La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

sábado, 25 de mayo de 2013

La presencia del teatro en Don Quijote de la Macha


La primera bailarina Viengsay Valdés, en la versión de "Don Quijote" ideada por Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba, estrenada el 6 de julio de 1988, en el Gran Teatro de La Habana, la cual honra la desbordante presencia española en la idiosincrasia cubana. En tanto, pone especial cuidado en mantener las referencias folclóricas peninsulares, así como le devuelve la primacía al personaje protagónico, tan minimizado en la versión original rusa.

Por Leonardo Venta

      Al acercarnos a El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), las dos partes originalmente publicadas de la primera novela moderna de la literatura universal, no podemos ignorar que Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), su célebre autor, además de novelista, fue dramaturgo y apasionado por el teatro. Según Ramón Menéndez Pidal, es probable que Cervantes se inspirara para su Primer Libro en la trama del anónimo Entremés de los romances, donde un labrador pierde el juicio por su afición a los héroes del Romancero viejo.
    El teatro fue el entretenimiento público por excelencia en la época de Cervantes. Sin embargo, con toda la pasión que él pudo sentir por este género, piezas suyas como Ocho comedias y ocho entremeses, 1615, no pudieron emular con la producción de Lope de Vega. “El Monstruo de la Naturaleza” – como llamó Cervantes a Lope perseguía fundamentalmente captar el interés del espectador en la trama hasta el final, mientras la profundidad del Manco de Lepanto conspiraba contra dicho propósito.
     La más grande novela de todos los tiempos, obviamente, no es una obra teatral.  Si bien, al allegárnosle centellean inevitables interrogaciones: ¿Existe metateatro en Don Quijote?, entendiéndose por metateatro, toda teatralización de una acción espectacular, ritual o ficticia, dentro de una representación dramática que la contiene. ¿Es Don Quijote una novela de aventura?, lo que la equipararía en cierta medida al precepto de la poética aristotélica, en que se identifica al teatro en su cualidad de acción.
     ¿Cumple la novela la función social de una obra dramática? Es decir, ¿esgrime el Quijote el efecto purificador de la catarsis: purificación trágica de justificación ética? Luego, ¿impacta o transforma dicha catarsis nuestras vidas, como lectores, o la de los protagonistas, en la obra?
     Evaluando la risa en Don Quijote  un efecto tan perseguido por el teatro –, y apoyándonos en la propuesta del crítico literario ruso Mijaíl Batjín, que califica a la risa como máscara de problemáticas existenciales esenciales, nos preguntamos, ¿cumple Don Quijote en su pródiga hilaridad la función social de una comedia? Entendiéndose por dicha tarea el ridiculizar la realidad, develarla, criticarla, al funcionar como dispositivo social purificador. Somos partidarios de que en Don Quijote se cumple el postulado bajtíano: “[…] ‘la seriedad y la locura’ entablan un diálogo que transforma a ambas partes, como hace todo diálogo”. Sin embargo, descubrimos que la idea de Batjín no es tan original como parece, pues sobre el particular departe la Aprobación del Libro Segundo de Don Quijote, cuando cita la máxima de Marco Tulio Cicerón: “Interpone tuis interdum gandia curis (Mezcla placeres entre tus preocupaciones)”.
     Cuando don Quijote es enjaulado, y conducido de regreso a su aldea, en el trayecto, el canónigo aborda el tema del teatro en sus vertientes críticas y de debate. Incluso, percibimos abiertos ataques cervantinos a su archienemigo Lope de Vega, a través del discurso del religioso: “[…] véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio de estos reinos con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama; y por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren”.
      La presencia del teatro, como género, resuella además en las danzas y bailes narrados de las bodas de Quiteria, las cuales han llegado hasta nuestros días mediante el célebre ballet “Don Quijote”, estrenado el 26 de diciembre de 1869 en el Teatro Bolshói de Moscú. La versión de Alicia Alonso, bailada por primera vez el 6 de julio de 1988, en el Gran Teatro de La Habana, honra la desbordante presencia española en la cultura cubana, y pone especial cuidado en mantener las referencias folclóricas, así como devuelve la primacía al personaje protagónico, tan minimizado en la versión original rusa.
