La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

domingo, 19 de febrero de 2017

La Orquesta de la Florida presenta "La experiencia de Dalí"

El destacado guitarrista español Juan Manuel Cañizares interpretará el "Concierto de Aranjuez" de Joaquín Rodrigo, junto a  la Orquesta de la Florida, en las ciudades floridanas de Tampa, Clearwater y Saint Petersburg
Por Leonardo Venta 

"La experiencia de Dalí" es un concierto que la Orquesta de la Florida (TFO, por sus siglas en inglés) ha dedicado a la música que inspirara a Salvador Dalí. El destacado guitarrista español Juan Manuel Cañizares interpretará el "Concierto de Aranjuez" de Joaquín Rodrigo. El programa lo integra también la música para el ballet "El sombrero de tres picos", basado en la novela homónima del escritor Pedro Antonio de Alarcón, con música del compositor Manuel de Falla y la intervención de nueve bailarines de la Universidad del Sur de la Florida. Por otra parte, se ofrecerá "La Valse", un poema coreográfico para orquesta de Maurice Ravel. Complementa la función el Preludio y Liebestod (apertura y muerte de amor) de la ópera "Tristán e Isolda" de Richard Wagner, con la intervención de la excelente mezzosoprano cubana Yetzabel Arias Fernández. Todos estarán bajo la batuta del director Michael Francis. Los conciertos se celebrarán el viernes, 3 de marzo, en la Sala Morsani del Straz Center; el sábado, 4, en el Mahaffey Theater; y el domingo, 5, en el Ruth Eckerd Hall. Las funciones del viernes y el sábado son a las 8 p.m. El programa del domingo comienza a las 7:30 p.m.

sábado, 18 de febrero de 2017

El destacado guitarrista español Pablo Sáinz se presenta en Tampa

Pablo Sáinz Villegas ha sido comparado con Andrés Segovia, el más destacado guitarrista clásico del siglo XX
Por Leonardo Venta

La Sala Ferguson del Centro David A.Straz para las Artes Escénicas de Tampa tendrá el privilegio de acoger al afamado guitarrista español Pablo Sáinz Villegas, el sábado, 25 de febrero, a las 7:30 p.m., como parte de una serie de actuaciones en Florida bajo el título de su disco "Americano".
            Desde una parada en California de su ocupada agenda artística, vía telefónica, Sáinz Villegas nos concedió una entrevista para precisar un tanto su horizonte artístico y humano. Alleguémonosle.

¿Cómo le gustaría a Pablo Sáinz Villegas presentársenos?

            Me presento con el corazón abierto, como un ser humano cercano a la gente, que comparte esas emociones que todo el mundo tiene, que se acerca a la vida a través de la humanidad y de la inspiración de los valores. Eso es lo que nos hace humanos, al fin y al cabo. Así es como soy y como me expreso a través de la guitarra y de mi música.

Tengo entendido que el 16 de junio celebrarás 4 décadas de haber nacido en España. Si bien, resides en Nueva York por 15 años. ¿Cómo descubres y evoluciona tu vocación artística?

            Soy originario de la Rioja, España. A los 6 años vi un video del maestro Andrés Segovia en la televisión –en blanco y negro– que tenían mis padres. Enseguida me enamoré de ese maravilloso instrumento [la guitarra] que está tan vinculado a la cultura y la tradición española.
            Después, fue creciendo una pasión por la música en mí. La primera vez que salí al escenario fue a los 7 años. Esa experiencia cambió mi vida. Era la primera ocasión que estaba en contacto directo con el público a través de la música, y me fascinó esa luz que sentí. Poco a poco, en la adolescencia, fui definiendo mi deseo de dedicar mi vida a la música.
            Terminé mis estudios en España. A los 18 años, me fui por cinco años a Alemania para continuar mi aprendizaje y empaparme de esa gran tradición musical que tiene todo Centro Europa. A los 24 años, mi instinto me puso rumbo a Nueva York. Tuve la fortuna de llegar a este país becado para estudiar en el Conservatorio Manhattan School of Music de la ciudad de Nueva York. Y después, ha sido un proceso muy bonito de ir abriendo camino a través de la música y transmitir todos estos valores de los que me siento tan orgulloso: la multiculturalidad y ese lenguaje universal que es la música. Toques donde toques, los transmitas donde los transmitas, dichos valores siempre llegan al corazón de las personas.

