La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

domingo, 24 de febrero de 2013

José Martí, el modernista

“Retrato de José Martí”, óleo sobre lienzo a tamaño real, obra de Raúl García Huerta y sus alumnos, donado al Centro Histórico Cultural Cubano de Tampa, el 19 de mayo de 1991
Por Leonardo Venta

“¡Oh, Cuba! ¡Eres muy bella, ciertamente, y hacen gloriosa obra los hijos tuyos que luchan porque te quieren libre; y bien hace el español de no dar paz a la mano por temor de perderte, Cuba admirable y rica y cien veces bendecida por mi lengua; mas la sangre de Martí no te pertenecía; pertenecía a toda una raza, a todo un continente; pertenecía a una briosa juventud que pierde en él quizá al primero de sus maestros; pertenecía al porvenir!”.
Rubén Darío

Cada año, alrededor del 28 de enero, se le nombra y se le lee sin menguar la admiración que despierta su grandeza literaria y múltiples virtudes. Este 2013, en el 160 aniversario de su natalicio, no hay excepciones. El legado de José Martí sigue vigente.

Todo lo que se diga sobre el Apóstol de Cuba resulta poco para detallar su grandeza como escritor, orador, periodista, pedagogo, embajador, filósofo, dramaturgo, patriota, abogado, hombre. En marzo de 1870, con sólo 17 años de edad, fue condenado a seis años de trabajos forzados por haber escrito una carta reprobando la conducta anticubana de un compañero de estudios.

Este hecho definió su vía crucis hasta la muerte en Dos Ríos a la edad de 42 años. “Cuando muere lo hace en una batalla para despedirse con misterio y hoy que le celebramos la aparición, rindiéndole las gracias, seguimos tocándolo y reconociéndolo despacio para justificar el surgimiento de su germen, como si lo igualáramos a la semilla que necesita de su tierra”, afirma el otro José cubano universal: Lezama Lima.

El Martí redentor sacrificó su dicha personal y la de su familia, sus comodidades, bienes materiales, así como la continuidad y depuración de su creación literaria por amor a la libertad. No fue un escritor de torre de marfil, almidonado, sino un sagrario de amor. La belleza de la obra martiana no responde a una voluntad de estilo planeada, tal como lo confiesa en el prólogo a su Ismaelillo, dedicado a su hijo José Francisco, que entonces tenía tres años: “Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!”.

Prestigiosos literatos, entre ellos, Juan Ramón Jiménez, Ricardo Gullón, Ivan A. Schulman, Federico de Onís, lo señalan iniciador más que precursor de los rasgos más relevantes de lo que posteriormente iba a constituir el sistema estético del Modernismo. La prosa poética martiana constituye – especialmente durante el período de 1877 a 1882 – una de las máximas aportaciones a ese – el primer – movimiento literario hispanoamericano.

 Su lirismo sedujo e influyó decisivamente en Darío. Juan Ramón no titubea al señalar la presencia martiana en el poeta nicaragüense: “…Martí vive (prosa y verso) en Darío, que reconoció con nobleza, desde el primer instante, el legado. Lo que le dio me asombra hoy que he leído a los dos enteramente. ¡Y qué bien dado y recibido!”. Puede leerse un acertado análisis sobre el tema en Iniciación de Rubén Darío en el culto a Martí: Resonancias de la prosa Martiana en la de Darío, de Manuel Pedro González; y en Breve historia del modernismo, de Max Henríquez Ureña. Además, el estudio “Poética y estilo de José Martí”, de A. Roggiano, demuestra cómo las institutoras ideas de Martí fueron luego incorporadas a la esencia de la estética modernista.