      A su vez, la novela puede interpretarse como una constante alegoría, dentro de un discurso, donde existe un sentido lineal y otro figurado, completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. Los asistentes a las bodas de Camacho están conscientes de su papel como espectadores de un gran espectáculo: “Otros muchos andaban ocupados en levantar andamios, de donde con comodidad pudiesen ver otro día las representaciones y danzas que se habían de hacer en aquel lugar”. En tanto, para lograr el efecto de ilusión teatral, Cervantes esgrime el histrionismo de Basilio, autor y actor al mismo tiempo: “Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos de ellos […] comenzaron a decir: – ¡Milagro, milagro! / Pero Basilio replicó: – ¡No milagro, milagro, sino industria! [maña, astucia] y desdoblamiento dramático”. Basilio parodia la tradición pastoril, uno de los géneros narrativos que satiriza Cervantes en su obra cumbre.
    Los efectos visuales, dignos de representación, son determinantes en esta novela sin paragón en la literatura universal. En el capítulo 69 de la Segunda Parte resalta un episodio totalmente teatral, donde los mismos espectadores son actores, y los actores desempeñan su actuación en el teatro de la vida:
    “Subieron, en esto, al teatro, con mucho acompañamiento, dos principales personajes, que luego fueron conocidos de don Quijote ser el duque y la duquesa, sus huéspedes, los cuales se sentaron en dos riquísimas sillas, junto a los dos que parecían reyes. ¿Quién no se había de admirar con esto, añadiéndose a ello haber conocido don Quijote que el cuerpo muerto que estaba sobre el túmulo era el de la hermosa Altisidora? Al subir el duque y la duquesa en el teatro, se levantaron don Quijote y Sancho y les hicieron una profunda humillación, y los duques hicieron lo mesmo, inclinando algún tanto las cabezas”.
     El Quijote es una novela escenográfica. El protagonista es un personaje disfrazado y, partiendo de esa premisa, el juego escénico siempre está presente. Lo cual explica que sea la novela clásica con más adaptaciones teatrales. Para Calderón de la Barca, la existencia es el gran teatro del mundo, donde cada cual desempeña su rol hasta que la muerte los iguala. En Don Quijote, en palabras del narrador: “Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple, y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos de ella, quedan todos los recitantes iguales”.
     En el Segundo Libro, el panorama se torna mucho más teatral. Las aventuras ya son dirigidas por terceros, en lugar del protagonista inventarse sus propias aventuras. “A un lado del patio estaba puesto un teatro y dos sillas… Al lado deste teatro […] estaban otras dos sillas, sobre las cuales sentaron a don Quijote y a Sancho”.
      La confusión dramática de lo que se cree ver en el escenario y lo que realmente ocurre, es fielmente interpretada en el episodio de Maese Pedro, cuando el Caballero de la Triste Figura y Sancho presencian una comedia de títeres. El Ingenioso Hidalgo se absorbe a tal punto en lo que ocurre en el retablo, y tal es su preocupación por la verdad que interrumpe al narrador pidiéndole se mantenga fiel a los hechos: “Niño, niño – dijo con voz alta a esta sazón don Quijote –, seguid vuestra línea recta y no os metáis en las curvas o transversales; que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas”. La representación teatral conmueve a don Quijote de tal manera que siente la imperiosa necesidad de intervenir y arremeter contra los moros que persiguen a Don Gaiferos, el protagonista de la verdadera historia, y su esposa Melisendra.
     A través de la representación teatral en el Maese Pedro, con todo el artificio y la ficción que le ciñe – no olvidemos que los que actúan no son ni siquiera actores, sino títeres –, Cervantes profundiza en uno de las temáticas esenciales de la novela: el conflicto 'realidad versus ficción'. La confusión y angustia que genera en el protagonista el desdoblamiento teatro-realidad, de algún modo infunde lucidez en su raciocinio. Interrumpe al narrador para amonestarle sobre la falta de verosimilitud de lo escenificado. El pasaje sugiere los principios de simulación de la sociedad, de la misma manera que los actores simulan sus roles en una obra de teatro.
      En el auto sacramental de las Cortes de la Muerte, don Quijote reflexiona sobre la comedia como espléndida acción de espejo, en “donde se ven al vivo las acciones de la vida humana, y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes”.
     Así finalizamos este resuello analítico, seducidos por el genio de Cervantes. Lectores/espectadores, cómplices del trastornado Alonso Quijano, con el alma al galope de nuestro más caro Rocinante, depositamos un cálido ósculo sobre la frente quijotesca del ballet, la ópera, la comedia musical, el cine y la televisión, convencidos de que las numerosas continuaciones, imitaciones o adaptaciones del Quijote, constatan la gran teatralidad de la novela y la vigente complejidad humana de su temática a través del apego material a la vida y los hondos ideales de sus dos protagonistas.