En entrevista concedida en julio de 2016 a Pablo Vayón, crítico musical del Diario de Sevilla, expones que "la guitarra es el instrumento más popular del mundo, el más cercano a la gente, el más democrático". ¿Cómo justificas esta afirmación?
 
            La guitarra es uno de los pocos elementos musicales totalmente vinculado a una cultura y a un país, en este caso España. A su vez, se ha convertido en el instrumento más democrático del mundo, al alcance de la gente. Sin lugar a duda, es el más popular. Gracias a su versatilidad, en Brasil, por ejemplo, la samba, bossa-nova, toda la música folklórica se toca con guitarra; en Argentina, el tango; si vas a Venezuela, el joropo se interpreta con una guitarra; en Cuba, el son siempre se acompaña de ese instrumento, los cantautores lo utilizan; en Estados Unidos, el bluegrass, el blues, la música country, el jazz; en España, el flamenco.

¿Con cuál movimiento musical te identificas más?

            Posiblemente, me identifico más con los adagios. Me ofrecen, como músico, la oportunidad de explorar una parte muy profunda de la sensibilidad del ser humano y de las emociones del compositor. Es siempre ese lado apasionado, denso, mediante el cual quieres decir algo que con palabras no se puede expresar. El adagio te ofrece esa oportunidad. 

En otro sentido, ¿cuál es tu preferencia como género en la historia de la evolución de la creación musical?

            Sin duda, me he desenvuelto en el ámbito de la música clásica. Aquí viene lo bonito de ser guitarrista. La guitarra siempre ha sido ese elemento mensajero entre la música popular y la clásica. Ahí es donde se mueve con muchísima comodidad, y es ahí donde yo me siento también afortunado y cómodo. Es en ese mundo, que no es ni lo folklórico ni lo clásico, donde se desdobla. Es en ese puente donde se justifica cómo ya desde el Renacimiento los trovadores cantaban canciones y serenatas con los laúdes y las vihuelas en las calles, mientras los laúdes eran igualmente entonados en la Corte para los reyes y duques. Esta dualidad le confiere un valor incalculable a la guitarra que otros instrumentos carecen.
           
¿Cuál es la sala de conciertos donde más te ha impresionado presentarte?

           Pues, tengo varias... Una, sin duda, es el Avery Fisher Hall del Lincoln Center, en Nueva York. Yo había ido como estudiante muchas veces a escuchar conciertos de la Filarmónica de Nueva York. Cuando tuve la fortuna de tocar allí, compartir el escenario con la Filarmónica de Nueva York, y estar en el auditorio desde el otro lado, ya no como público sino como intérprete, fue algo mágico por todo lo que había vivido allí. También, la Sala Chaikovski en Moscú o el Musikverein en Viena.

¿Es la primera vez que viajas a Tampa?

          Es la primera vez que la visito. Y lo haré con la presentación de este disco "Americano", que es un viaje musical a través de los países de América: Brasil, Argentina, Paraguay, Venezuela, Estados Unido; y mezclando géneros, desde tango, bossa-nova, guajiras, joropos, bluegrass. Va a ser un viaje emocional para todos los públicos, desde niños a mayores, estadounidenses o latinos. Todos están bienvenidos, y todos van a disfrutar de este viaje, porque a todos les pertenece y se van a sentir muy identificados con el concierto.

¿Qué músicos te acompañarán?

            Voy a estar en cinco ciudades de Florida – Tallahasse, Jacksonville, Tampa, West Palm Beach y Miami– , acompañado del percusionista Nacho Arimany y el contrabajista Pedro Giraudo.  Todo va a ser un despliegue sonoro muy atractivo, con un amplio despliegue de ritmos de este continente, como he dicho antes

¿Alguna pieza clásica en el programa?

            Habrá piezas clásicas, como "Un Sueño en la Floresta" del compositor paraguayo Agustín Barrios Mangoré, así como otras pinceladas maravillosas que articularán el programa de una manera única y personal.

Aparte de tu temprana admiración por Andrés Segovia, a través del aludido video que te mostraran tus padres, deduzco –conociendo el lanzamiento de tu cuarto trabajo discográfico el año pasado, en el que están recogidos tres conciertos para guitarra y orquesta del maestro Joaquín Rodrigo– tu consiguiente admiración por el susodicho compositor, cuyo "Concierto de Aranjuez" es una de las piezas más populares del repertorio clásico español. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?

