La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que ésta en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”.
José Martí

miércoles, 31 de octubre de 2012

La Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba en Tampa

Enrique Pérez Mesa, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Foto: J.M. Lennon
Por Leonardo Venta

La Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (OSNC) inició su primera histórica gira de un mes por Estados Unidos el martes, 16 de octubre, en la sala Helzberg del Centro Kauffman de la ciudad de Kansas con hálitos de suspendidas emociones, edificantes anécdotas y un representativo repertorio clásico cubano y universal.

Tras su arribo a diversas localidades en los estados de Kansas, Illinois, Iowa, Maryland, New York, Pennsylvania, Massachusetts, New Jersey, Virginia, Alabama y Carolina del Sur, el alegórico galeón sonoro de la OSNC – con una tripulación de más de 70 instrumentistas patroneados por Enrique Pérez Mesa y Guido López-Gavilán –, hará la última escala de su travesía en la gran península bañada por las cálidas aguas del estrecho que comparte su floridana suerte con las costas septentrionales de la Mayor de Las Antillas.

Como parte de la primera presentación de la institución musical cubana en territorio estadounidense desde su fundación en 1960, el martes, 6 de noviembre, a las 7:30 p.m., se desperezarán los centenarios duendes que merodean los arcanos del Círculo Cubano de Ybor City en un programa de música de cámara para secundar desde esferas intangibles las ejecuciones de los músicos que abordan el navío de bandera cubana, al que se unirán miembros de la Orquesta de la Florida (TFO), institución generadora del quijotesco proyecto de intercambio plurianual entre la agrupación estadounidense y su similar en la isla.

Los residentes en Tampa y áreas aledañas podrán igualmente sentirse parte de la historia, el miércoles, 7 de noviembre, a las 7:30 p.m., en el Mahaffey Theater de St. Petersburg, en una presentación que incluye “Tributo a Lecuona” y “Guaguancó” del maestro Guido López-Gavilán, quien compartirá la batuta con Enrique Pérez Mesa.

El pianista invitado será Ignacio “Nachito” Herrera, graduado en el Instituto Superior de Arte de Cuba en piano, composición y dirección orquestal. Residente en Minneapolis, “Nachito” se ha granjeado la admiración y el respeto tanto del público como de la crítica estadounidense por su virtuosismo e intensidad interpretativa.

Asimismo, la velada incluye el danzón “El Médico de Pianos” de Jorge López Marín – autor contemporáneo de la isla, cuyo estilo evoca el de la música sinfónica de Amadeo Roldán y García Caturla –, así como “Obertura cubana” del estadounidense George Gershwin – inicialmente llamada “Rumba” – composición en que los sonidos del bongó, las claves, el güiro y las maracas esparcen cubanía con gracia, y a cuyas peculiares cadencias se integran contagiosos los oboes, flautas, clarinetes, bajos y contrabajos, trombones, tubas y tímpanos.

Completan el programa, la monumental “Sinfonía núm. 5” de Beethoven, que el escritor, músico y pintor alemán E. T. A. Hoffmann relacionara con “el mundo de los espíritus infinitos”; y la “Sinfonía núm. 4, Italiana” de Felix Mendelssohn, célebre por sus maravillosos paisajes musicales inspirados en los numerosos viajes del compositor ario; retos ambas para cualquier agrupación sinfónica y catadores idóneos de los múltiples gestos melódicos – de lo clásico a lo contemporáneo – que integran el inmenso ramillete de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

La embarcación musical antillana concluirá su jornada en suelo norteamericano el domingo, 11 de noviembre, en el Kravis Center for the Performing Arts de West Palm Beach, antes de poner proa rumbo a la bahía de La Habana. En declaraciones exclusivas a este servidor, Ignacio “Nachito” Herrera manifestó su deseo de que esta gira sea “el comienzo de un largo final, la posibilidad de recibir en cuantiosas ocasiones a una orquesta de tanto prestigio”. Pronto le ofreceremos la entrevista que nos concediera  el destacado pianista cubano.

miércoles, 24 de octubre de 2012

"Espacios inacabados"

En el año 2000, las escuelas de arte de Cubanacán conformaban la lista de las construcciones de valor artístico, arqueológico e histórico más dañadas del planeta, según la publicación realizada por la organización neoyorquina “World Monuments Fund (Fondo para los Monumentos del Mundo)”.

Por Leonardo Venta

 Como parte de una gira en territorio estadounidense y su estreno en la televisión nacional de este país, se exhibió el pasado viernes, 5 de octubre de 2012, en el Teatro del Club Cubano de Ybor City, el laureado documental “Espacios inacabados (Unfinished Spaces)”, codirigido por Alysa Nahmias y Benjamin Murray. El excelente filme aborda la conmovedora odisea de las escuelas de arte habaneras de Cubanacán y sus creadores.