En una publicación mexicana, Martí expresó en 1876: “Es ley que ya termine la fatigosa poesía convencional, rimada con palabras siempre iguales que obligan a una semejanza enojosa en las ideas. No se hacen versos para que se parezcan a los otros…”. En su “Revista Venezolana”, expresa en 1881: “La frase tiene sus lujos, como el vestido… es fuerza que se abra paso esta verdad acerca del estilo: el escritor ha de pintar como el pintor. No hay razón para que el uno use de diversos colores y el otro no”. El texto – escrito para la publicación quincenal fundada por el Apóstol cubano durante su breve estancia en tierra de Bolívar – es un manifiesto estético del estilo martiano, el cual coincide cabalmente con la esencia modernista, en su búsqueda de la originalidad y la armonía en la forma y el contenido. “Se habla hoy un dialecto poético, del que creo bueno ir saliendo, porque sofoca y desluce la poesía. La poesía ha de estar en el pensamiento y en la forma”, afirma Martí.

Si la frase “El arte es azul”, de Víctor Hugo, inspiró el Azul dariano, donde el propio bardo centroamericano se autoproclama iniciador del Modernismo; seis años antes, el Ismael bíblico ya reposaba sus “guedejas rubias” sobre la “almohada de rosas” del Ismaelillo martiano, en un poemario que un pensador de la magnitud de Pedro Henríquez Ureña calificara iniciador del Modernismo en la lírica americana.

Si bien existe una generalizada polémica sobre la paternidad de este movimiento literario, no procuramos medir fuerzas, mucho menos ajustar cuentas, entre dos titanes de las letras hispanoamericanas; hacerlo sería traicionarlos, traicionarnos, desairar la memoria de aquel único encuentro en el neoyorquino Hardman Hall, donde el genio de Prosas Profanas, entre los brazos del diminuto ciclópeo poeta-héroe antillano, le escuchó decirle: ¡hijo!

Pedro Salinas, en su libro La poesía de Rubén Darío, afirma que al autor de Azul “... nunca le interesó el activismo político”. Lo cual explica cómo pudo dar a conocer por doquier la nueva escuela poética; mientras el autor del Ismaelillo, consagrado a sus deberes con la patria, enfrentó grandes obstáculos para explayar su vocación literaria. El misterio de la grandeza de José Martí como escritor radica, según Juan Marinello, “en aquella pugna agonal de clamores y relámpagos en que bracea siempre el hombre apostólico”. Como necesario colofón a este rastro martiano, valga deleitarnos en el iluminado rumor de su propia lira: “Mi verso crecerá: bajo la yerba / Yo también creceré”.


sábado, 16 de febrero de 2013

Filmes galardonados en el 2012


    Por Leonardo Venta

Doce años de este siglo finalizan, y una inquietud de preservación nos obliga a recapitular algunas huellas – resulta imposible abarcarlas todas – del contexto literario, visual, escénico y cinematográfico que han quedado del incansable recorrido de la Tierra alrededor del Sol. Sean las primicias de este balance para el llamado Séptimo Arte.

En la 69 edición de los Golden Globes, “El Artista", una fascinante película que recrea la época del cine mudo en el Hollywood de los '20s, fue la que más premios acaparó: mejor comedia; Jean Dujardin, mejor actor de comedia; y Ludovic Bourse fue reconocido por la mejor banda sonora.



"The Descendants (Los descendientes)”, obtuvo el lauro al mejor drama de cine y George Clooney, el protagonista, fue favorecido con el galardón al mejor actor dramático.
Meryl Streep fue distinguida como el mejor rol protagónico por su actuación en "The Iron Lady".



Martin Scorsese logró el premio al mejor director por "Hugo", mientras el actor Morgan Freeman recibió el reconocimiento Cecil B. DeMile por su contribución extraordinaria al mundo del entretenimiento.