            Mi última producción discográfica fue el año pasado, en la que están recogidos tres conciertos para guitarra y orquesta del maestro Joaquín Rodrigo: "Concierto de Aranjuez", "Fantasía para un gentilhombre" y "Concierto para una fiesta", grabados con la Orquesta Nacional de España bajo la batuta del afamado director de orquesta Juanjo Mena.
            Sin duda, en la historia más reciente de la guitarra, Andrés Segovia, como asimismo Joaquín  Rodrigo, constituyen una grandísima inspiración. Hicieron que la guitarra apareciera en los más grandes auditorios junto a las más importantes orquestas del mundo. Para mí, siempre han sido una inspiración desde que era niño. Siempre mi sueño fue que llegara el día cuando pudiera tocar "El concierto de Aranjuez". Y llegó. Luego se ha convertido en una de las piezas que más interpreto y disfruto con numerosas orquestas del mundo.
            En cuanto a Andrés Segovia, el legado que el creó, y luego nos dejó a la comunidad guitarrística, es invaluable. Y en estos momentos, en el siglo XXI, yo siento y es mi deseo y mi motivación seguir impulsando la guitarra y explorar otros horizontes.  Explorar otras maneras de hacer que la guitarra siga viva y continúe siendo instrumento catalizador y unificador de diferentes culturas y formas de pensar. Al final, la guitarra tiene eso. Allí donde vas, hay gente que la disfruta y la tiene cerca porque es el instrumento de la gente. Para mí, esto es lo más importante: el tocar para la gente. La música le pertenece a las personas que la disfrutan.

Desde los trabajos primeros hasta tu última producción discográfica, dedicada al compositor Joaquín Rodrigo con la Orquesta y Coros Nacionales de España, en 2016, teniendo en consideración algunas de tus incursiones con géneros no valorados dentro de los preceptos de la música clásica, como es el caso de varias  piezas de tu disco compacto "Americano" (2015), ¿existe  evolución en tu repertorio?

            Mi formación y tradición han sido puramente clásicas. Es algo en lo que he estado absolutamente inmerso para desarrollar todas las habilidades técnicas, que luego me permitieron desplegar las capacidades musicales e interpretativas del repertorio de la guitarra clásica española.
            Esas herramientas son sumamente sofisticadas. Analizándolas a partir del punto de vista técnico –considerando que la guitarra clásica debe tocarse con cuatro dedos de la mano derecha; mientras, la guitarra eléctrica se toca con una púa–, para la guitarra clásica es como estar tocando con cuatro púas. Es decir, se crea toda una serie de recursos expresivos, prácticamente de polifonía y casi de tridimensionalidad musical, que luego te permite prácticamente hacer cualquier tipo de música. Al entender la evolución de lo que ha sido el pasado y donde me encuentro en estos momentos, reconozco que Segovia recuperó y definió a la guitarra como instrumento clásico. En ningún momento, él exploró otros géneros, como pudo haber sido el flamenco y la música de corte más folclórico. Si bien, en el siglo XXI, yo siento que la guitarra especialmente tiene esa oportunidad natural de explorar y de crear vínculos con otras músicas sin perder la esencia de la técnica, la musicalidad y la interpretación clásicas.
           Como guitarrista clásico, pudiendo disponer de todos esos recursos expresivos, es una gran motivación para mí explorar las raíces musicales donde realmente se inspiró el repertorio clásico de este instrumento. Así por ejemplo, Heitor Villa-Lobos se inspiró en la música folclórica brasileña, en gran medida. Entonces, yendo un paso más allá con la guitarra clásica, puedo decir: toco a Villalobos y lo disfruto mucho, esa ha sido mi formación, y ahora quiero explorar también, por ejemplo, la música de Luiz Bonfá, un guitarrista con una influencia más folclórica. Es algo que me motiva mucho hacer. Se puede hablar desde joropos en Venezuela, guajiras en Cuba, guapangos en México, el bluegrass en Estados Unidos, e incluso, el flamenco en España. Deseo seguir llevando la guitarra en movimiento a otros sitios, explorar nuevos horizontes que hagan que la guitarra siga evolucionando, no en una sola dirección sino en muchas.

Desde tus trabajos primeros hasta tu última producción discográfica, dedicada al compositor Joaquín Rodrigo con la Orquesta y Coros Nacionales de España, en 2016, teniendo en consideración algunas de tus experiencias con géneros no valorados dentro de los preceptos de la música clásica, como es el caso de varias  piezas de tu disco compacto "Americano" (2015), ¿existe  evolución en tu repertorio?