En 1961, mientras jugaba golf en el otrora Country Club de La Habana, a Fidel Castro se le ocurrió construir en ese sitio “las más bellas escuelas de arte del mundo”. La dirección del proyecto fue encomendada por el propio mandatario a la arquitecta Selma Díaz, la cual delegó la obra en el arquitecto camagüeyano Ricardo Porro, y los italianos Vittorio Garatti y Roberto Gottardi, quienes a principios de los años sesenta (1961-1965) se encargaron de diseñar y crear con entrañable fervor juvenil los cinco pabellones correspondientes a las escuelas nacionales de danza contemporánea, artes plásticas, arte dramático, música y ballet.

El proyecto inacabado es una sutileza arquitectónica donde el espacio fluye; se integra al éxtasis de la naturaleza caribeña, asila la luz de un bruñido sol tropical; se tiende magnificente sobre la falda del surrealismo, para sorprender con el sagaz salto de un inaprensible insubordinado gesto, henchido de metáforas culturales que abrazan la tradición colonial y la cultura negra en Cuba.

La geometría orgánica del conglomerado arquitectónico, integrado por la bóveda tabicada de tradición catalana, el uso del ladrillo, el erotismo afirmado en los órganos reproductores femeninos – como son una gigante escultura del fruto de la papaya, apelativo de la vagina para los cubanos, y las cúpulas de los edificios asemejando senos de mujeres negras –, así como las hilvanadas fibras de remotas aldeas africanas compaginadas con los sedosos portales europeos, no sólo reflejan el anhelo manifiesto de sus creadores sino se estremecen e integran a un trascendente entorno vital que explora y universaliza el ecléctico hibridismo isleño.

La banda sonora de Giancarlo Vulcano columpia la magia que expelen las imágenes fílmicas; lo idílico de la fotografía, la destreza de los editores Kristen Nutile y Alex Minnick en conectar escenas con hechuras de la memoria del detalle; así como la producción de Elise Jaffe y Jeffrey Brown nos conduce por las vertientes “qüasi” poéticas de un documental que al deslizarse entre nuestros sentidos armoniza con el primor emocionado de la historia.

Para los tres artífices del milagro llamado Cubanacán – Porro (tuvo a cargo las escuelas de danza moderna y artes plásticas), Garatti y Gottardi (perfilaron los pabellones de música, ballet y artes dramáticas, respectivamente) –, de igual manera que el estado de la hoy deteriorada Habana, su proyecto irradia, desde su desamparo, el embrujo tan atribuido a la capital de la sufrida alegre isla, incluso entre las ruinas que sofocan bajo sus escombros un bramar de excelsitud.

Los arquitectos, al principio, tuvieron plena libertad para asomarse a sus sueños. Determinaron el lugar de emplazamiento de los edificios, eligieron entre ellos a quién le correspondería realizar cada una de las edificaciones. Sin embargo, el panorama pronto se ensombreció. Las construcciones resultaban mucho más costosas de lo previsto y los inusitados diseños comenzaron a provocar quejas entre los resentidos extremistas. Se les acusó de despilfarrar el dinero del pueblo y de difundir ideologías elitistas burguesas. El proyecto fue paralizado en 1965. Porro, después de sufrir una persecución inenarrable, se vio obligado a emigrar a París; Garatti se marchó a Milán. Sólo el estoico Gottardi, a quien se le asignaron trabajos humillantes en una empresa constructora, se mantuvo en la isla.

Las edificaciones sufrieron la corrosión ocasionada por el paso del tiempo y las inclemencias atmosféricas, la falta de mantenimiento, el saqueo, el abandono total. Incluso, familias marginadas buscaron refugio entre sus ruinas, así como fortuitos amantes sin un techo donde desplayar sus eróticos instintos. A fines de la década de los noventa, el historiador estadounidense John Loomis publicó Revolución de Formas. Las olvidadas escuelas de Arte de Cuba (Revolution of forms. Cuba´s forgotten Art Schools), un texto que recoge las impresiones de su visita, por invitación del bueno de Gottardi, a las lesionadas edificaciones.

Castro, al leer el libro de Loomis, decidió recomenzar el proyecto. En 1999, se invitó a los tres arquitectos, ahora octogenarios, a continuar su trabajo. Garatti y Porro visitaron La Habana, después de haber sido el primero encarcelado y expulsado del país por falsas acusaciones de espionaje; mientras la carrera de Porro fue truncada en la isla. Después de paralizado el proyecto de las escuelas de arte, la única asignación que se le encomendó al arquitecto camagüeyano fue crear una jaula para el águila del zoológico habanero.

El inacabado sueño fue nuevamente secundado por el gobierno; si bien fue una ayuda caracterizada por el comedimiento con que se tratan los asuntos a los que no se le da gran relevancia. Se reiniciaron las labores en los pabellones de danza moderna y de artes plásticas, cuyo desarrollo y culminación defraudaron a su creador Ricardo Porro. Al primer aparente obstáculo, el régimen cubano dejó de financiar un propósito que catalogó, como lo había hecho en los años sesenta, de no productivo.