Por su parte, el ganador indiscutible de la edición de los Oscar el pasado 2012 fue “El Artista”, al alzarse como la mejor película, y otras cuatro valiosas estatuillas: al mejor director (Michel Hazanavicius), actor protagónico (Jean Dujardin), mejor banda sonora y mejor vestuario. La película en 3-D de Martin Scorsese “Hugo” ganó igual número de galardones, entre ellos a la mejor fotografía, mejor dirección artística, mejor edición de sonido, mejor mezcla de sonido y mejores efectos especiales. Meryl Streep fue la gran triunfadora en los Oscar por su interpretación de Margaret Thatcher, erigiéndose con el lauro a la mejor actriz que no obtenía desde 1983. Octavia Spencer, al igual que en los Golden Globes, recibió el premio a la mejor actriz de reparto, por su interpretación de una sirvienta de Mississippi, en “The Help”.



El Festival de Cannes decidió elegir para el cartel oficial de su 65º edición la imagen de Marilyn Monroe en blanco y negro soplando una vela. Sólo Norma Jean Mortenson, uno de los grandes mitos del siglo XX, podía hacer del ejercicio de soplar un ritual de voluptuosidad.                                             

El Cannes 2012 otorgó la codiciada Palma de Oro a la película “Amour (Amor)”, de Michael Haneke. El director austriaco se alzó por segunda vez con el galardón más prestigioso del Festival. La cinta aborda la historia de una pareja de octogenarios que desafía el ciclo final de la vida. Los protagonistas, ambos de más de 80 años, son célebres en Francia. "Los nombres de Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant... serán a los ojos de la opinión pública como una victoria francesa", dijo el diario Le Parisien.


También fueron ganadores en la Promenade de la Croisette - el célebre paseo marítimo de la ciudad de Cannes, situado en la denominada Costa Azul -, el británico Ken Loach, que ganó el premio de la crítica, por “The Angels Share (La parte de los Ángeles)” y el rumano Cristian Mungiu, quien conquistó el laurel al guión más destacado por “Detrás de las colinas (Beyond the Hills)”.


La comedia lumpen de Ken Loach provoca sonrisas sin esquivar las sórdidas problemáticas sociales que afectan al proletariado británico.


Las protagonistas de “Detrás de las colinas”, Cristina Flutur y Cosmina Stratan, que debutaban en el celuloide, sorprendieron al compartir el premio a la mejor actriz, mientras que el astro danés Mads Mikkelsen recibió el galardón a la mejor actuación masculina por su representación de un hombre acusado injustamente de abuso de menores en el drama “The Hunt (La caza)”.


El mexicano Carlos Reygadas ganó en la categoría de mejor director por “Post Tenebras Lux”, un audaz viaje por el inconsciente colectivo mexicano, colmado de belleza visual y una denuncia desgarradora del infranqueable abismo entre el México acomodado y el marginado. El audaz método narrativo de la película funde el presente, el pasado y el futuro, para crear un fascinante lirismo cinematográfico.


Los asistentes a la gala de los Premios Goya ovacionaron la película triunfadora del bilbaino Enrique Urbizu, "No habrá paz para los malvados", la cual obtuvo seis estatuillas. Le siguieron, "La piel que habito", del genio Almodóvar, y "Blackthorn", de Mateo Gil, cuatro cada una; y "La voz dormida", tres. El filme de Urbizu recrea la imagen de antihéroes que restablecen la justicia valiéndose de medios torcidos; en un espacio malditamente tenso y viciado. José Coronado recibió el Goya a la mejor interpretación masculina protagonista por su actuación en "No habrá paz para los malvados", al imponerse a Antonio Banderas, Daniel Brühl y Luis Tosar. Elena Anaya fue galardonada como mejor actriz por su trabajo en “La piel que habito”.



Este recuento cultural cuenta con una buena dosis de títulos de excelentes filmes, sobre los cuales podéis indagar más, echar un vistazo a los avances, e incorporarlos a vuestra lista de gemas del celuloide. Por su parte, el sistema de bibliotecas públicas estadounidenses tiene a disposición gratuita de sus usuarios algunos de estos laureados filmes. Está en vuestras manos obtenerlos.

martes, 12 de febrero de 2013

Regreso

Por Dinorah Rivas*

– El orquideario de la abuela ha retoñado dos flores – dijo el tío conmovido.
Será el milagro de los últimos días de invierno...