            Mi formación y tradición han sido puramente clásicas. Es algo en lo que he estado absolutamente inmerso para desarrollar todas las habilidades técnicas, que luego me permitieron desplegar las capacidades musicales e interpretativas del repertorio de la guitarra clásica española.
            Esas herramientas son sumamente sofisticadas. Analizándolas a partir del punto de vista técnico –considerando que la guitarra clásica debe tocarse con cuatro dedos de la mano derecha; mientras, la guitarra eléctrica se toca con una púa–, para la guitarra clásica es como estar tocando con cuatro púas. Es decir, se crea toda una serie de recursos expresivos, prácticamente de polifonía y casi de tridimensionalidad musical, que luego te permite prácticamente hacer cualquier tipo de música. Al entender la evolución de lo que ha sido el pasado y donde me encuentro en estos momentos, reconozco que Segovia recuperó y definió a la guitarra como instrumento clásico. En ningún momento, él exploró otros géneros, como pudo haber sido el flamenco y la música de corte más folclórico. Si bien, en el siglo XXI, yo siento que la guitarra especialmente tiene esa oportunidad natural de explorar y de crear vínculos con otras músicas sin perder la esencia de la técnica, la musicalidad y la interpretación clásicas.
            Como guitarrista clásico, pudiendo disponer de todos esos recursos expresivos, es una gran motivación para mí explorar las raíces musicales donde realmente se inspiró el repertorio clásico de este instrumento. Así por ejemplo, Heitor Villa-Lobos se inspiró en la música folclórica brasileña, en gran medida. Entonces, yendo un paso más allá con la guitarra clásica, puedo decir: toco a Villalobos y lo disfruto mucho, esa ha sido mi formación, y ahora quiero explorar también, por ejemplo, la música de Luiz Bonfá, un guitarrista con una influencia más folclórica. Es algo que me motiva mucho hacer. Se puede hablar desde joropos en Venezuela, guajiras en Cuba, guapangos en México, el bluegrass en Estados Unidos, e incluso, el flamenco en España. Deseo seguir llevando la guitarra en movimiento a otros sitios, explorar nuevos horizontes que hagan que la guitarra siga evolucionando, no en una sola dirección sino en muchas.

¿Que significa la guitarra para ti?

            Es una extensión de mis propias emociones, una extensión de mi alma. Hay gente que me pregunta si le doy nombre a la guitarra que uso. Yo le respondo que no tiene nombre porque realmente soy yo. Es un medio de expresión de lo que soy como ser humano. Y es ahí precisamente donde invito a la gente a que participe. Es ahí, en esa esencia humana, donde todos podemos comunicarnos.

¿Tocas otro instrumento?

            No, la guitarra es el instrumento al que he dedicado toda mi vida. Cuando era niño, estudié cinco años de piano. Sin embargo, se quedó como un instrumento complementario de mi formación musical. La guitarra es a quien me dedico, exijo y soy fiel todos los días de mi vida.

¿Has tratado de incorporar elementos vocales a tus interpretaciones de la guitarra?

            Entre amigos, lo he hecho en alguna ocasión. Es algo que no descarto hacer en algún momento. Pero para eso debo desarrollar más mi voz con el fin de que sea más agradable de escuchar.

He leído que tu mano izquierda es casi dos centímetros más grande que la derecha. ¿Qué puedes decirme al respecto?

            Es algo anecdótico. Cuando tenía 6 años mis padres me compraron una guitarra del mismo tamaño de la que tengo ahora, una guitarra de adulto. En aquel entonces, en las tiendas de música no consideraban que un niño tocara con una guitarra más pequeña. Esa fue siempre mi guitarra. Con el paso del tiempo, poco a poco, mi mano izquierda, por las extensiones, se fue desarrollando más. Curiosamente, hace unos años, mirándome las manos y comparándomelas, con gran sorpresa, descubrí que mi mano izquierda es una pulgada mayor que la derecha. Esto, en cierto sentido, me favorece. Mi mano izquierda tiene una extensión muy larga, lo que me facilita acceder de una manera mas cómoda a diferentes partes del diapasón de la guitarra. En cierta manera, explica cómo el cuerpo se va adaptando cuando está haciendo algo con mucha pasión durante tantos años.

¿Algún modelo en el aspecto artístico?

            Me inspiran muchísimas expresiones artísticas, desde la escultura a la pintura. Son expresiones en las que encuentro mucha inspiración y paralelismo para lo que luego desarrollo en mi interpretación musical. Concentrándonos más en la guitarra y la música, Andrés Segovia ha sido de enorme inspiración para mí, así como otros grandes músicos que acogen su profesión con pasión y genuina entrega a los demás. 