jueves, 23 de mayo de 2013

El sápido estoico cotidiano ejercicio de existir




Conocidas como Moiras en griego y como Parcae en latín, estas diosas determinaban la vida humana y el destino, aunque cada sujeto podía precipitar su propio mal mediante erradas acciones. Plasmadas en el arte, y la poesía, como inflexibles ancianas, o patéticas doncellas, Cloto, trenza el hilo de la vida; Láquesis, decide la duración y el hado de la misma; mientras Átropo (representada en la foto del relieve que ilustra este artículo), con sus temibles tijeras corta la hebra de la existencia.

  Por Leonardo Venta

Labramos nuestro propio destino, moldeamos nuestra realidad, en tanto  elementos extrínsecos indistintamente desabotonan el curso de nuestro peregrinar por la tierra, dentro de un incesante y sorprendente proceso de reajuste. Tratamos de hallar respuestas a las numerosas interrogantes que nos ciñen. Hay mucha incertidumbre en el camino, especialmente en el recodo de la conciencia.

El ser humano, que experimenta, en mayor o menor grado, la necesidad de realización, vida plena y supervivencia, se enfrenta a la irremediable sentencia de un final; es decir, sabe que más allá de todos sus logros y anhelos, le aguarda la inclemente hoz de la muerte.

La defunción es una de las preocupaciones cardinales del ser pensante. La nada existencial es un tema muy investigado por los filósofos. A Jean-Paul Sartre se le debe una de las obras más importantes sobre el asunto, El ser y la nada, donde se expone qué es el ser y cómo dar un sentido al concepto de la nada.

Los triunfos – al igual que la endeble felicidad – son transitorios, subjetivos y fortuitos. La sombra que proyecta nuestro cuerpo en el espacio, nos advierte constantemente la temible amenaza de las tijeras empuñadas por la mayor de las tres Moiras. Nos amedrenta el demoledor paso de las horas: "Omnes horae vulnerant, ultima necat".

Estamos marcados por experiencias a partir de situaciones y apreciaciones específicas. La realidad, que en su atributo general puede parecer única, es interpretada de diferentes formas por cada individuo. Los hechos, e ideas, son experimentados y procesados desigualmente por cada perceptor: “Todo depende del color del cristal con que se mire”.

Cada existencia tiene un timbre determinado por la elección individual. El destino humano se rige por decisiones, conscientes o indeliberadas. Siempre existen alternativas, aun en las resoluciones más básicas. Las circunstancias, al mismo tiempo, son arrolladoras. Con la frase "Yo soy yo y mi circunstancia", el filósofo Ortega y Gasset se refiere a la realidad del individuo, mediada por lo que le rodea. 

Nos anegamos en la angustia al intentar entender la aparente inconciliable relación entre lo ideal y lo real, entre los osados designios de los instintos y la atosigante circunspecta razón. En tanto, anhelamos relacionarnos con Dios, sin intermediarios, sin lo ambivalente y entorpecedor de la religión y la religiosidad. Nos abruma un hambre indecible de inmortalidad.

Cuestionamos la existencia de Dios, reflejada en nuestra voluntad de vivir como creyentes y en la imposibilidad, muchas veces, de creer. Nuestra fe desfallece, nuestro parvo entendimiento no logra asimilar, admitir cabalmente, lo que nuestros labios manifiestan profesar. No obstante, confesamos una fe que no tenemos: engañamos y nos engañamos, para encontrar una razón de vivir, para esperanzar y esperanzarnos.

Trasmutamos de una confianza candorosa en los preceptos religiosos a una postura de confusión y escepticismo. Nos contaminamos de insinceridad. Nuestros conflictos espirituales, que han existido desde que la espesa niebla de la duda se superpuso por vez primera sobre nuestro horizonte, vagan sobre el enrevesado límite perceptor que nos sujeta.