Te hallé envejecida,
mutilados los huesos,
apenas sosteniendo la estructura
fragmentada en tu agonía.

Surcaban tus callejas aguas turbias:
racimos agrios de desoladas lágrimas.

Amasé la tierra evocando las huellas
por donde entonces corriera ligera
con la sola premura de la inocencia,
y acercaste tu pena hasta mi pecho
como la ola acaricia el arrecife,
rompiendo en conmovido abrazo.

Ya no eran tan blancos los rosales...

Pero el sol, Inmaculado,
aún penetraba en el hogar
por las grietas de los antiguos vitrales.

 

* En “Regreso”, de Dinorah Rivas, la voz poética, a semejanza del Tonio Kröger de la novela homónima de Thomas Mann, describe con imágenes la vuelta al hogar, a la encanecida y maltrecha patria – ya sea un regreso  literal u onírico, ¿qué importa? –. Lo que fija nuestros sentidos, en cernudiano modo, es el reencuentro: el choque emocional entre el mórbido presente y el pasado agazapado en remoto celaje idealizado.

jueves, 7 de febrero de 2013

Borges, otra dimensión de la realidad

"La Salle des Planètes", una de las ilustraciones de Desmazières para “La biblioteca de Babel”, de Jorge Luis Borges.

Por Leonardo Venta

La idea del mundo como representación es una constante en la obra de Jorge Luis Borges. Según esta propuesta, el objeto carece de existencia fuera de la representación. En uno de los tempranos textos del genio argentino, el híbrido cuento-ensayo “Pierre Menard, autor del Quijote”, el narrador formula: “La verdad histórica, para él [Menard], no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió”, es decir, la percepción de la realidad.

Una nueva dimensión fusiona la metafísica y lo fantástico, como parte de una estética literaria que revolucionó la literatura regionalista y el realismo decimonónico que le precediera. Otra propuesta muy presente en la obra de este autor, es la realidad observada cómo un sueño, lo cual implica cierto escepticismo ante el destino y el rol del hombre en el universo.

El uso de la ambigüedad en la trama borgeana, no sólo sostiene la atmósfera de expectativa y misterio que caracteriza al género fantástico, despertando interés en el lector hacia la trama, sino – en su rol de legítima manifestación de una ética filosófica – sugiere la insuficiencia humana para descifrar la esencia de la realidad. En “El Aleph”, cuento que da título al libro compuesto por diecisiete relatos de Borges, publicado en 1949, y revisado por el autor en 1974, el crítico Julio Ortega encuentra esta condición del pensamiento humano ceñida a las limitaciones de la capacidad enunciativa del lenguaje que “(…) sólo puede extraviar, apenas contemplar y parcialmente referir [la visión del Aleph]”.

En el celebrado soneto “El sueño”, el hablante lírico pregunta: “¿Quién serás esta noche en el oscuro / sueño, del otro lado de su muro?”. Borges no se cansa de enunciar la irracionalidad del mundo, la inconsecuencia inexplicable de la existencia, y, por ende, cuestionar el carácter absoluto de la validez universal, satirizándolo con sagaz sutileza. Para él, lo tangible es tan irreal como el sueño y la misma muerte, de la cual el acto de dormir constituye una especie de ensayo, o augurio.

En el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, el Tlön (tierra) es un mundo ficticio, y Herbert Ashe, personaje de la vasta lista de la inventiva de Borges, es “uno de sus modestos demiurgos” [dios creador]. En dicha narración, los objetos físicos existen condicionados por la imaginación: “Los hay [objetos] de muchos [términos]: (…) el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados, la sensación de quien se deja llevar por un río y también por un sueño”.