Sé que has trabajado con Plácido Domingo. ¿Qué recuerdos guardas de esas experiencias?

            Ha sido una de las experiencias más conmovedoras e inspiradoras que he tenido como músico y ser humano. Plácido Domingo representa mi ideal de cómo se debe comportar un músico en el siglo XXI, con su público y con la música. Es profundamente humano, generoso con su tiempo, con sus sonrisas, con sus seguidores. Es una de las voces más importantes del siglo XX y, a sus 76 años, lo sigue siendo en el siglo XXI. Su pasión y entrega son admirables. Su intensidad de trabajo –que él no lo llama trabajo, porque para él es un disfrute– es el secreto de que siga cantando con la calidad que lo hace. Su naturalidad al relacionarse en el escenario con el público me conmueve profundamente.

¿Cuántas veces has compartido escenarios con él?

            Han sido dos actuaciones inolvidables junto a él. Tuve el honor de ser invitado a participar en el histórico concierto “Plácido en el Alma”, en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid el día 29 de junio de 2016. Unas semanas más tarde, en agosto, tuve la oportunidad de tocar con él en un escenario flotante en la Amazonía brasileña, televisado para 90 millones de personas. Fue algo sumamente inolvidable y emocionante. Me siento muy bendecido, agradecido, de haber tenido estas oportunidades como músico y haber tenido ese gran honor de haber tocado con Plácido Domingo.

¿Planes inmediatos?

            En este momento, estoy en California. Acabo de terminar aquí varias actuaciones. Estoy inmerso en el proceso de preparar la gira. Voy a estar en cinco ciudades de Florida: Tallahassee, Tampa, Miami, West Palm Beach y Jacksonville. Estoy muy emocionado porque esta es mi primera gira en Florida. Luego, tengo actuaciones en México, Nueva  York, una gira por Europa con Amsterdam Sinfonietta, en Nueva Zelanda interpretaré el "Concierto Aranjuez", participaré en el Festival de Música de Grant Park, en Chicago, un concierto al aire libre para miles de personas.

¿Qué información pudieras adelantarnos de tu concierto este sábado?

            Es un programa –de alrededor de 90 minutos, sin intermedio –  que se comunica de manera natural con todos los espectadores, ya sean latinos o estadounidenses. Explora lo que es este gran continente, América, el cual me abrió los brazos hace 15 años, y al que a través de este concierto le ofrezco mi tributo personal.

            Aparte de interpretar la guitarra –junto al percusionista Nacho Arimany y el contrabajista Pedro Giraudo– estaré a cargo de la conducción del espectáculo. Al mismo tiempo, emplearé el factor sorpresa en la animación del concierto. A través de diferentes anécdotas que vinculan a los países de América, y la magia de la música, guiaremos al público a través de este maravilloso viaje musical.  

Paradiso, un culto lezamesco a La Habana

Upsalón es la divinidad de la mitología escandinava que le sirve a Lezama Lima para nombrar
 la Universidad de La Habana
Por Leonardo Venta

