lunes, 3 de junio de 2019

Juana Borrero, "la virgen triste"

"Después de muerto Casal, nadie en Cuba ha tenido un temperamento  tan artístico,
 intuiciones tan precisas ni inspiración tan delicada", dijo Carlos Pío Uhrbach de Juana Borrero
Por Leonardo Venta

              El 18 de mayo de 1877 nace en La Habana la pintora y poetisa Juana Borrero, a quien Julián del Casal inmortalizara en el célebre poema "La virgen triste". Educada en un ambiente de arte y literatura, en 1886 matriculó en la Academia Cubana de Bellas Artes de San Alejandro, donde fue alumna del pintor Armando Menocal.
            En la primavera de 1892, aborda –junto a su padre, el médico y poeta Esteban Borrero Echeverría– el vapor estadounidense "Niágara", con rumbo a Nueva York, donde conoce a José Martí en una velada en su honor en el Chickering Hall. Durante su estancia en la ciudad que no duerme, Martí la presenta a la colonia cubana. Por su parte, Esteban le regala al Apóstol varios cuadros de su hija. El 8 de septiembre de ese año regresa a Cuba junto al padre, en el vapor "Saratoga".
            Julián del Casal y "la virgen triste" se conocieron a principios de 1891, en las tertulias que ofrecía Esteban Borrero en la habanera casona de Puentes Grandes. Dulce María –hermana de Juana– rememoraría aquel encuentro con el Baudelaire cubano: " Vino el bardo a nuestra casa traído de la mano por el mismo padre que cuidaba de nuestros corazones con un celo angustiado y expectante (... ) Nos miró a todos por la primera vez, menos a Juana, que ya la conocía por la miniatura sonora de sus versos primeros, que el padre le había dado a conocer. Sin mirarla –Casal no parecía mirar nunca–, vio desde el primer día la 'tez de ámbar', las 'pupilas de terciopelo' y la testa de la joven Musa erguida en gesto altivo, involuntario. Y vio también el bardo, por esa capacidad adivinatoria que sólo poseen los tristes, que sobre aquellas facciones juveniles de la niña genial, veladas ya de una honda amargura, flotaba 'la tristeza prematura de los grandes corazones'”.
            Unos meses antes de morir, Casal publicó en La Habana Elegante, el 20 de agosto de 1893, “Virgen triste”, cuyos versos aclaran su afecto fraternal hacia la poetisa pintora, al mismo tiempo que proyectan un presagio del final prematuro que le aguardaba a ella: "¡Ah! yo siempre te adoro como un hermano, / no sólo porque todo lo juzgas vano / y la expresión celeste de tu belleza, / sino porque en ti veo ya la tristeza / de los seres que deben morir temprano".
            A fines de 1894, la Biblioteca de La Habana Elegante publica el poemario Gemelas, de los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach. El libro –cuya dedicatoria iba dirigida "A la memoria del maestro Julián del Casal"– llega a las manos de Juana, que anota en su Diario, en febrero de 1895: “Acabo de pensar algo inaudito, imposible, temerario. Oye Carlos. Antes de dos meses tú serás mío o yo estaré muerta”.
            Francisco García Cisneros, el director de la revista Gris y Azul, la pone en contacto con Carlos Pío. Prorrumpen unas relaciones amorosas breves, marcadas por la prohibición paterna. En una misiva a su amado, Juana expresa: "El jueves si Dios quiere estará papá fuera y podremos hablar mucho porque tengo que decirte que mi Abuelita y Mamá no se muestran hostiles a nuestras simpatías. Aquí el único inabordable es... ¡Ya lo sabes!".
            En 1896, un año después del estallido de "la guerra necesaria", como llamara Martí a la Guerra de Independencia de Cuba, apremiados por razones políticas, los Borrero se marchan de Cuba. Desde el exilio, Juana le escribe a Carlos: “Todavía no he recibido una línea tuya desde que llegué (...) Luego, a mi tristeza se une la triste convicción de mi mal físico que procuro ocultar a mi familia con todo cuidado (…) Anoche creí morirme. La fiebre que jamás se me quita, aumentó con la exaltación del insomnio (…) Convencida como estoy ya de que viviré muy poco”.
            Juana Borrero fallece, víctima de fiebre tífica, en Cayo Hueso, el 9 de marzo de 1896. Carlos Pío Uhrbach murió en combate, entre las filas mambisas, el 17 de diciembre de 1897. Al morir, llevaba cocidos a su camisa de insurrecto los versos dictados en su lecho de muerte por Juana: "Yo he soñado en mis lúgubres noches, / en mis noches tristes de pena y lágrimas, / con un beso de amor imposible, / sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias...".