la que debutó como director de largometraje de ficción. La cinta, basada en un excelente libreto de Guillermo Cabrera Infante, es un poema heroico al amor, a un sueño imposible, la ciudad perdida, que bien puede ser La Habana ausente, o cualquier otro entrañable rincón de nuestras nostalgias.

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