En su relato corto “Las ruinas circulares”, recopilado en Ficciones (1944), relata el empeño audaz de un hombre en soñar a otro y descubrir finalmente que él es también un sueño de un tercer individuo. Encabeza la narración un epígrafe tomado de “A Través del Espejo” de Lewis Carroll: “Y si dejase de soñar contigo”, donde los personajes Tweedledum y Tweedledee le explican a Alicia que ella existe porque el Rey Rojo la está soñando, y si éste dejara de soñarla, ella dejaría de existir.

Roberto Paoli en su ensayo “Borges y Schopenhauer” realiza un acertado análisis del uso del verbo ‘borrar’ en los textos del primero para proponer aspectos oníricos en que hombres y cosas aparecen y desaparecen de la faz de la tierra, mueren: “Ya se había hundido el sol, pero un esplendor final exaltaba la viva y silenciosa llanura, antes de que la ‘borrara’ la noche”; el cuento “La espera”, del El Aleph, termina con la frase “En esta magia estaba cuando lo ‘borró’ la descarga”.

En “El Sur”, incluido en Ficciones, Juan Dahlmann, el protagonista, después de sufrir un accidente, divaga, al igual que el lector, absorto y desorientado, de manos del narrador, en búsqueda de ese espacio abstracto entre la imaginación y la realidad. El señor Villari, el protagonista de “La espera” merodea esas mismas fronteras: “Al fin del sueño, él sacaba el revolver (…) y lo descargaba contra los hombres. El estruendo del arma lo despertaba, pero siempre era un sueño y en otro sueño el ataque se repetía y en otro sueño tenía que volver a matarlos”.

En “La biblioteca de Babel”, el hablante narrativo sugiere la suerte imprecisa del hombre como idea y representación de un alma universal o dios creador: “El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos”. La insuficiencia humana se insignifica más aun ante la inmensidad del universo que anhela aprisionar – alegorizado por la biblioteca –, ente superior metafísico, con propiedades, principios y causas primarias: “Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio”, apunta el narrador.

En “Los inmortales”, relato escrito por Borges en conjunción con Bioy-Casares, “(…) don Guillermo reputa que los cinco sentidos del cuerpo humano obstruyen o deforman nuestra captación de la realidad y que, si nos liberáramos de ellos, la veríamos como es, infinita”. La narración sugiere la necesidad de emancipación de las obstrucciones engañosas de los sentidos, en el ansia por alcanzar la verdad y el conocimiento.

La realidad, según Borges, se aprehende mejor desde adentro. Dicha propuesta mantiene una estrecha relación con la ceguera literal que le aguijoneó a través de casi toda su existencia, y lo condujo a valerse más de la introspección que de los sentidos. En su poema juvenil, “Amanecer”, la voz poética, en una antonimia de paisaje urbano desolado (espiritual) y poblado (literal), ciñe todos los “arrabales desmantelados del mundo” en la “honda noche universal” (ceguera cognoscitiva del hombre) – como “actividad de la mente” y definitivo “sueño de las almas”. La realidad como sueño cobra vida, para delinear el símil de la ceguera, en su sentido exacto, con la médula ofuscada de la ciudad desolada: “y la noche gastada / se ha quedado en los ojos de los ciegos”.

“Amanecer”
 Jorge Luis Borges


En la honda noche universal
que apenas contradicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible que ronda
los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como un bosque o un río,
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
Si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la imagen de las calles
que definirán después con los otros.

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto,
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento del día
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene el silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.


“El sueño”
Jorge Luis Borges


Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

César Santos, un clásico del siglo XXI

El óleo sobre lino “Pietá” (2008), de César Santos, que integra la colección familiar del artista, procura –y lo logra augustamente– un punto de contacto entre las obras de los grandes maestros del pasado y temas contemporáneos tratados con la dignidad de los primeros.