Nos debatimos, aunque no lo admitamos, entre el deseo de creer en la existencia de Dios, y la incertidumbre ante la verdad o falsedad de dicha creencia; sufrimos, presagiamos, escuchamos desalentados el hosco tictac de la muerte. Nos debatimos entre frecuentadas aprensiones y, ¿por qué no?, esporádicos lenitivos logros. En fin, que el ser y el existir son procesos nada sencillos. Enfrentarlos es un sápido cotidiano ejercicio de estoicismo.

El Ballet Cubano Clásico de Miami presenta “Lo Mejor del Repertorio Clásico”


jueves, 9 de mayo de 2013

En el aniversario 160 del natalicio de Vincent van Gogh

“Van Gogh peignant des tournesols (Van Gogh pintando girasoles)”, obra de Paul Gauguin, 1888, óleo sobre yute, 73 cm x 92 cm, Amsterdam, Museo van Gogh. Al ver el cuadro terminado, el artista neerlandés le comentó a Gauguin: “Soy realmente yo, pero soy yo que me he vuelto loco”.

Por Leonardo Venta
El pasado 30 de marzo se cumplió el 160 aniversario del nacimiento del pintor Vincent van Gogh en el pequeño pueblo holandés Groot-Zunder. La existencia del gran artista parece haber quedado sellada por ese hálito melancólico de los sombríos largos inviernos del lugar que le vio nacer.

Van Gogh consideraba que el arte debe bajar a los estratos sociales más subyacentes, escudriñar la parte más oscura de los seres humanos, para descifrar y plasmar fidedignamente la esencia de los males de la sociedad. El ideal de belleza para él distaba mucho del prototipo académico.

En la llamada casa amarilla, en la ciudad a orillas del Ródano, convivió con el pintor francés Paul Gauguin, al que había conocido en París. Durante los dos meses que vivieron juntos, compartieron trabajo creativo y violentos enfrentamientos que culminaron con una riña en la que el holandés amenazó al galo con una cuchilla. Van Gogh, movido por un gran remordimiento, se cortó parte de la oreja. Gauguin abandonó la ciudad.

El artista holandés estuvo recluido durante un tiempo en un hospital de Arlés, y un año en el manicomio de Saint-Rémy, de la misma zona. El 27 de julio de 1890, inmediatamente después de acabar el impresionante cuadro “Cuervos sobre el trigal”, se pegó un tiro cerca del corazón. Murió dos días después. Recibió sepultura en el humilde cementerio de Auvers-sur-Oise. Su féretro fue cubierto con los girasoles que tanto amaba.  El novelista y crítico de arte alemán Julius Meier-Graefe expresó refiriéndose a su muerte: “Se fue porque no podía ir más lejos”. Discrepamos. Vincent Van Gogh no se ha marchado; su arte es imperecedero.

lunes, 6 de mayo de 2013

Se presenta en Cuba concertista de la Orquesta de la Florida



El concertino Jeff Multer salió el pasado martes, 6 de mayo, rumbo a la capital cubana para ser el solista invitado en el concierto que ofrecerá la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba el domingo, 12 de mayo, en el Teatro Nacional, como parte de un intercambio cultural con instituciones musicales de la isla que comenzara en 2011.
Fotógrafo: Thomas Bruce

Por Leonardo Venta

El concertino Jeffrey Multer será el solista invitado del programa que ofrecerá la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, el 12 de mayo, en el Teatro Nacional de la vecina isla antillana; espacio donde interpretará el “Concierto para violín en re menor, opus 47” (1903), del compositor finés Jean Sibelius, uno de los últimos exponentes del romanticismo musical del siglo XIX.


Multer comenzó sus estudios de violín a la temprana edad de cinco años. A los 16, se trasladó a Nueva York para continuar su aprendizaje en la exclusiva Juilliard School: el sueño docente de cualquier artista. Se ha presentado en escenarios de la magnitud del neoyorquino Lincoln Center, el Mozarteum de Salzburgo, el praguense Rudolphinium, así como los washingtonianos Kennedy Center y la Galería Nacional de Arte. En calidad de primer violín ha trabajado con destacadas orquestas sinfónicas y grupos de música de cámara. Sirvió de concertino interino durante ocho conciertos de la serie “Obras Maestras” que ofreció la Orquesta de la Florida durante la temporada 2004/05. Fue designado primer violinista oficial de dicha agrupación durante la temporada 2005/06.