El crítico uruguayo Ángel Rama le concede suma significación a la aglomerante y soberbia urbe, en su texto La Ciudad letrada, norma de la ciudad barroca, y a los hombres que la presiden, quienes tienen a su favor la palabra escrita, valioso instrumento para establecer su orden, disposición de una arquitectura física de la ciudad y otra inmaterial, ideológica.
            En la novela Paradiso, de José Lezama Lima, la urbe habanera barroca se erige como centro de la acción exterior e interna de personajes, contextos hilvanados (y emanados) desde y alrededor de su más genuino palpitar.
            Como expresión de las artes plásticas, apasionado por temáticas que exploraba hasta el dulce agotamiento, estrechamente fundido con el sentir de la generación de poetas cubanos del Grupo Orígenes, René Portocarrero –al develar con su pincel la mágica virtud y el meridiano esplendor de La Habana– es la más cercana representación del barroco lezamesco.
       "Si la obra de Lezama Lima pudiera perpetrarse gráficamente sería René Portocarrero, su contemporáneo pintor cubano, el que simultaneare su misma trayectoria", expresa Eloisa Lezama Lima en el prólogo de la 12.ª edición de Paradiso (Cátedra, Madrid, 2010). "Si repasamos la crítica de Lezama Lima a la obra de Portocarrero, descubriremos cómo sus técnicas se relacionan con las del autor de Paradiso", agrega la hermana del escritor en el susodicho prólogo.
            La novela, entre sus múltiples lecturas, encauza el culto del autor a su venerada Habana.  Paradiso, aunque visite cuanta geografía y credo universal exista, se nutre de cubanía –cubanidad plena, sentida, consciente y deseada, al decir de Fernando Ortiz–, muy en especial la capitalina; se robustece con el arte culinario de la Isla, con sus cocineros mulatos y las charlas de sus aburguesadas criollas; mastica el glutinoso quimbombó y se empalaga de las yemas dobles.
            “– ¿Cómo va ese quimbombó? – dijo [Rialta]", y refutando a que el cocinero Izquierdo le agregara camarones chinos y frescos al guiso, afirma: “Tanta refistolería no le viene bien a algunos platos criollos”. Augusta y su hija Rialta, asimismo, departen sobre la repostería cubana. La primera se refiere a las yemas dobles, que prefería llamar Sunsún doble, y a la natilla, “no como las que se comen hoy, que parecen de fonda, sino de las que tienen algo de flan, algo de pudín”.
            Rebosa además cubanía en la pronunciación criolla de los fonemas. “Dicho esto [Izquierdo] se precipitó sobre la cocina, no sin que sus sílabas largas de mulato capcioso volasen impulsadas por graduaciones alcohólicas altas en uva de Peleón”. El mismísimo nombre de José Cemí alegoriza criollismo: José, la dimensión del patriarca cristiano impuesto por los españoles en la Isla, y la voz precolombina representada en el apellido Cemí, nombre de una deidad taina, configuran su devenir alegórico. 
            En la novela resaltan aparecen vocablos como tocoloro, o tocororo, ave trepadora de lindos coloridos plumajes que habita solitaria en los bosques cubanos, y que la voz narrativa compara con la pluma multicolor que Fibo hunde en los glúteos de sus condiscípulos:”(...) y hundía la pluma de tocoloro infernal por la rendija del pupitre anterior, electrizando la glútea por la penetración de aquel punto teñido de la energía del ángel color de uva”.
            En Paradiso se desperezan conjuntamente céntricas calles e icónicos espacios habaneros, como la escalinata universitaria, el paseo del Prado y el Malecón.  “(...) al aluvión que bajaba por la avenida de San Lázaro, de aceras muy anchas con mucho tráfico desde las primeras horas de la mañana, con público escalonado que después se iba quedando por Galiano, Belascoaín e Infanta, ya para ir a las tiendas o a las distintas iglesias o hacer de las dos cosas sucesivamente, después de oír la misa, de rogar curaciones, suertes amorosas o buenas notas para sus hijos en los exámenes”, leemos en el capítulo XIX de la novela.
            “La escalera de piedra es el rostro de Upsalón [la Universidad de La Habana], es también su cola y su tronco. Teniendo entrada por el hospital, que evita la fatiga de la ascensión, todos los estudiantes prefieren esa prueba de reencuentros, saludos recuerdos (...) No son aquellos días de finales de bachillerato en que se sentaba en el extremo de un banco, en el relleno del Malecón, colgaba un brazo del soporte de hierro y sentía que la noche húmeda lo penetraba y lo tundía”, observamos casi inmediatamente a través del relato. 
            Asimismo, el texto enarbola el carácter sincrético de la religión afrocubana –cuyo ritual se integra de elementos del cristianismo y manifestaciones religiosas africanas–, con espiraciones de supersticiosas tradiciones, desigualdades sociales, alegrías y tristezas. “En la calle General Lee vivía la espiritista mestiza, con ese rostro sabio y bondadoso adquirido por nuestras cuarteronas, donde (...) la pobreza arrinconada y sin salida, la esquina de parla municipal y cominera, el diálogo último, para desesperación conversacional y fatalista, con los ídolos, han dejado tan penetrantes surcos”.
            En tanto, la célebre escena de baile de sociedad en casa de Paulita Nibú –donde Rialta se encuentra con el presidente Tomás Estrada Palma, y en la que José Eugenio la espía por vez primera tras una persiana, descrita desde la perspectiva de un lente cinematográfico, especie de catalejo voyerista– nos rememora la atmósfera de los bailes decimonónicos habaneros que se describen en la Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde.  “Cuando [Rialta] se presentaba saludaba con una desenvoltura, que a José Eugenio criado en un ambiente provinciano y español, le parecía la quintaesencia de lo criollo, graciosa, leve, muy gentil”, leemos en el texto lezamesco.
            El crítico literario Reynaldo González, en Lezama Lima: el Ingenio, reconoce un cierto carácter de crónica de costumbres en Paradiso: “Intencionalmente soslayo aquí las referencias a su monumental Paradiso, ya indicado como crónica de costumbres entre tantas cosas que es y significa, incluidas sus paródicas exageraciones sexuales, fórmula que pone en solfa el machismo predominante de nuestras culturas”.
            En nuestra lectura, movidos por un ingenuo pero genuino instinto literario, hemos experimentado en la escena del baile en casa de la Nibú un “déjà vu” de ciertos pasajes descritos en la novela de Villaverde, con ese aliento análogo y disímil de crónica de costumbres, para recrear guiños de la capital cubana en las primeras décadas del siglo XX, irrebatibles distintivos del neobarro lezamesco. 