              Por Leonardo Venta

             Con su virtuoso pincel manifiesta pericia y hálitos renacentistas, así como de los grandes maestros decimonónicos, en temáticas del siglo XXI y otros novedosos proyectos. Aquel que domina las técnicas más exigentes dentro de las artes plásticas, de la manera que lo hace César Santos, puede darse el lujo de incursionar triunfalmente en cualquier modalidad estilística.
            Cuando lo entrevisté en 2007, a raíz de "Danza Imposible", el afiche oficial del XII Festival Internacional de Ballet de Miami creado por él, Santos no tenía televisor, ahora nos confiesa que tiene uno enfrente de su cama, si bien permanece entre 10 a 13 horas diarias en su estudio. Sus modelos preferidas, las mujeres, especialmente su esposa Valentina, aparecen sensualmente en obras en las que usualmente él se autorretrata.
            “Mi meta como artista y ser humano es mantenerme con la libertad de expresar mis ideas y lo que siento con respecto al arte. De lograrlo, sería influenciar la trayectoria del arte del futuro y mantenerme como parte de la historia del arte”, afirma Santos, quien nació el 10 de julio de 1982 en Santa Clara, Cuba, y emigró con su familia a Estados Unidos a la edad de 13 años.
            Nuestro pintor ha explorado desde temprana edad el oficio de figurar ideas y objetos en una superficie, con los trazos y colores pertinentes. Estudió arte en el New World College de Miami, ciudad en la que creció. De allí se trasladó a Angel Academy of Art, en Florencia, Italia, hasta graduarse, bajo la tutela de Michael John Angel –discípulo del Gran Maestro Pietro Annigoni, uno de los grandes de la pintura realista italiana del siglo XX y, a su vez, estudioso de maestros renacentistas como Tiziano y Da Vinci, de quienes no sólo captó el esplendor artístico de una época, sino los más particulares procedimientos pictóricos–.
            El estilo de Santos se caracteriza por extraer elementos cotidianos fuera de su contexto natural para crear un novedoso entorno para ellos, una nueva realidad –a juicio de este columnista– más sublime, ideal y asequible. Para él, “su arte es una metáfora de la vida, y cada cual debe poner un poco de sí mismo a la hora de interpretarlo”. Le atraen y divierten las oposiciones, diríamos (literariamente) el oxímoron –combinación de expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido–, rara mixtura pictórica que nos interpola a la creación literaria del genio Jorge Luis Borges.
            Otro rasgo distintivo de la obra de Santos es la armonía que enarbola tal plácido celaje, complaciente paz interior que se desliza cual alado espíritu de adentro hacia fuera. Nada es explicito para él, siempre le ronda una metáfora de lo sobrehumano humanizado, lo cotidiano divinizado, lo imposible posible, lo mefítico purificado, el dechado reverente de lo canónico. En un lenguaje postmoderno diríamos la venganza de la copia.  Observamos en casi todos los cuadros del joven artista plástico una fuerza –fluida– que se imbuye de conceptos contemporáneos, refrescantes, así como de una filosofía personal que establece “el maridaje entre lo clásico y lo moderno yuxtapuesto y fundido en un mismo nivel”, en perfecta armonía estética pero lanzando guiños que transcienden el marco de la propuesta original.
            “Mis herramientas son la imaginación y la técnica: la esencia y la base de mi trabajo. Siento la necesidad de plasmar figuras y objetos evasivos en diseños conceptuales que tienten a la verosimilitud, que convenzan", confiesa nuestro deslumbrante maestro. Los logros alcanzados por Santos –a una edad en que no sobreabundan en otros artistas– son significativos. Ha exhibido en espacios tan prestigiosos como la exposición “El legado de Annigoni”, en Villa Bardini, en la mítica Florencia; en el Museo de Arte de Beijing, localizado en el “Templo de la Longevidad”, construido en 1577; en la neoyorquina galería Eleanor Ettinger Chelsea; en el "World of Art Showcase", perteneciente a la exposición internacional de arte en el Hotel Wynn de Las Vegas, Nevada, celebrado entre el 20 y el 22 de diciembre de 2012, donde de las 17 obras que exhibió todas fueron vendidas.