La visita a la Mayor de las Antillas del destacado violinista estadounidense responde al proyecto de intercambio plurianual de la importante agrupación musical floridana con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. La primera fase sobrevino en 2011, cuando Robert Rearden (corno francés), Clay Ellerbroek (flauta), Katherine Young (oboe), Anthony Georgeson (fagot) y Brian Moorhead (clarinete), en representación de la institución estadounidense interpretaron piezas de George Gershwin y otros cinco compositores en un histórico concierto en el Oratorio de San Felipe Neri, en La Habana Vieja.

A su vez, en mayo de 2012, el laureado director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, Enrique Pérez Mesa, en su debut en Estados Unidos, se hizo cargo de la Orquesta de la Florida en conciertos en Tampa, St. Petersburg y Clearwater, respectivamente. El programa incluyó el solo para timbal y orquesta “Cubanitis”, del compositor James Lewis; y el estreno por la Orquesta de la Florida de dos temas de compositores cubanos: “Penthesilea: Preludio”, de Carlos Fariñas; y “Ritmotiv”, de Guido López-Gavilán.

En octubre y noviembre de 2012, la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba realizó su primera histórica gira de un mes por Estados Unidos, haciendo emotivas presentaciones el martes, 6 de noviembre, en el Círculo Cubano de Ybor City, junto a solistas de la Orquesta de la Florida; y el miércoles, 7 de noviembre, en el abarrotado Mahaffey Theater de St. Petersburg, en un programa que incluyó “Tributo a Lecuona” y “Guaguancó”, del maestro Guido López-Gavilán, quien compartió la batuta con Enrique Pérez Mesa. El pianista invitado fue Ignacio “Nachito” Herrera, cubano residente en Minneapolis.

El dominical concierto del próximo 12 de mayo será netamente barroco. Multer, a la par que ejecutará el más pequeño y agudo de los instrumentos de cuerda, guiará a sus colegas cubanos desde su estrado musical como primer violín. El programa incluirá la “Entrada de la Reina de Saba”, del oratorio “Salomón” (1749), de Händel; “Danzas folklóricas rumanas” (1915), de Bartók; y la “Suite orquestal núm. 3 en re mayor BWV 1068”, de Bach. En la segunda mitad, los instintos sonoros de la audiencia se enfocarán en el violín de Multer, cuando éste interprete en calidad de solista el “Concierto para violín en re menor, opus 47” (1903), de Sibelius, bajo la batuta de Enrique Pérez Mesa.

Pérez Mesa asimismo ha preparado condiciones para que Multer ofrezca clases magistrales en el Conservatorio Amadeo Roldán y en el Instituto Superior de Arte (ISA), este último dentro del hechizante espacio de Cubanacán. En octubre de 2012, escribimos un artículo sobre el laureado documental “Espacios inacabados (Unfinished Spaces)”, que aborda la conmovedora odisea de las escuelas de arte de Cubanacán y sus arquitectos.

A su vez, funcionarios de la orquesta floridana planean reunirse en La Habana con líderes del Instituto Cubano de la Música (ICM), además de importantes personalidades del ámbito cultural cubano para explorar nuevas y fructíferas avenidas de intercambio entre ambas instituciones.

sábado, 4 de mayo de 2013

Una fiesta cubana con “Tiempo Libre”

Los integrantes de "Tiempo Libre" celebran  tras una de sus dos exitosas presentaciones en el aréa de la bahia de Tampa.
Por Leonardo Venta

Los días 6 y 7 de abril, Saint Petersburg y Clearwater conocieron de cerca a “Tiempo Libre”. A través de dos conciertos brindados por esta agrupación musical, junto a la Orquesta de la Florida, el inquieto Céfiro antillano, de la mano de la Euterpe caribeña, exhaló cadenciosos soplos, como confirmando la ancestral presencia de la música cubana en el olimpo sonoro.

Una diáfana complicidad, plena identificación entre los músicos, derroche de camaradería, gozo, frescura, profesionalismo, ritmo, entrega, talento, se fundieron para desperezar nostalgia cubana, sana satisfacción, como parte de un formidable óleo musical grupal, en el que audiencia y artistas fueron artífices.