viernes, 17 de febrero de 2017

La 'mujer faltal' en la novela Beltenebros de Antonio Muñoz Molina

Escena de la adaptación al cine de la novela Beltenebros por Pilar Miró
Por Leonardo Venta 

            En el análisis del discurso literario es conveniente tener en consideración la importancia del género, que influye en las variantes y matices lingüísticos culturales que el hombre o la mujer imparten a la obra, afectando el contexto y la forma de lo expresado. Es decir, un tema según sea quién lo escriba tiende a ser marcado por diferencias en su forma y contenido. Por otra parte, la ideología del género afecta la manera en que los textos son leídos, así como los cánones de excelencia establecidos.
             Socioculturalmente, el género, apartándonos del punto de vista exclusivamente biológico, es el resultado de una categorización que ha sido falseada (aprendida) con intereses muy palpables en la jerarquización del poder masculino. Un  ejemplo ostensible es el cuestionamiento que  Antonio Muñoz Molina ofrece a la representación tradicional de la 'femme fatale' en Beltenebros (1989), una obra de la posmodernidad confeccionada con hebras de la novela policíaca, la novela de espía, la novela rosa y el llamado "film noir".
             "Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca". Con esa expresión se inicia esta obra que, según el consenso de la crítica literaria, no tiene parangón en la novelística contemporánea española. El sicario Darman, otrora capitán del ejército republicano exiliado en Inglaterra, bajo ordenes de una organización subversiva comunista, regresa clandestinamente al Madrid de los años sesenta para ejecutar a Andrade, un inocente acusado de traición. En ese empeño sanguinario de ángel sentenciador, se relaciona con Rebeca Osorio, amante del hombre a quien debe liquidar, en un complejo proceso que lo llevará a reconstruir su pasado a través de lugares y acciones en un simbólico desplazamiento que devela magistralmente, entre otros elementos, el pedregoso proceso hacia la verdad.
            La susodicha mujer sufre en sí todo el aglutinamiento del abuso masculino, mental y físico, a través del voyerista Valdivia, que la hostiga y oprime tanto desde la oscuridad literal –es nictálope – como la emocional. La obliga cada noche a bailar y a cantar para él, vestida de Rita Hayworth, ante un grupo de sicalípticos espectadores que se reúnen en la Boite Tabú. Él la disfruta desde la oscuridad de su palco, mientras ella se va desnudando poco a poco. "Aunque tú no me veas yo te estaré viendo", le expresa. Ella no se librará de esta opresión hasta el desenlace de la trama.
            La mujer abusada es idéntica a otra que Darmar conociera 20 años atrás. Es la hija de Rebeca Osorio (madre), con quien experimentara una fracasada experiencia amorosa, especie de doble que aúna el presente con el pasado. "La exaltación y la vergüenza se estaban consumando ante mí al ritmo hirviente del bongó, que parecía golpear a la muchacha como a un boxeador débil, descoyuntándola, arrojándola de rodillas al suelo, imponiéndole metódicamente los movimientos sincopados de una danza en la que se iba desnudando como si se desgarrara a sí misma", así describe Darmar el degradante espectáculo que le ha sido impuesto a la joven.
            Para la escritora y pensadora Simone de Beauvoir, la mujer sólo puede lidiar con la inferioridad con que ha sido marcada por el hombre, vengándose, mutilando la supremacía masculina, contradiciéndola, y negando su verdad y valores. La 'mujer fatal' desdobla una connotación ambivalente que origina un desbalance en el devenir del hombre. “Los temores del hombre de perder su estabilidad o su 'yo' frente a la mujer son reflejados en la mujer fatal: las dos Rebecas van minando la figura del detective, Darman, hasta el punto de producir la confusión del protagonista y de oscurecer su habilidad observadora en las últimas páginas de la novela", expresa Chung-Ying Yang, catedrático en la Universidad Nacional Chengchi de Taipei. En este caso, la mujer es “la imagen amenazadora de lo ilegible, lo imprevisible y lo inalcanzable (…) la antítesis de lo maternal, de lo productivo”, agrega.