“Espacios inacabados”, al igual que el ambiente prodigioso que revela, es un filme conmovedor, al punto de humedecer nuestras mejillas. Testificamos un doble drama: el de las vulneradas escuelas de arte, en su estremecimiento de maldecidos caracteres, y el de sus tres octogenarios creadores. Al concluir la cinta, nos remontamos a la tesis del filósofo francés Henri Bergson sobre la relatividad y la naturaleza del tiempo, a sabiendas de que nuestros relojes se habían detenido en un entrañable espacio psíquico, el cual  – junto a Porro, Garatti y Gottardi – anhelábamos redimir.


Luis Cernuda o el naufragio del deseo

Por Leonardo Venta

“Entramos ahora – perseguir las etapas de esta poesía de Cernuda en su obra La realidad y el deseo, sería revisar el proceso poético contemporáneo – en una mística corporal, en la que desfilan los remordimientos acuchillados debajo de un farol, la delectación angustiosa con sus gritos de torero y el destierro de las manos en la nieve”.
 José Lezama Lima

A comienzos de siglo XX, cuando ya el modernismo se disponía a deslizarse, con refinado gesto desentendido, en alguna que otra colosal antología poética, ya comenzaban a incorporárseles algunos ‘ismos’ a nuestras letras castellanas.   Entre 1910 y 1925, el ultraísmo y el creacionismo se afirmaban en España. Este último, un movimiento que imagina al poeta como un dios mago que emula con la Naturaleza en vez de reflejarla. “Hacer un poema como la Naturaleza hace un árbol”, apunta Vicente Huidobro.  

Un grupo de poetas convergieron en España, unificados históricamente por el homenaje a Luis de Góngora, al cumplirse, en 1927, el tricentenario de su muerte. Se agruparon, además, bajo un mismo revolucionario firmamento, la Residencia de Estudiantes en Madrid, para coincidir en ciertos rasgos que precisaban su actividad creativa: el cultivo especial de la metáfora, una actitud clasicista, la influencia de Góngora y del surrealismo francés. Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, son algunos de los colosales nombres de la generación del 27.  

“Un roce al paso, / una mirada entre las sombras, / bastan para que el cuerpo se abra en dos, / ávido de recibir en sí mismo / otro cuerpo que sueñe; / […] aunque solo sea una esperanza / porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe”. Basta esta cita como exordio a Luis Cernuda (1902-1963), una de las voces cumbres de la poesía castellana del siglo XX.  

Cernuda pasó toda la vida indagando la ‘respuesta que nadie sabe’. Experimentó la soledad cósmica del poeta, tropezó incesantemente con el deseo troncado. Inhaló la nostalgia del exilio literal – Gran Bretaña, Estados Unidos y México –, así como del insilio de su otredad en asecho. Bebió el acíbar de un mundo que se le antojaba hostil en la gran batalla entre la realidad y el deseo.  

Pocos le han cantado al amor sin alas como él: “[…] si el hombre pudiese levantar su amor por el cielo / como una nube en la luz […]”. Incursionó en el surrealismo a principios de su carrera. En Toulouse, publicó su segundo libro, Un río, un amor (1929), ya con el anegado ademán de su holgura creativa: “Un hombre gris avanza por la calle de niebla; / No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío”.  

Lo asedió siempre esa pasión vedada que abriga vastas tristezas. En 1936, su libro La realidad y el deseo, vuelto a publicar en 1958, compendia la razón de su poesía y de su propia existencia: el querer y no poder. Es la gran tragedia entre el ser y el desear, abrazada estoicamente al purgatorio terrenal de las torturadas almas. Es el sacrificio del amor que se conforma con sólo retener el recuerdo, tanteando el frágil ahora que presiente su irremediable término.  

El poeta, consternado, acepta el triunfo de la realidad sobre el deseo, y admite, en un derrumbamiento casi epopéyico, su fracaso afectivo: “Como la arena, tierra, / como la arena misma, / la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira. / Tú sola quedas con el deseo, / con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío, / […] Tierra, tierra y deseo. / Una forma perdida”.  

La poesía de Cernuda refleja el éxodo espiritual del poeta. Las etapas que atraviesa son casi invariables. La esencia integral de su lírica – la soledad, la inadaptación, el amor insatisfecho –, es una constante. No obstante, hay un salto del lirismo y la pureza a la renuncia de los ornamentos, de los ritmos y de la rima.  

En su ensayo “La palabra edificante”, la voz de Octavio Paz resume magistralmente la esencia poética cernudiana: “Al final de sus días, Cernuda duda entre la realidad de su obra y la irrealidad de su vida. Su libro fue su verdadera vida y fue construido hora a hora, como quien levanta una arquitectura. Edificó con tiempo vivo y su palabra fue piedra de escándalo. Nos ha dejado, en todos los sentidos, una obra edificante”

 

sábado, 20 de octubre de 2012

Cuban musicians get Kansas City assist after musical emergency

Cuban musicians get Kansas City assist after musical emergency: Cuba's National Symphony faced a crisis at the airport headed to Kansas City, but thanks to local musicians the show went on by coming to the rescue. (Hacer clic en el enlace que corresponde al texto en azul "Cuban musicians get Kansas City assist after musical emergency", para leer la noticia en inglés y ver el video relacionado con la misma).