Así lo ratificaron las presentaciones a lleno completo en el Mahaffey, que mira amistosamente de soslayo a su vecino Salvador Dalí (el museo), y el Ruth Eckerd Hall, con capacidad para 2,030 y 2,180 personas, respectivamente, entre ovaciones del complacido público por la brillante actuación de la banda de siete músicos cubanos establecidos en Miami, junto a la prestigiosa Orquesta de la Florida, y un repertorio que además de hacer vibrar y bailar a la audiencia, exhibió en vitrina de lujo algunos de los cetros rítmicos – imposible recrearlos todos, por su vastedad – de la cadenciosa isla antillana.

Jorge Gómez, fundador y director musical de “Tiempo Libre”, e hijo del gran maestro del teclado Jorge Gómez Labraña, ya nos había anunciado que asistiríamos a un espectáculo nada ordinario: “una verdadera fiesta cubana”. Guiados por el propio Gómez, al piano, y la contagiosa rítmica alegría de Xavier Mili – que animó, cantó y bailó en derroche de bien sazonada energía –, los músicos de la banda, dieron vida a antológicos éxitos cubanos como “El bodeguero”, “Guantanamera”, “Son de la loma”, “El manicero”, el mambo "Bonito y Sabroso", donde 'México y La Habana… son como hermanas'; y el coqueto y ocurrente chachachá de Enrique Jorrín que aconseja no bañarse en el malecón.

Entre las tumbadoras – o congas –, vértebras fundamentales de la estructura musical cubana; la ‘timbera’ batería; el piano que se atreve a interpretarlo todo; la trompeta, tan barroca como Bach y audazmente creativa como el jazz afrocubano; el caballero ‘bajo’, distinguido protagonista de las fervorosas descargas musicales isleñas; el saxofón que habla y se estremece en cubano; la inconfundible flauta en el pentagrama musical del dilatado archipiélago antillano, se acoplaron armónicamente con la prestigiosa Orquesta de la Florida, bajo la batuta de Sarah Hicks, para interpretar el romántico bolero, el acompasado chachachá, la provocativa rumba, el rítmico 'son', el habanero guaguancó, el electrizante mambo, la sandunguera guaracha, y el plañidero pródigo jazz.

El concierto del sábado, 6 de abril, comenzó con “Danza Lucumí”, de Ernesto Lecuona, notable pieza del folclore cubano, interpretada por la Orquesta de la Florida. Después, irrumpieron en el escenario los músicos de “Tiempo Libre”, nominados en tres ocasiones a los premios Grammy, para interpretar “Baqueteo”, una transición del “Concierto de Cello Suite No. 1”, de Johann Sebastian Bach, a ritmo de danzón, arreglo de Gómez y Raúl Murciano, fundador de “Miami Sound Machine”.

Los temas fueron cobrando intensidad y la audiencia comenzó a identificarse gradualmente con el brillante repertorio de la joven agrupación antillana. La famosa composición “Air On The G String”, del CD nominado al Grammy “Bach in Havana” (Sony Classical, 2009), el cual, como sugiere el título, recrea sonatas, suites y preludios del gran compositor alemán barroco, fue uno de los momentos en que cristalizó "el hechizo", seguido del conjuro artista-audiencia, cuando el virtuosismo de los intérpretes arrancó espontáneos aplausos de admiración entre los asistentes.

El concierto continuó con popurríes de sones y mambos, y dos arreglos más de la música de Bach: “Minuet en G” y “Fuga”. Después del intermedio, la Orquesta de la Florida prosiguió el recorrido musical con una muy relajante interpretación del “Danzón núm. 2”, del mexicano Arturo Márquez, en que el clarinete preside el diálogo con los otros instrumentos solistas. Bajo el embrujo de los grandes espectáculos, los asistentes, en su mayoría anglosajones, fueron igualmente seducidos por un solo de timbales, popurríes de bolero y chachachá, y el éxito “Tu Conga Bach”, de Jorge Gómez y Leandro González, el cual “Tiempo Libre” hubo escogido para interpretar en el popular programa televisivo estadounidense “Dancing with the Stars”, en 2009.

Terminado el programa, reiterados efusivos aplausos y una audiencia en pie dictaminaron que los músicos volvieran a salir al escenario, y, obviamente, llegó el esperado estimulante ‘encore’. Jorge Gómez anunció “Lágrimas negras”, el célebre bolero-son del compositor y cantante cubano Miguel Matamoros. Luego, en una verdadera apoteosis de júbilo, los músicos se despidieron con “Manos pa’arriba”, otro refrescante regalo que puso a bailar a gente de todas las edades.