             De Beauvoir asevera en su libro El Segundo Sexo algo similar a lo establecido por el académico taiwanés: “(…) el hombre siente hostilidad hacia la mujer porque le teme, siente temor de su imagen con la que él mismo se identifica”. Percibe su caída bajo el influjo pernicioso de la mujer que lo arrastra. Es en gran sentido una caída al estilo adámico. “Todos los Padres de la Iglesia insisten en la idea de que ella [Eva] condujo a Adán al pecado”, agrega la intelectual gala.
            Al escudriñar, encontramos en Beltenebros argumentos suficientes para demostrar que la mujer no sólo representa esa “otredad” que complementa al hombre, "sacada de la costilla de Adán", sino también es ese objeto sexual que despierta pasión animal en él. Es un elemento más de la Naturaleza que estimula y satisface los apetitos masculinos. “Las miradas y las manos y las respiraciones de los hombres habían gastado su piel [la de Rebeca Osorio hija] pulimentando su blancura y volviendo todo su cuerpo tan dúctil como una seda muy usada (…)”, leemos en el texto de Muñoz Molina.
            Por otro lado, la descripción de Rebeca Osorio (hija) se desliza a través de ciertas características que implican debilidad y, por consiguiente, traslucen la histórica inferioridad atribuida a la mujer con respecto al hombre, a pesar del ambivalente poder nocivo que sustenta como 'femme fatale': “Había en ella una obediencia sonámbula a los designios de otros”, expresa Darmar. Luego la identifica por “la infinita y cálida pasividad de sus muslos".
            Darman es una especie de antihéroe de la literatura posmoderna; reconoce sus errores e intenta rectificarlos, no se rinde en su afán de encontrar la usualmente paradójica, cuestionable e inaccesible verdad. El doctor valenciano Pasqual Mas, autor de numerosos estudios y ediciones críticas, expresa: “Casi la totalidad de la literatura de Muñoz Molina sigue un proyecto ético. Los héroes de sus novelas actúan movidos por la necesidad de rectificar conductas a situaciones marcadas por el mal”.
            Valdivia, el supuesto Beltenebros de nuestra historia, se desliza entre la oscuridad de los balcones de un centro nocturno y la de un cine clausurado. Sus ocultas ocupaciones y un defecto en un ojo  lo constriñen a resguardase de la mirada ajena.  
            En el desenlace, Rebeca Osorio (hija) consigue vengarse. Ciega a Valdivia con la luz de una linterna, precipitándolo a la planta baja del cine en ruinas, en su desesperación por huir de ella. “Arriba, en las últimas gradas, más alta que nosotros, la muchacha pálida y desnuda mantenía inmóvil la linterna y su círculo de incandescencia trazaba una fría y blanca línea de luz que iba a romperse en la cara de Valdivia, y siguió persiguiéndolo cuando cayó hacia atrás empujado por ella”, leemos en el texto.
            Muñoz Molina rompe esquemas tradicionales con este final, al igual que lo hace con el resto de la obra. Darmar no es quien mata al villano ni rescata a la heroína. Ella se salva por sí sola. Si bien, la catarsis se consuma en la transformación interior de Darmar, como manifestación de una honda implicación alegórica, que bien puede encaminarnos a múltiples interpretaciones, timbradas por la ambigüedad posmoderna que prevalece en una narrativas de esta índole.
            La novela –que toma el título del sobrenombre del célebre Amadís de Gaula cuando pierde la razón y es forzado a vivir en una cueva– emplaza a la mujer en un ambiente de erotismo y violencia, de fluctuantes relaciones de género: poder de seducción y manipulación, exhibicionismo y voyerismo, así como rechazo y desvelamiento dentro de una atmósfera matizada por el palpitar contradictorio, complejo, desestabilizador y constituidor del ideario político e ideológico y la identidad en el proceso evolutivo del protagonista y los mensajes implícitos en la trama.