jueves, 15 de julio de 2010

La Carmen de la Ópera de Tampa, un loable trabajo colectivo

Cristina Nassif en el papel de Carmen
Por Leonardo Venta

La ópera Carmen es una de las obras más célebres del compositor francés Georges Bizet. Se trata de una pieza tragicómica en cuatro actos con libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac basada en un relato de Prosper Mérimée.

Se estrenó sin gran éxito en la Opéra-Cómique de París el 3 de marzo de 1875. No obstante, los pasados días 2 y 4 de diciembre tuvimos la oportunidad de presenciar, en la sala Carol Morsani Hall del Tampa Bay Performing Arts Center, dos exitosas representaciones de la misma.

“Opera Tampa”, nombre en inglés de la compañía responsable de la puesta en escena, integrada por un elenco de figuras internacionales, un coro compuesto por talentosos cantantes locales, una orquesta bajo la dirección del conductor-compositor Antón Coppola, celebraba su oncena temporada en dicho teatro.

El primer acto se desenvuelve en Sevilla. A un lado se encuentra una fábrica de tabacos, y al otro la entrada a un cuerpo de guardia del Regimiento de Alcalá. Mientras los soldados se entretienen charlando animadamente, se les acerca la joven Micaela — interpretada por Rosemary Musoleno — indagando por don José.

Más tarde, hace su aparición don José — Gerard Powers — con la guardia entrante, acompañados por un grupo de niños que imitan el desfile de los soldados. Es entonces cuando la seductora Carmen — personificada por Cristina Nassif — irrumpe cantando la famosa "Habanera: La amour est un oiseau rebelle". Después de lanzarle una flor al militar, abandona la escena. Regresa Micaela y le entrega a don José una carta de la madre de éste, pidiéndole que se case con ella.

Repentinamente la atmósfera se torna convulsa. Las cigarreras entran en escena rodeando al teniente Zúñiga — Stephan Kirchgraber — para contarle que Carmen acaba de herir a otra cigarrera en la cara. Don José, bajo las órdenes de Zúñiga, detiene a Carmen, que le ofrece, si la deja en libertad, reunirse con él en la taberna de Lilas Pastia en Triana. Don José, hechizado por sus encantos, le facilita la huida.

Frasquita — Victoria Atwater — y Mercedes — Linda Mulé —, junto a Carmen, abren el segundo acto, bailando y bebiendo con algunos militares. Carmen se entera a través de Zúñiga que don José, quien había estado preso por haberle viabilizado la fuga, ha alcanzado la libertad.

El torero Escamillo — rol encarnado por Armando Mora — se enamora de Carmen a primera vista. Don José vuelve por ella. Ya a solas, la cigarrera le propone a don José irse a vivir juntos a la sierra. Zúñiga los sorprende en el diálogo, y ordena marcharse a don José. Éste le desobedece, y termina enfrascado en una pelea con su superior.

El tercer acto comienza con don José ya integrado al grupo de los contrabandistas en la sierra. Micaela, como indulgente ángel , llega al refugio para rogarle al hombre que ama que vaya donde su moribunda madre. Mientras tanto, se origina una nueva riña, al Escamillo confesarle a don José su amor por Carmen. El torero se marcha, no sin antes anunciar su próxima corrida en Sevilla. Don José parte para reunirse con su madre.

La obra concluye en la Entrada a la Plaza de Toros de la ciudad que baña el río Guadalquivir. Escamillo y Carmen ya constituyen una ardiente pareja. Don José regresa. Carmen le confiesa su preferencia por el torero. Después de muchos ruegos amorosos, don José, despechado, la mata de una puñalada.

El tenor Gerard Powers interpretó admirablemente las complejas mutaciones anímicas del rol protagónico masculino: el sufrimiento, la lucha entre la pasión (el amor) y la razón (el deber), el despecho, la ira, la impotencia y el desagravio. Sus registros fueron discretos pero armónicos.

A su lado, la Carmen de Cristina Nassif fue más estudiada que sensual; su voz no se escuchó con el color requerido, mas se veía espléndidamente bella, algo desarmada de la chispa que el personaje requiere. En el aspecto trágico, su desempeño fue mejor, pero no explotó todo el contenido dramático que exige la escena final. La vimos morir casi de espaldas al público, sin mostrar su agonía.

Sin lugar a duda, la Micaela de Musoleno y el don José de Powers resultaron lo mejor de ambas funciones. Los aplausos del público así lo atestiguaron. A los agudos precisos y notas limpias de Musoleno se integró una actuación que satisfizo las exigencias del personaje.

Armando Mora, por su parte, fue un toreador anodino. Satisfactoria fue la actuación y el canto de Kirchgraber como Zúñiga. Las caracterizaciones de Atwater (Frasquita) y Mulé (Mercedes) fueron ingeniosas.

El coro realizó un loable trabajo, mientras la dirección orquestal de Antón Coppola resultó excelente. Sería injustificable subestimar dos veladas encomiables que “Opera Tampa” obsequiara al público local. Nuestro inexcusable bravo para esta compañía.

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