            En la plástica de Santos prevalece una distribución muy acusada de la luz y de las sombras. El artista, que demuestra un especial interés por los tonos ocres, persigue
–insistimos– lo ideal, lo estético, el ennoblecimiento de la imagen y la pureza. ¿Especie de evasión de una realidad nada exenta de imperfecciones? Efluvio de dicha apreciación es la “Pietá”, la obra de la imagen que encabeza este artículo, trabajo que le tomó aproximadamente tres semanas pintar en un frío invierno de Estocolmo.
            En contraste con la escultura de Michalengo –célebre por registrar la vulnerabilidad de Cristo que aglomera en sí todas las flaquezas nuestras–, en la “Pietá” de Santos, el pintor exánime es la figura central, mientras su esposa y un modelo en calidad de ayudante lo sostienen en su estudio. “Con este cuadro quise representarme como un artista tradicional caído por el peso y el dominio del arte conceptual y modernista; a quien está levantando la nueva generación de jóvenes deseosos de resucitar al oficio del arte”, indica Santos. “La iluminación proyectada sobre la figura del creador –entiéndase la analogía creacionista entre éste y Dios– sugiere la luz que necesita un artista para representar al mundo que lo rodea y resaltar al mismo tiempo su propia humanidad”, manifiesta el pintor. “Mi pintura no se refiere a ninguna religión. Aunque uso la pose y composición que aparecen en las obras religiosas del renacimiento, me valgo del significado de la palabra "pietá", en sí misma, para indicar compasión y devoción, en mi caso al arte”, añade.“En estos últimos años ha habido un renacimiento del realismo en la pintura, yo ya dediqué años al estudio de la teoría y el arte conceptual. Después, fui a Italia para aprender las técnicas de los grandes maestros; quiero ser el punto de encuentro entre estos dos mundos y crear pinturas actualizadas con temas de nuestros tiempos pero ejecutadas con la dignidad de las pinturas del pasado”, rubrica.
            Lo plasmado por Santos en el lienzo se sabe destino. Sin dejar de emitir guiños de verosimilitud, se descubre y arrebuja en la unisonancia polifónica –valga el oxímoron– de una sutil parodia, para desnudarnos la fantasía del artista, tal cual creación onírica, o cuento encantado. Imaginar la vida como la anhelamos forma parte de nuestras diarias quimeras –al menos para los soñadores–, y en eso radica, a mi juicio, uno de los legados conceptuales más trascendentes del arte de César Santos. Cada cuadro es para él, y consecuentemente para nosotros, efugio, mejor dicho, retorno feliz a lo ancestral, de manos del virtuosismo –paleta de los grandes artistas– con ‘grazia’ y, sobre todo, eco de una emanación estética íntima que seduce la voluntad de los sentidos, a través de la delicadeza del detalle acabado, del arte de la figura, refugio atávico de los renacentistas, cimentado con sinceridad presente.
            Sus lienzos, especialmente sus numerosos autorretratos, no desaprovechan el legado de los recursos expresivos del arsenal creativo de la mitología eternizada en su suntuosidad de tradición. El propio pintor se nos presenta, en ellos, como dios, semidios
–quizá– arropado en una sediciosa lúdica beatífica humanidad, héroe redentor, amoroso mártir, en un horizonte hilarante que llega a serlo tenuemente –por creíble–. Lo imaginativo y lo genuino se abrazan en esa propuesta abierta, osada, sutil, admirable. Está en el espectador descifrarla, asirla y deleitarse en ella.
            La próxima exposición personal del pintor villaclareño, "The Artist's Accomplice (El cómplice del artista)", será del 17 de enero al 15 de febrero, donde se exhibirán ocho obras de gran formato que abordan el tema del maniquí de Annigoni. La recepción será el 24 de enero en Oxenberg Fine Arts, 50 N.E. 29 St., Miami, Florida 33137.